Выбрать главу

Cuando Marc de Smedt, el director de la colección «Espaces libres» en Albin Michel, Francia, aceptó publicar el libro lo hizo con la condición de cambiarle el título. «Nadie conoce la palabra psicomagia. Mejor llamarlo: Le théâtre de la guérison, une thérapie panique».

El teatro de la sanación apareció en 1995. Provocó un gran interés. Recibí una nutrida correspondencia pidiéndome actos psicomágicos. Para desarrollar esta técnica, hasta ahora practicada en forma exclusivamente intuitiva, decidí aceptar dos consultantes diarios, de lunes a viernes, en sesiones de una hora y media. Después de establecer sus árboles genealógicos -hermanos, padres, tíos, abuelos y bisabuelos-, les aconsejé actos psicomágicos que produjeron resultados notables. Pude así descubrir cierto número de leyes que me permitieron enseñar este arte a gran cantidad de alumnos, muchos de ellos ya terapeutas establecidos. Concedí sesiones privadas durante dos años, al cabo de los cuales comencé a escribir mi Danza de la realidad. Gilles Farcet realizó su carrera de escritor espiritual y hoy en día, un noble padre de familia, conduce al redil a muchos espíritus descarriados colaborando con Arnaud Desjardins en tan ardua tarea.

Después de la publicación en España por Siruela de La danza de la realidad (2001), amén de generosas entrevistas que Fernando Sánchez Dragó me hizo en la televisión, la Psicomagia fue conocida por el gran público. No faltaron entusiastas que temerariamente, sin haber tenido nunca una honesta actividad artística ni terapéutica, quisieron practicarla dando, por incapacidad creativa, consejos que eran ingenuas imitaciones de los míos.

En el año 2002 di en Madrid una conferencia para un público de unas seiscientas personas en un aula universitaria. Hábilmente conducidos por mi presentador, el joven profesor Javier Esteban, los alumnos me plantearon sus problemas solicitando consejos de psicomagia para resolverlos. Al final del acto, Javier me obsequió con un ejemplar de su libro Duermevela, en el que describe sus sueños. («Voy a una tienda donde venden miles de aparejos de pesca gigantescos. El anzuelo me llega por la rodilla. El hombre que me acompaña me enseña a pescar pero me dice que no hace falta caña ni aparejo alguno. Los tiro y atravesamos un bosque hasta llegar a un río. Los peces saltan a nuestras manos.») Considero que sus escritos tienen un sentido sanador. Javier, a su vez, expresa su adhesión a mis ideas y me pide una cita con el objeto de hacerme las preguntas que se plantea la juventud, preguntas a las que no responde el actual sistema educativo. «Los alumnos han mutado, desgraciadamente los profesores siguen manteniendo su arcaica manera de pensar», me dice. Viaja a París y me interroga durante algunos días. «Piense sin límites, hable para los jóvenes mutantes.» Así nacieron la segunda y la tercera parte de este libro.

En apéndice, el testimonio de Martín Bakero, poeta y doctor en psicopatología, que asistió a un taller mío dado en Santiago de Chile y después viajó a París para perfeccionar su comprensión de mi trabajo. Tiene el mérito de haber aplicado la psicomagia a la curación de enfermos mentales. Gracias a él puedo concebir la esperanza de que este arte de curar sea empleado un día como complemento de la medicina oficial.

Alejandro Jodorowsky

Psicomagia. Esbozos de una terapia pánica (conversaciones con Gilles Farcet)

Nota preliminar

«No soy un borracho, pero tampoco soy un santo. Un hechicero no debería ser un "santo"… Debería poder descender tan bajo como un piojo y elevarse tan alto como un águila… Debes ser dios y diablo a la vez. Ser un buen hechicero significa estar en medio de la tormenta y no guarecerse. Quiere decir experimentar la vida en todas sus fases. Quiere decir hacer el loco de vez en cuando. Eso también es sagrado.»

Corzo Cojo

(brujo siux de la tribu Lakota)

Un día, tras muchas veladas en su biblioteca intentando desvelar el sentido profundo de la psicomagia, pregunté a Alejandro Jodorowsky si pensaba prescribirme un acto. Él me respondió que el mero hecho de confeccionar este libro en su compañía constituiría un acto suficientemente poderoso. ¿Porqué no?

En realidad, Jodorowsky es en sí un acto psicomágico ambulante, un personaje alta y definitivamente «pánico», cuyo trato introduce algunas fisuras en el orden de nuestro universo, tan previsible en apariencia.

