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– No puedo ni imaginarme qué te ha traído hasta aquí, pero ya conoces la salida -dijo con voz medio ronca.

Alik abrió la puerta y se quedó inmóvil, con los brazos cruzados sobre el pecho. Blaire había imaginado aquel encuentro miles de veces, pero jamás había esperado encontrar tanto rencor por su parte. Alik la despreciaba.

– Alik… -su postura resultaba tan intimidatoria que Blaire se recogió nerviosa un mechón del cabello rojizo tras la oreja. Al hacerlo, él debió ver de reojo el anillo con un diamante que llevaba en el dedo, porque de pronto pareció palidecer-. Comprendo… comprendo que te enfade el encontrarme aquí así -continuó Blaire con voz trémula-, pero estaba lloviendo, y temía que si me quedaba en el coche no te vería, así que…

– Sal de aquí, Blaire -ordenó él.

No había gritado, solo había musitado aquellas palabras entre dientes como si fueran un juramento. Blaire se tambaleó ante tanta agresividad. El hombre al que había amado se había convertido en una persona a la que apenas reconocía. Aunque ella hubiera roto su compromiso, por razones que él no debía conocer, Blaire nunca había imaginado que pudiera tratarla con tanta crueldad. Ni a ella, ni a ninguna otra persona. Aquella capacidad de Alik para infligir dolor resultaba toda una novedad.

– Me iré en cuanto te haya dicho que la noche en que nos acostamos juntos tuvo sus consecuencias -susurró ella.

Una tensión palpable invadió el devastador silencio que siguió a aquella revelación. Alik cerró la puerta y se apoyó sobre ella. Blaire reunió todo su coraje y continuó:

– Tenemos un hijo que nació el día diecinueve de agosto. Ahora tiene seis semanas, y fue bautizado con el nombre de Nicholas Regan Jarman.

Aquello era lo más duro que había tenido que hacer jamás, a excepción de la ocasión en que tuvo que decirle que no podía casarse con él. Sin embargo, una vez comenzado todo, tenía que continuar. Y así lo hizo:

– Tienes derecho a saber que eres padre, sobre todo porque dentro de dos meses voy a casarme con otro hombre, que será quien críe a tu hijo.

Era mentira, no había ningún otro hombre. Jamás habría ningún otro hombre. Sin embargo, resultaba imperiosa la necesidad de que Alik creyera que estaba comprometida con otro. El anillo que llevaba se lo había prestado su tía. La posición de Blaire era precaria, necesitaba pruebas que autentificaran que decía la verdad. La palidez del rostro de Alik se hizo aún más patente. Era el rostro de alguien que había sufrido un shock.

– Ocurre que en mi opinión este tipo de noticias deben darse en persona -continuó Blaire-. O, al menos, tú te lo mereces, pero no pude venir hasta que Nicky y yo pasamos la revisión médica, antes no podíamos viajar.

La expresión sarcástica de las cejas de Alik fue suficiente para mostrar con claridad lo que pensaba de toda aquella fantástica historia. Él dio un paso amenazador hacia ella. Aquel movimiento atrajo la atención de Blaire sobre su pecho, bien definido bajo la camiseta blanca, y sobre los poderosos músculos de sus piernas, visibles bajo los pantalones vaqueros. Su fuerte masculinidad la sobrecogía. Hacía mucho tiempo que no se tumbaban juntos ni se besaban hasta perder el sentido.

– Estoy seguro de que, de haber querido de veras que creyera esa fantástica historia, habrías traído contigo la prueba del delito.

Aquella cruel broma la hería como un cuchillo. Blaire respiró hondo.

– La habría traído, pero tu hijo es clavado a ti, y sé que nadie de por aquí me conoce ni sabe nada de nuestra relación, así que preferí respetar tu intimidad y lo dejé en el hotel, en manos de una niñera. De ese modo no te ponía en evidencia. Ni siquiera los estudiantes que me señalaron tu remolque saben quién soy.

La mordaz mirada que él le lanzó la destrozó. Blaire había resistido hasta ese momento, pero bastarían unos segundos para que comenzara a derramar lágrimas, y si lo hacía, después no podría parar.

