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—Me imagino que sí. Sí, estoy segura. Dice que la gente tiene que decir mentirijillas inofensivas, pues de lo contrario no se podrían soportar los unos a los otros. Pero dice que las mentiras son para ser utilizadas sin abusar.

—Parece ser persona sensata. ¿Lo harás así?

—Lo haré exactamente así, Danny.

—Bien. —Cogí la arrugada carta—. Ricky, te dije que tenía que marcharme. Tengo que irme por mucho tiempo.

—¿Cuánto?

—Treinta años.

Sus ojos se abrieron aún más, si es que era posible.

A los once años, treinta no es mucho tiempo; es para siempre.

Añadí:

—Lo siento Ricky, pero no tengo más remedio.

—¿Por qué?

Eso no pude contestarlo. La verdad era increíble, y una mentira no era posible.

—Ricky, es demasiado difícil de explicar. Pero tengo que hacerlo; no me queda otro remedio. —Vacilé y luego añadí—: Voy a tomar el Sueño Largo. El sueño frío, ya sabes lo que quiero decir.

Lo sabía. Los niños se adaptan a las nuevas ideas con más facilidad que los adultos; el sueño frío era uno de los temas favoritos de las historias de dibujos. Pareció horrorizarse y protestó:

—Pero, Danny, ¡no te volveré a ver nunca más!

—Sí que me volverás a ver. Es mucho tiempo, pero te volveré a ver. Y a Pet también. Porque Pet se viene conmigo; también va tomar el sueño frío.

Echó una mirada a Pet, y pareció más desconsolada que nunca.

—Pero… Danny, ¿por qué Pet y tú no os venís a Brawley a vivir con nosotras? Eso seria mucho mejor. A mi abuela le gustaría Pet. Y también le gustarás tú, dice que es mucho mejor que haya u hombre en la casa.

—Ricky… querida Ricky… no tengo más remedio… Por favor no me atormentes. —Y empecé a abrir el sobre.

Pareció enfadada, y su barbilla comenzó a temblar.

—¡Me parece que ella tiene algo que ver con todo esto!

—¿Cómo? Si te refieres a Belle, te equivocas. Por lo menos no es del todo exacto.

—¿No va a tomar el sueño frío contigo?

Me estremecí.

—¡Dios mío, no! ¡Me escaparía a kilómetros de distancia par no verla!

Ricky pareció ablandarse algo:

—Sabes, estaba tan furiosa contigo a causa de ella. Verdadera mente indignada.

—Lo siento, Ricky. Lo siento de veras. Tú tenias razón, y yo estaba equivocado. Pero no tiene nada que ver con esto. He terminado con ella para siempre jamás, amén. Y ahora veamos esto

—Le enseñé el certificado por todo lo que poseía de Muchacha de Servicio, Inc—. ¿Sabes lo que es esto?

—No.

Se lo expliqué:

—Te lo doy a ti, Ricky. Porque voy a estar ausente tanto tiempo que quiero que lo tengas tú.

Cogí el papel en que se lo había adjudicado a ella, lo rasgué, y me metí los pedazos en el bolsillo; no podía arriesgarme a hacerlo de aquella manera, seria demasiado fácil para Belle arrancar una hoja aparte, y no habíamos acabado con nuestras dificultades. Di la vuelta al certificado y estudié la fórmula estándar de adjudicación, intentando determinar cómo iba a llenar los espacios en blanco allí previstos. Finalmente conseguí hacer entrar una adjudicación al Banco de América en depósito para…

—Ricky, ¿cuál es tu nombre completo?

—Federica Virginia. Federica Virginia Gentry; ya lo sabes.

—¿Es realmente Gentry? Creí que habías dicho que Miles no te había llegado a adoptar nunca.

—¡Oh! Me he llamado Ricky Gentry desde que puedo recordar. Pero si te refieres a mi verdadero nombre… es el mismo de mi abuela… el mismo de mi verdadero papá: Heinicke. Pero nunca nadie me llama así.

—Ahora sí que te llamarán así.

Y escribí Federica Virginia Heinicke y añadí: «Para serle readjudicado a ella a sus veintiún cumpleaños», mientras que al mismo tiempo sentía que me corría un escalofrío por la columna vertebral; en todo caso, mi adjudicación primitiva quizás hubiese sido nula.

