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Gracias. De esa forma, la familia de Alik jamás descubriría que había vuelto.

– A mí me da igual, de todos modos será tu verdadero nombre dentro de un par de meses. Tú y yo nos anticipamos a nuestros votos, y el resultado fue Nicky, así que imagino que a tu novio no le importará que te adelantes y utilices su nombre antes de casaros -replicó Alik-. Y, hablando de nuestro hijo, ¿tienes alguna foto de él?

– Sí, tengo docenas.

– Bien, porque Dominic quiere saber cómo es.

– Me ha parecido muy amable -añadió ella tras tomar una cucharada de sopa-. ¿Cómo lo conociste?

– Es una larga historia -contestó Alik, escrutando enigmáticamente su rostro-. Y Zane también querrá verlo.

– ¿Otro amigo? -se aventuró ella a preguntar.

Hubiera debido de morderse la lengua antes de hacer esa pregunta, no hubiera debido de dejar que se desatara su curiosidad, pero Alik no podía ni imaginar lo ansiosa que se sentía por conocer cada pequeño detalle de su vida desde su separación.

– Sí.

La brevedad de la respuesta revelaba que se trataba de un tema sagrado. Temerosa de arder en llamas si se quedaba cerca de él, Blaire se puso en pie y comenzó a quitar la mesa.

– Yo fregaré los platos y prepararé el biberón. ¿Por qué no buscas la bañerita mientras tanto? Para cuando esté llena, Nicky ya estará despierto y listo para el baño.

A pesar de la animosidad de Alik hacia ella, Blaire se sentía feliz de que estuvieran juntos de nuevo, bajo el mismo techo. Había soñado con escenas como aquella desde el mismo instante en que el médico le había dicho que estaba embarazada.

También tenía otros sueños, sueños sobre momentos de intimidad compartida, de pasión. Sin embargo, ciertas circunstancias ajenas a su voluntad habían puesto fin a tanta felicidad. Y de pronto, por increíble que pudiera parecer, volvía a formar parte de la vida de Alik, aunque solo fuera como la madre de su hijo. Era un arreglo temporal que solo duraría el tiempo que él tardara en sentirse a gusto y seguro a solas con su hijo.

Podía mirar, pero no tocar. Podía amar, pero solo en secreto.

– ¿Tan pronto te echas a llorar? -preguntó él poniendo la bañera sobre la encimera de la cocina que ella acababa de limpiar-. Estoy de acuerdo, es un infierno estar lejos de la persona amada. ¿Puedo recordarte que la decisión fue tuya, no mía?

Jamás se acostumbraría a aquella burla cruel, a aquella exquisita y aguda forma suya de tomarle el pelo. Al menos Alik creía que lloraba por su novio, que era a él a quien echaba de menos. Su mentira la protegía. Tenía que lograr mantenerla durante todo aquel mes de octubre.

– Ah… oigo a Nicky.

– Yo iré a por él.

La siguiente media hora fue una delicia. Alik sumergió al niño en la bañera y lo bañó siguiendo las instrucciones de Blaire. La pequeñísima mandíbula de Nicky tembló al sentir cómo su padre le lavaba el pelo con jabón de glicerina. Después se puso tan nervioso que no dejó de mover los brazos y las piernas. Su sonrisa de querubín hubiera podido derretir cualquier corazón. Nicky se había convertido en la luz que alumbraba la vida de su padre.

Alik reía y reía. Blaire estaba absolutamente feliz. Para cuando sacó al niño y lo envolvió en una toalla, Alik tenía el polo calado. Sin embargo, ni siquiera se había dado cuenta, solo era consciente de la felicidad que le procuraba el cuidar de su hijo.

Alik la observó limpiarle el oído con un bastoncillo de algodón y la imitó limpiándole el otro. Blaire preparó el biberón mientras él le echaba polvos de talco y le ponía el pañal. Enseguida Nicky estuvo vestido con un traje blanco que contrastaba con su pelo negro.

Aquello le dio una idea. Blaire comenzó a buscar su bolsa de viaje por entre las cajas.

– ¿Qué estás haciendo?

– Estoy buscando mi Polaroid, aún me quedan fotos por hacer. Tus amigos quieren fotos de Nicky, y será mejor que lo vean mientras lo sujeta su orgulloso papá.

