—Los problemas empezaron hace seis meses —dijo la mujer—. Nadie ha visitado la Granja desde hace más de un año. El nuevo equipo de cambio de formas nos fue entregado en esa época, pero funcionó a la perfección durante muchos meses.
—¿Y con algún acontecimiento extraño? ¿Pasó algo raro hace seis meses?
—Nada —respondió el hombre—. Recibimos entregas automáticas, pero eso es habitual. Enviamos cargamentos a la Cosechadora, como siempre.
—Y hubo…
—No —interrumpió el hombre. Extendió una mano, cubriendo los ojos de la mujer de los cuatro visitantes, pero cuidando de no tocarla.
—Tengo que decirlo. Dos de nosotros han muerto ya porque valoramos la intimidad por encima de sus vidas. No debe volver a suceder. —La mujer se movió para poder ver a Bey. Le temblaba la voz—. Hace seis meses, algunos de nosotros empezamos a ver cosas cuando estábamos fuera de la Granja. Apariciones. Cosas que no podían ser reales.
El cristal divisorio empezaba a oscurecerse, las luces a apagarse.
—¿Qué eran? —preguntó Bey.
—Muchas cosas. Hace cinco días vi a una mujer, de muchos kilómetros de altura y toda vestida de rojo. Llevaba el pelo largo, lo tenía castaño. Su ropa era ropa de la vieja Tierra, y llevaba una cesta. Paseaba por la capa recolectora, dando pasos de diez kilómetros. Llevaba un gorra blanca con visera, y su rostro era el de una loca.
—¿Una gorra blanca y un vestido escarlata? —Bey se enderezó y extendió una mano. El cristal ya era casi negro. Las luces del techo eran tenues ascuas rojas.
—Se acabó —dijo el hombre vestido de blanco. Su voz había subido de tono y de volumen—. Tendrán a su disposición nuestros registros. Pueden ver qué cosas han llegado a la Granja durante el último año, y desde dónde fueron enviadas. Pueden leer lo que vio nuestra gente. Pero no puede haber más contacto directo. Buena suerte.
—Una pregunta más —dijo Bey. Se acercó precipitadamente al cristal—. Es terriblemente importante.
Pero la habitación quedó a oscuras. No llegaron más sonidos del otro lado de la pared.
Cuando se produjo el terrible impacto, cada visitante de la Granja Espacial Sagdeyev se encontraba en una parte diferente de la burbuja habitable. Oficialmente, era para poder comer a solas. En la práctica, cada uno de ellos había buscado intimidad de forma deliberada.
Bey se había quedado de una pieza con las últimas palabras de la granjera, hasta el punto en que apenas pensaba. Una mujer castaña, vestida de escarlata, llevando una cesta y con una gorra blanca en la cabeza; era su Mary. Mary Walton, exactamente con el aspecto que tenía en La Duquesa de Malfi. Bey la había visto en directo cinco veces, y en diferido otra docena.
¿Una coincidencia de ropa? Tal coincidencia era demasiado improbable para que la aceptara. Pero si alguien debía tener esas visiones de Mary, sin duda tendría que ser el propio Bey… no una granjera aislada, alguien que no tenía ni idea de lo que veía. Bey permaneció sentado, con la cabeza zumbando, demasiado perplejo para sentir hambre o sed. De algún modo, en la periferia de su mente, sabía que uno de los comentarios de Aybee sobre la entropía era vitalmente importante. Había que integrar aquellas ideas con la aparición del Hombre Negentrópico, y con elementos del propio conocimiento de Bey sobre la teoría del cambio de formas. Pero esa síntesis tenía que esperar, hasta que los pensamientos de Mary dejaran de obsesionarle. La tentación de buscarla crecía, aunque la idea de que estaba relacionada con los acontecimientos sucedidos en la Granja era probablemente engañosa.
Aybee Smith no había advertido que Bey estaba perdido en su propio mundo, pero no tardó mucho en darse cuenta de que hablar con él en aquel momento era una pérdida de tiempo. La promesa final había sido sincera: todos los archivos de la Granja quedaron a disposición de los visitantes. Aybee se dispuso a hacer una cronología de cada interacción externa grabada en el año anterior, para luego cotejarla con las alucinaciones y anomalías en la ejecución del cambio de formas. Había muchos cientos de entradas, pero Aybee tenía tiempo de sobra. Nunca dormía mucho, y si era necesario podía trabajar sin descanso durante las siguientes veinticuatro horas. Como Bey, apreciaba el desafío intelectual más que ninguna otra cosa en el mundo. Se sentía alerta, fresco, excitado y confiado.