Comencé a firmarlo, y en aquel momento me di cuenta de que nuestro perro vigilante sacaba la cabeza de la oficina. Miré mi reloj, y vi que habíamos estado hablando durante una hora. Se me escapaban los minutos.

—¡Señora!

—¿Sí?

—¿Hay por casualidad algún notario por las cercanías? ¿O tengo que ir al pueblo en busca de uno?

—Yo misma soy notario. ¿Qué desea?

—Oh, bien. ¡Maravilloso! ¿Tiene usted su sello?

—No voy nunca a ninguna parte sin él.

Y así fue que firmé mientras ella lo miraba, e incluso fue más lejos de lo que esperaba (después de que Ricky hubo asegurado que me conocía y de que Pet hubiese testimoniado con su silencio mi respetabilidad como miembro de la fraternidad de amigos de los gatos) y utilizó la fórmula completa: «…a quien conozco personalmente como Daniel D. Davis…». Cuando hubo puesto su sello sobre mi firma y la suya, suspiré aliviado. ¡Me gustaría ver cómo se las arreglaba Belle para retorcer eso!

La señora lo miró con curiosidad, pero no dijo nada.

Y yo dije solamente:

—Las tragedias no se pueden borrar, pero esto servirá de alivio. La educación de la muchacha, sabe.

Se negó a aceptar pago alguno y retornó a su oficina. Yo me volví a Ricky y dije:

—Da esto a tu abuela. Dile que lo lleve a una sucursal del Banco de América en Brawley. Ellos harán todo lo demás. —Y lo puse delante de ella.

Ricky no lo tocó:

—Esto vale mucho dinero, ¿verdad?

—Bastante. Y valdrá más.

—No lo quiero.

—Pero Ricky; yo quiero que lo tengas tú.

—No lo quiero. No lo tomaré. —Sus ojos se llenaron de lágrimas, y se le quebró la voz—. Te vas para siempre y… y yo no te importo nada.— Lloriqueó —. Lo mismo que cuando te prometiste con ella

Cuando te sería tan fácil traer a Pet y venirte a vivir con la abuela y conmigo. ¡No quiero tu dinero!

—Ricky, escúchame: Es demasiado tarde. No podría ya volvérmelo a quedar, aunque quisiese. Ya es tuyo.

—No importa. Jamás lo tocaré. —Extendió la mano y acarició a Pet. Pet no se iría, dejándome… pero tú le obligas. Ni siquiera tendré a Pet.

—¡Ricky! ¡Riikki-tikki-tavi! ¿Quieres volvernos a ver, a Pet… y a mí?

Casi no podía oírla:

—Pues claro que si. Pero no os veré mas.

—Pues sí que puedes volvernos a ver.

—¿Eh? ¿Cómo? Dijiste que ibas a tomar el Sueño Largo… treinta años, dijiste.

—Y así es. No tengo más remedio. Pero Ricky, voy a decirte que es lo que puedes hacer. Sé buena chica, ve a vivir con tu abuela, ve a la escuela y deja que se vaya acumulando este dinero. Cuando tengas veintiún años, si todavía tienes ganas de vernos tendrás suficiente dinero para tomar el Sueño Largo. Cuando te despiertes estaré allí esperándote. Pet y yo, los dos, estaremos esperándote. Esto es una promesa solemne.

Su expresión se alteró, pero no sonrió. Lo pensó largo rato, y luego dijo:

—¿De verdad que estarás allí?

—Sí. Pero tenemos que fijar una fecha. Si lo haces hazlo exactamente como te voy a decir. Entiéndete con la Compañía de Seguros Cosmopolita y asegúrate de que tomas el Sueño en el Santuario Riverside, de Riverside . . y asegúrate muchísimo de que tienen órdenes de despertarte el día primero de mayo de 2001. Aquel día estaré allí esperándote. Si quieres que esté allí cuando abras los ojos tienes que hacerlo constar, pues de lo contrario no me permitirán que pase de la sala de espera. Conozco ese sanatorio; son muy estrictos. —Saqué un sobre que había preparado antes de salir de Denver—. No es necesario que recuerdes esto: está todo escrito aquí. Guárdatelo, y el día que cumplas los veintiún años puedes decidirte. Pero puedes tener la seguridad de que Pet y yo estaremos allí esperándote tanto si te presentas como si no.