El hecho de que Alik no respondiera significaba que la idea le gustaba. Blaire gastó el resto de la película tomando fotos de padre e hijo desde distintos ángulos. Las protegería con su vida. Sin embargo, de momento, tuvo que conformarse con dejarlas sobre el sofá, al lado de él.

– Alik… -él levantó la vista de una foto que estaba examinando-… ¿te parece bien que me duche ahora?

Los ojos velados de él la recorrieron haciéndola sonrojarse.

– Por supuesto, probablemente sea lo mejor. El tanque de agua del remolque no es demasiado grande, y a mí me gusta ducharme por la noche, antes de acostarme. Mientras no nos duchemos al mismo tiempo no habrá problema, siempre habrá agua caliente para los tres.

«Los tres», divinas palabras.

Una hora más tarde, Blaire entró en el salón con unos vaqueros y otro jersey, y el cabello recién lavado recogido en un moño con un lazo. El remolque estaba vacío, Alik la había dejado sola.

El biberón de Nicky estaba sobre la encimera de la cocina. Se lo había bebido todo, hasta la última gota. La caja en la que venía el cochecito del bebé estaba también vacía, en el suelo. Era uno de esos que llevan capazo y sillita. Sobre la mesa, el contenido de la bolsa de las cosas del bebé, donde llevaba su abrigo de cremallera. Era evidente que Alik estaba tan locamente enamorado de Nicky que quería enseñárselo a todo el mundo. Lo demás podía esperar.

Blaire, con una sonrisa en los labios y un agudo dolor en el corazón, comenzó a poner en orden la habitación. Aquello era un desastre. Tuvo que hacer cinco viajes para sacar fuera las cajas vacías. Solo podía dejarlas una encima de otra, Alik se encargaría de ellas. Con ordenar sus cosas y las del bebé en el dormitorio tenía suficiente. Finalmente, comprendió el verdadero problema: las cosas de Alik.

Lo que más le sorprendía era el ingente número de cuadernos de notas y revistas de geología que había acumulado. Y, en medio de todos aquellos papeles y materiales asociados a su trabajo, el ordenador. Había incluso un microscopio electrónico con escáner incorporado, una pantalla de televisión, un martillo y lupas de mano. Tenía que poner orden en todo aquel caos, Alik necesitaba espacio para dormir.

En un rincón, en el suelo, Blaire encontró cristales de una botella de whisky escocés y de una lente de microscopio.

– Deja eso, Blaire, yo lo recogeré.

– No te he oído entrar -contestó ella dándose la vuelta.

– No, tendría que haber llamado a la puerta, lo siento. Supongo que no estoy acostumbrado a que haya nadie.

– No, claro.

– De ahora en adelante, cuando salga, cerraré con llave, y cuando vuelva llamaré a la puerta antes de entrar. Haz tú lo mismo, y así no habrá ningún problema. Tengo que tener una copia de la llave por algún lado, en cuanto la encuentre te la daré.

– Estupendo -respondió Blaire-. ¿Habéis disfrutado de vuestro paseo?

– Mucho. Nicky acaba de tomar su primera lección de geología -contestó Alik besando al bebé en la cabeza.

– ¿Y qué tal va el cochecito nuevo?

– No demasiado bien por el barro. He decidido guardarlo en el maletero del coche, nos vendrá bien para ir por la ciudad. Por aquí, sin embargo, lo llevaré en brazos.

– ¿Os… os habéis encontrado con alguien?

Los ojos de Alik observaron las nerviosas manos de Blaire, que se frotaba las caderas.

– Sí, con casi todos los que viven en la excavación -contestó él-. Se dieron cuenta de que era mi hijo de inmediato, en cuanto le echaron un vistazo. Nicky ha sido todo un éxito, no ha llorado ni una sola vez. El profesor Fawson, que es el arqueólogo residente y tiene cinco hijas, me ha dicho que tengo mucha suerte, y es cierto. Las estudiantes se pegaban por sostenerlo. Luego Nicky se puso a mirar a su alrededor buscándote, y por eso hemos vuelto. ¿Por qué no lo sostienes mientras yo monto el parque? Así podremos dejarlo dentro observándome mientras trabajo.