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Un agujero negro Schwarzschild es un núcleo que no está cargado ni gira. Es un núcleo en forma rebajada y limitada, un objeto simétricamente esférico que ha perdido su carga eléctrica y energía rotacional. Está «muerto», en el sentido de que no puede extraerse de él de una forma controlable nada de su masa-energía. A menos que sea «impulsado» (es decir, que se le proporcione energía rotatoria usando el proceso Penrose) no es útil para la producción de energía.

Un agujero negro Schwarzschild no es, sin embargo, totalmente inerte. Como cualquier otro núcleo, desprende partículas y radiación de su interior oculto según el proceso evaporativo de Hawking, a un ritmo que sólo depende de su masa (los agujeros negros más pequeños emiten con más fuerza que los grandes). Sin embargo, la pauta de esta emisión es predecible sólo en términos estadísticos generales. Todos los sucesos y procesos que tienen lugar dentro de una región determinada alrededor del centro de cualquier agujero negro, sea. del tipo Schwarzchild o Kerr-Newman, son desconocidos. El interior del agujero negro dentro de este «horizonte de sucesos» constituye, en cierto sentido, un universo separado del nuestro.

Del volumen Festschrift conmemorativo del 2011, compilado para celebrar el centenario del nacimiento de John Archibald Wheeler.

Aybee tenía problemas. Era lo bastante inteligente para saberlo, y también para comprender que era improbable que terminaran pronto.

Su decisión de quedarse en la Granja destruida había sido perfectamente razonable. Había demasiado poco espacio para él en la nave de tránsito; Leo y los demás se encontraban en las competentes manos del sistema médico de emergencia, y el propio Aybee no era necesario con urgencia en las Cosechadoras. Su ofrecimiento de ayudar a los granjeros había sido (como era de prever) amablemente rechazado. Mientras maniobraban la burbuja habitáculo para que volviera a entrar en contacto con la capa recolectora, Aybee se puso un traje de larga duración y salió de caza.

Había dos cosas en concreto que quería encontrar entre los miles de escombros creados por la colisión. Una era la nave en la que había llegado. Sin duda necesitaría reparaciones, pero podría ser el camino más rápido de regreso a casa cuando estuviera preparado para marcharse.

Con la ayuda de los sensores de microondas del traje, la encontró antes de doce horas. Flotaba a un par de miles de kilómetros de la capa recolectora, a una velocidad relativa bastante reducida. Aybee la marcó con una bengala señalizadora y emprendió la parte más dura de su búsqueda.

El ordenador central de la Granja se encontraba en la línea directa del impacto. No quedaba ni rastro de él. Pero debía de haber copias de seguridad de los archivos. Estaba en una región de la burbuja que había sido aplastada por el impacto, pero no totalmente destruida. Aybee esperaba encontrar en alguna parte el cubo de memoria secundario. Sería pequeño, no mayor que su puño, y no se hacía ilusiones sobre lo difícil que sería encontrarlo.

Con tantos escombros de todas las formas y todos los tamaños, la única esperanza de dar con él era a través del espectro de reflectancia del cubo de datos. Seleccionó la firma espectral de un cubo de datos, programó una búsqueda espacial y se dispuso a esperar. Mientras se ejecutaba la comprobación, tuvo por fin tiempo para echar un vistazo a su alrededor.

Y para quedarse boquiabierto.

Si hubiera estado menos ocupado, lo habría advertido horas antes. Una oscura forma oblonga se extendía a lo largo de una cuarta parte del cielo, ocultando el brillante campo estelar. Desconectó sus sensores de luz baja y vio de inmediato que era una enorme nave de carga, que se acercaba con las portillas a oscuras y sin impulsión. Era del tipo utilizado para transportar alimentos desde la Nube hasta el Sistema Interior, un casco elipsoide de baja aceleración que medía más de un kilómetro de longitud y seiscientos metros de diámetro. Se encontraba tan cerca que le parecía que podía tocarlo.