Todo lo contrario que Leo Manx, el cual llevaba despierto dos días seguidos. Esperaba dormir en el viaje hasta la Granja, pero Aybee había insistido en acompañarle, y luego apenas había dejado de hablar durante todo el trayecto. Las instalaciones de la sonda eran demasiado pequeñas para poder esconderse y era imposible ignorar a Aybee. Habló y habló sobre procesado y codificación de señales hasta que Leo quedó mentalmente aturdido. Según Aybee, las alucinaciones de Bey debían de haber sido insertos de un solo marco, unidos a una señal general, pero codificados específicamente a su perfil psicológico y enlace comunicador personales. Nadie más podría advertir la señal, aunque vieran el mismo canal que Bey. Y sería fácil hacer que los marcos únicos se autoborrarán, para que no hubiera rastro de ellos aunque Bey intentara reproducirlos en una grabación.
Ahora, en un momento en que Leo habría agradecido echar una cabezada, no podía quitarse de la mente los últimos comentarios de Aybee. Se frotó sus sienes doloridas y miró las notas que había tomado.
—La entropía de todo el universo está aumentando —había dicho Aybee—. Pero eso no significa que la entropía de todo lo que hay en él deba hacerlo. De hecho, la vida tiene el efecto opuesto. Aumenta la estructura regular (los fenómenos no aleatorios) a costa del desorden. La vida es siempre negentrópica. Reduce la entropía de todo lo que entra en contacto con ella. Así que todo el mundo, y todas las cosas vivas, son negentrópicas en ese sentido.
—Pero la Segunda Ley de la Termodinámica, la que citabas antes…
—… dice que la entropía tiende a un máximo en un sistema cerrado, aislado. No dice nada de sistemas abiertos, los que intercambian energía con otros. Ésos somos nosotros. No vivimos en aislamiento. El Sol y las estrellas son fuentes constantes de energía, y cada ser viviente del sistema solar usa energía para crear orden a expensas del desorden. En el sentido termodinámico, tú y yo y el Hombre Lobo y Fern somos todos negentrópicos.
—¿Qué hay de los otros significados de entropía? ¿Tienen más sentido para un Hombre Negentrópico?
—Considerando la teoría de la información, la información de un mensaje disminuye cuando la entropía de la señal es menor. Un canal de comunicaciones ruidoso es negentrópico, en lo que se refiere a la señal. Si eso es todo lo que hace el Hombre Negentrópico, no vemos señas de ello. La tasa de errores aleatorios de las señales recibidas en los Sistemas Interior y Exterior no parece haber cambiado en absoluto. Si lo hiciera, la gente recibiría constantemente mensajes confusos e ininteligibles. Y si eso hubiera sucedido me habría enterado.
—¿Y tu cuarta forma de entropía?
—Está asociada con los núcleos de energía. Todo agujero negro tiene temperatura, entropía, masa, y tal vez carga eléctrica. Si es un núcleo, un agujero negro Kerr-Newman, también tiene energía rotatoria y momento magnético. Y eso es todo lo que puede tener… no caben otras variables físicas. Un núcleo emite partículas y radiación aleatorias según un proceso y una fórmula descubiertas hace un par de siglos. Lo que emite sólo depende de la masa, carga y spin del núcleo. Para un agujero negro pequeño (digamos de mil millones de toneladas), la energía emitida entra dentro de la gama de los gigavatios. Para eso están los escudos de blindaje de los núcleos, para detener esa radiación. La entropía depende de la masa del agujero negro, pero creo que podemos descartarla. Si el Hombre Negentrópico de Wolf estuviera tratando con núcleos, tendría que ser un superhombre. Nadie podría vivir ni un segundo dentro de los escudos. Todo lo que hay allí dentro son sensores, enlaces de datos, y equipos spin-arriba/spin-abajo para almacenamiento y generación de energía. Toma. —Lanzó un cubo de datos a las manos de Manx—. Lo que he estado diciendo es básico. Encontrarás la explicación aquí.