Dramaturgo que, con sus cómplices Arrabal y Topor, ha marcado la historia del teatro con su tan bien denominado movimiento «pánico»; realizador de películas de culto, como El Topo o La montaña sagrada, a las cuales los norteamericanos -impagables- dedican tesis y sabios estudios; escritor, autor de historietas para cómic que se permite el lujo de trabajar con nuestros mejores dibujantes; padre atento de cinco niños con los cuales mantiene actualmente una relación tornasolada, Jodorowsky es hoy el tarólogo sin normas cuyas intuiciones han dejado a más de uno boquiabierto; es, además, el payaso convulsivo del Cabaret Místico [1] que, en un momento en el que el público parisino da la espalda a las conferencias, consigue abarrotar sus auditorios con el mejor poder publicitario del boca a boca; mago internacional -interestelar, podríamos decir, bajo la influencia de Moebius- al que han consultado estrellas de rock y artistas del mundo entero…

Este chileno de origen ruso, radicado durante muchos años en México y ahora enraizado en Francia, es un personaje que los novelistas de hoy, demasiado gélidos, no podrían crear, un ser que ha llevado la imaginación al poder en todos los recovecos de su existencia multidimensional.

Su casa, sabia alianza de orden y desorden, de organización y caos, es un fiel espejo de su huésped o, simplemente, de la vida. Constituye una experiencia en sí visitar esta cantera sembrada de libros, vídeos, juguetes infantiles, etc. Allí uno puede toparse con los dibujantes Moebius, Boucq o Besse, así como con un gato o una mujer venida de no se sabe dónde y que parece estar cuidando por un tiempo de la casa… Es un lugar de potencia poética, una concentración de energías sobreabundantes y, sin embargo, dominadas.

Sobra decir que trabajar con un personaje pánico no es una sinecura. Y esto, en primer lugar, porque Jodorowsky ignora los plannings, las agendas y otro tipo de apremios temporales que rigen la vida de los terrenales. Cuando me propuse poner en papel su aventura psicomágica, comprendí que tenía que dedicarme exclusivamente a tal empresa. Con él no hay previsiones, plazos fijados de antemano, citas debidamente anotadas: las cosas se hacen al instante. Todo en él tiene la cualidad del fulgor. No es que sea incapaz de someterse a una disciplina o plegarse a horarios, todo lo contrario; pero en fin, ahí hay un misterio: ¿cómo este hombre que, una vez concluidas nuestras citas psicomágicas, partía a realizar una película de nombre evocador -The Rainbow Thief (El ladrón del arco iris, 1990)-puede dirigir un rodaje de gran presupuesto, domar a monstruos sagrados como Peter O'Toole, Omar Sharif o Christopher Lee, imponer su sensibilidad a productores tan materialistas como inquietos y, por otra parte, no tomar nota de ninguno de sus compromisos futuros y aceptar en septiembre una conferencia para marzo sin apuntar el día en una libreta, razón por la cual, a medida que se acerca la fecha de su intervención, hay que localizarlo, por miedo a que se haya olvidado de su compromiso y desaparezca hacia cualquier punto del planeta?

Alejandro es un convencido del carácter convulso de la realidad, y de ahí ese aspecto fascinante y agotador que le hace ser desmesurado en todas sus manifestaciones. Cuando alguien le pone un público enfrente, rara vez resiste la tentación de llevarlo hasta el límite. Rasgo muy sudamericano el de este ser excepcional que, en privado, sabe mostrarse como la persona más dulce y humilde y que de pronto puede, en un abrir y cerrar de ojos, transformarse en una ópera barroca del mismo calibre que sus películas, donde lo grotesco compite con lo grave, lo obsceno con lo sagrado. Jodorowsky se mantiene siempre en el linde; baila sobre la sutil frontera que separa la creación de la provocación gratuita, la innovación del salvaje atentado contra el buen gusto, la audacia de la indecencia… Moebius, el genial dibujante de El Incal, familiarizado con estos métodos tras quince años de colaboración, ve en ello «la técnica empleada por Alejandro a fin de socavar la resistencia del universo…».

вернуться

[1] Desde hace muchos años, y sin ninguna publicidad, Jodorowsky anima cada miércoles en París una conferencia-happening donde aborda temas terapéuticos. La entrada es libre, quinientos espectadores asisten cada semana. Al final de la sesión del Cabaret Místico, unos voluntarios hacen una colecta, lo que permite pagar el alquiler de la sala. Tres días antes del comienzo de la conferencia, y siempre gratuitamente, Jodorowsky lee el tarot a unas treinta personas. Estas, una vez concluida la lectura, y a modo de pago, deben trazar con su índice la palabra «gracias» sobre las manos de Alejandro.