Aybee no se planteó ni por un instante que pudiera tratarse de una nave de rescate. La forma que se aproximaba era demasiado oscura y sin vida. Flotó hasta una maraña de muebles destrozados de la cabina y esperó entre ellos.

La carcasa se acercó hasta situarse a doscientos metros de la destrozada burbuja habitáculo. Una oscura portilla se abrió, y por ella salieron en fila unas figuras ataviadas con trajes espaciales. Los trajes eran gruesos, terminados en una característica sección inferior enorme e hinchada. Esa base sólida contenía jets de impulsión alta y baja, suministro de energía, comida, aire, sistemas de reciclado de agua, instalaciones médicas, unidades de ejercicio y equipo de comunicaciones. A una orden de su portador, el pie hinchado se abría formando una fina esfera de veinte metros, o se acoplaba con otros trajes para formar un volumen de vivienda común.

Sólo un grupo utilizaba trajes como ésos. ¡Barreneros!

Pero estos barreneros se encontraban a muchos miles de millones de kilómetros de sus territorios habituales en el Halo. En aquel momento entraban en la burbuja habitáculo, tenuemente iluminada, por el agujero cercano al polo Sur. La burbuja utilizaba energía de emergencia, pero seguía siendo mucho más brillante que la oscura nave de carga.

¿Qué estaba haciendo aquí? Aybee no creía que hubiera algo de valor en la Granja, ni siquiera teniendo en cuenta las máquinas y los metales de la capa recolectora. Y los barreneros no estaban interesados en esas cosas.

Mientras observaba, otra portilla empezó a abrirse en la nave de carga. Ésta era grande, y se abrió hasta alcanzar un diámetro de casi cuarenta metros en la parte de la nave más cercana a la burbuja. Aybee la observó, esperando a que saliera algo.

Se desgajó por completo de la nave antes de que él se diera cuenta. Todo lo que vio fue un conjunto de electroimanes. En su centro se encontraba una esfera móvil negra que, bajo su control, vagaba lentamente hacia la burbuja habitáculo.

Era un núcleo, completamente blindado por los escudos electromagnéticos. En el centro de aquella oscura esfera se hallaba un diminuto agujero negro Kerr-Newman de mil millones de toneladas, su capa de fiera radiación y partículas devuelta sobre sí misma por los escudos triples. El núcleo había sido detenido. Flotaba, estacionario con respecto a la burbuja, y esperaba. La portilla principal de la burbuja se abría. Finalmente, una segunda esfera de doloroso negro surgió de la portilla abierta, su posición controlada por los electroimanes que la rodeaban.

Aybee contempló asombrado cómo las dos esferas flotantes cambiaban de sitio. El núcleo blindado de la Granja acabó por desaparecer dentro de la bodega de carga, y tras unos minutos el nuevo núcleo fue colocado en su sitio por la portilla de la burbuja, en cuyo interior fue almacenado.

Aybee hervía de curiosidad. Se ocultó en la maraña de basura espacial que le rodeaba, y empujó todo el conjunto lentamente hacia delante hasta que pudo asomarse por entre los muebles rotos a la portilla abierta de la burbuja.

El núcleo sustituía al que había sido extraído. Aybee había comprobado el estado del núcleo de energía de la Granja a su llegada con Leo Manx. Tenía abundante energía rotatoria y le faltaba mucho para descargarse. No tenía sentido sustituirlo… a menos que los barreneros necesitaran energía, y cambiaran el núcleo de la burbuja por uno muerto de su nave de carga.

Comprobar esa teoría era un asunto sencillo. Con una ojeada a los escalares ópticos del nuevo núcleo sabría qué sucedía, y era cosa de un minuto si se encontraba cerca de su escudo externo.

La portilla se cerraba y los barreneros ya se marchaban, uno a uno. Cuando la última figura desapareció silenciosamente dentro de la nave de carga, Aybee se acercó a la burbuja.