Lloyd lanzó un suspiro. ¿No podían haber hablado con un científico sobre el caso? ¿Con alguien que comprendiera de verdad lo que representaba una prueba?
Una profesora de Filosofía. Por el amor de Dios.
Michiko estaba llevando a cabo casi todo el trabajo relacionado con la página web; Theo estaba ejecutando simulaciones informáticas de la colisión del LHC en otro ordenador en la misma sala, ayudando cada vez que se le requería. Por supuesto, el CERN disponía de las últimas herramientas de creación, pero aún había que hacer mucho trabajo a mano, incluyendo la redacción de descripciones de diversas extensiones, para enviar a los cientos de motores de búsqueda disponibles en el mundo. Creía poder tenerlo todo a punto con un día más de trabajo.
En el monitor de Theo apareció una ventana que le anunciaba que tenía correo nuevo. Normalmente lo hubiera ignorado hasta un momento más adecuado, pero el asunto exigía su atención inmediata: “Betreff: Ihre Ermordung”, el equivalente alemán de “Re: Su asesinato”.
Ordenó a la computadora que mostrara el mensaje. Estaba todo en alemán, pero no tuvo problemas para leerlo. Michiko, que miraba por encima de su hombro, no sabía alemán, de modo que se lo tradujo.
—Es de una mujer en Berlín —dijo—. Dice algo como “Vi su mensaje en un grupo de noticias que consulto. Está buscando a gente que pudiera saber algo sobre su asesinato. Una persona que vive en el mismo edificio que yo sabe algo al respecto. Todos nos…”, dice algo como reunimos, congregamos, algo así… “reunimos en el vestíbulo después del suceso, y compartimos nuestras visiones. Un tipo (no lo conozco bien, pero vive una planta más arriba) tuvo una visión en la que veía una noticia en la tele sobre el asesinato de un físico en, creo que dijo, Lucerne, pero al leer tu mensaje comprendí que había dicho CERN; confieso que nunca había oído hablar de ese lugar. En cualquier caso, le he mandado una copia oculta de tu mensaje, pero no sé si se pondrá en contacto contigo. Se llama Wolfgang Rusch, y puedes contactar con él en…”. Eso es todo.
—¿Qué vas a hacer? —preguntó Michiko.
—¿Qué voy a hacer? Hablar con él. —Descolgó el teléfono, marcó su número de cuenta para llamadas a larga distancia y después el número que aún brillaba en su pantalla.
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Resumen de prensa
En las Islas Filipinas se ha declarado un día de luto oficial por la muerte del Presidente Maurice Maung y de todos los filipinos fallecidos durante el salto al futuro.
Un grupo denominado Coalición del 21 de abril está presionando al Congreso para aprobar la construcción de un monumento en Washington D.C. en honor de los estadounidenses muertos durante el salto al futuro. Proponen un gigantesco mosaico que muestre una visión de Times Square en Nueva York, tal como será en 2030 según el relato de los miles de personas cuyas visiones tuvieron lugar en la plaza. Habría una tesela por cada uno de los perecidos en el acontecimiento, cuyo nombre quedaría grabado en la misma con láser.
Castle Rock Entertainment ha anunciado un retraso en el estreno de su esperado lanzamiento de verano, Catástrofe, hasta unas fechas más apropiadas.
El sentimiento separatista en Quebec desciende bajo mínimos, según una encuesta de opinión de Maclean: “La supuesta certeza de que el Quebec seguirá formando parte de Canadá dentro de veintiún años ha provocado que muchos firmes separatistas hayan arrojado la toalla”, observaba el editorial del periódico.
Como medida de emergencia para que los médicos puedan encargarse de las secuelas del salto al futuro, la Agencia de Alimentación y Drogas de los Estados Unidos ha aprobado, por el plazo de un año, la venta sin prescripción médica de once antidepresivos hasta ahora controlados.
Aquella noche, Lloyd y Michiko volvieron a sentarse en el sofá del apartamento del primero, con una pila de informes y documentos de cinco centímetros encima de la mesilla. Michiko no había llorado ni una sola vez desde que volvieron a casa, pero Lloyd sabía que lo haría antes de dormir, como había ocurrido en las dos noches pasadas. Estaba tratando de hacer lo correcto: no quería evitar el asunto de Tamiko (sabía que eso era lo mismo que negar que hubiera existido), pero sólo lo trataría si Michiko la mencionaba.
Y, por supuesto, no quería ni oír hablar de la boda y las visiones, ni de todas las dudas que pasaban por sus mentes. Así se sentaban, apoyándola él cuando ella lo necesitaba, hablando de otras cosas.
—Gaston Béranger me leyó la cartilla sobre el papel de la ciencia hoy en día —dijo Lloyd—. Y, maldita sea, llegó a hacerme pensar que tenía razón. Hemos estado comportándonos de forma irresponsable. Hemos usado de forma deliberada palabras cargadas, haciendo que el público creyera que estábamos haciendo cosas, cuando no era así.
—Admito que no siempre hemos hecho un buen trabajo al presentar las verdades científicas al mundo —replicó Michiko—, p-pero si el CERN es responsable… si tú…
Si tú eres responsable…
Eso era sin duda lo que iba a decir antes de contenerse. Si tú eres responsable…
Sí, si él era responsable. Si su experimento, suyo y de Theo, hubiera sido responsable de toda aquella muerte, toda la destrucción, la muerte de Tamiko…
Se había prometido no entristecer jamás a Michiko, nunca comportarse con ella como había hecho Hiroshi. Pero si su experimento hubiera provocado, aunque fuera de forma involuntaria, de forma totalmente indirecta, la muerte de Tamiko, le habría hecho mucho más daño que la indiferencia y la negligencia de su primer marido.
Wolfgang Rusch parecía reluctante a hablar por teléfono, y Theo había decidido al fin viajar directamente a Alemania para hablar con él. Berlín sólo estaba a ochocientos setenta kilómetros de Ginebra. Podía conducir todo el día, pero decidió llamar primero a una agencia de viajes, por si acaso podía conseguir un viaje barato.
Resultó que había montones de viajes baratos.
Sí, se había producido una reducción en las flotas de todo el mundo; algunos aviones se habían estrellado, aunque la mayoría de los tres mil quinientos aparatos en vuelo durante el salto al futuro habían volado sin problemas con el piloto automático. Y sí, había un gran movimiento de personas que no tenían más remedio que viajar para resolver emergencias familiares.
Pero, según el agente, todos los demás se quedaban en casa. Cientos de miles de personas en todo el planeta se negaban a tomar sus vuelos. ¿Quién podía culparlos? Si el apagón se producía de nuevo, más aviones se estrellarían contra las autopistas. Swissair estaba suspendiendo todas las restricciones de viaje habituales: no era necesario realizar reserva, no había estancia mínima y otorgaba el cuádruple de los puntos de viaje normales, además de conceder asiento de Primera Clase a los que llegaran primero, sin coste adicional; otras líneas aéreas ofrecían tratos similares. Theo reservó un asiento y se encontró en Alemania menos de noventa minutos después. Había empleado bien el tiempo, ejecutando algunas simulaciones más de colisiones nucleares con el portátil.