– Puedes hacer lo que quieras al respecto, Alik. Yo estoy hospedada en el Bluebird Inn de Warwick, y permaneceré allí hasta las once de la mañana de mañana, así que ya sabes dónde estoy si qui-si quieres ver a tu hijo -tartamudeó Blaire.

Blaire salió, cerró la puerta con cuidado y corrió al coche de alquiler, pero no pudo evitar empaparse bajo la lluvia. No esperaba que Alik corriera tras ella, pero resultaba triste despedirse de ciertos hábitos. Estuvo observando el remolque por el retrovisor hasta que desapareció de su vista.

Volver a verlo le había producido una mezcla de miedo y de excitación. La tensión que sufría era tal que ni siquiera podía mantener quieto el pie sobre el pedal. Blaire respiró hondo y trató de calmarse.

«Por fin lo has hecho, Blaire. Le has dicho la verdad. Ese era exactamente tu deber, por mucho que supusiera un enorme riesgo. Pero ya está hecho».

Para cuando llegó a las afueras de Warwick la lluvia casi había cesado. El día anterior había abandonado San Diego bajo un cielo soleado. Solo un mensaje tan vital como aquel podía obligarla a volar a Nueva York por segunda vez tras vivir allí la peor y más dolorosa experiencia de su vida. Odiaba aquel estado, no veía el momento de volver a California con su hijito adorado. Lo primero que haría nada más llegar al hotel sería confirmar su reserva en el avión de vuelta a casa para el día siguiente por la tarde.

Por fin vio de lejos el Bluebird Inn. Ansiosa por volver a abrazar a su hijo y asegurarse de que estaba bien, Blaire dio la vuelta al edificio y aparcó junto a su habitación, en la segunda planta.

No le había resultado fácil dejar a Nicky con una extraña, pero el encargado del hotel le había asegurado que se trataba de una antigua niñera jubilada con impecables referencias. Jamás habían recibido una sola queja de ella.

A pesar de lo mucho que la asustaba, Blaire se había visto forzada a confiarle su posesión más preciada a aquella mujer. La visita a la excavación iba a llevarle un par de horas como máximo, pero Blaire jamás se había separado antes de Nicky.

Por razones diversas, sin embargo, Blaire había llegado al convencimiento de que no habría sido justo para Alik que ella hubiera aparecido de improviso con el niño. En primer lugar no deseaba despertar sospechas entre estudiantes y profesores, pero además, y más importante aún, tenía que concederle tiempo a Alik para poder asimilar la increíble noticia de que era padre. Solo el tiempo revelaría si la odiaba lo suficiente como para ocultar todo deseo de conocer a su hijo.

Alik era un hombre de fuertes pasiones e ideales. Y era, además, uno de los hombres más honrados que jamás había conocido. Fueran cuales fueran sus sentimientos hacia ella, jamás habría restado importancia a la noticia que ella acababa de darle.

Sin embargo, llevaban casi un año sin verse, y desde que ella rompiera el compromiso podían haber ocurrido muchas cosas. Para empezar, por ejemplo, Alik no estaba ya en el circuito de profesores invitados a conferencias en las universidades. Blaire no sabía nada sobre la naturaleza del proyecto que estaba realizando en ese momento, y mucho menos sobre su estado de ánimo.

Por mucho que la idea le resultara insoportable era posible que Alik estuviera manteniendo una relación con otra mujer. Podía incluso estar casado. Y si era así, era imposible imaginar el impacto que podía tener sobre su matrimonio la noticia de que tenía un hijo de una relación anterior. Cuanto más pensaba sobre las distintas posibilidades más se alegraba de haberlo preparado todo con antelación.

Pero ¿y si Alik no acudía a ver a su hijo?

Blaire se llevó la mano al cuello.

Si no iba a verlo, entonces significaba que después de haberlo sopesado todo cuidadosamente, Alik había decidido que lo mejor era no ver jamás a su pequeño. Y, si era ese el caso, Blaire había resuelto no cuestionar jamás tal decisión.