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Aquello era lo último que esperaba oír. Alik le dio unas palmaditas en la espalda a Dom.

– Eres un hombre de suerte, ¿lo sabías? Tienes una mujer preciosa que te quiere, una hija pequeña que te adora, y ahora vais a tener un hijo juntos. Deja que te diga algo, Dom. Hacerle el amor a Blaire, concebir a Nicky, ha sido la experiencia más increíble de mi vida hasta el momento, pero no puedes imaginarte lo aterrado que estoy ante la idea de que la mujer a la que amo se case con otro hombre.

Bajo sus cejas negras, los inteligentes ojos de Dominic buscaron los de su amigo por un momento.

– ¿Quieres decir que no has logrado descubrir nada desde que está viviendo contigo? ¿Nada que pueda darte una pista de por qué huyó?

– Pensaba que la causa era mi padre, pero mi madre descubrió el sábado pasado que Blaire estaba conmigo y vino a ver a Nicky. Hasta convenció a Blaire de que viniera a Nueva York, al cumpleaños de mi padre, el próximo sábado. Y, si Blaire está deseando ver a mi padre, entonces mi teoría se viene abajo.

– Alik… -contestó Dominic, sin dejar de maquinar con su brillante cerebro-… ¿se te ha ocurrido pensar cómo es posible que una mujer que el año pasado huyó de ti a toda prisa vuelva a ponerse este año en la misma situación cuando aún no se ha casado?

Alik cerró los ojos apretando con fuerza los párpados.

– Me he hecho tantas preguntas a mí mismo que son casi como un martillo en mi cerebro, pero aún no he conseguido hallar una solución que tenga sentido. Quizá Blaire tenga tanto miedo de que reniegue de nuestro trato que esté dispuesta a hacer cualquier cosa para agradarme.

– ¡No hasta ese punto! Esa es justamente la razón por la que no encaja. Tú y yo hemos sufrido problemas muy similares en nuestra familia. El día en que los dos admitimos que no podíamos superar la situación con respecto a nuestros padres fue un día triste. ¿No crees que quizá haya llegado la hora de admitir que ocurre lo mismo con tu madre? -la pregunta de Dominic quedó en suspense, en el aire-. Excepto por el hecho de que Blaire está deseosa por volver a la escena del crimen -insistió Dom.

– Es más que eso, Dom, me rogó que fuéramos. Su excusa era que teníamos que hacer todo cuanto estuviera en nuestra mano para allanarle el camino a Nicky. Si mi madre se trae algo entre manos con Blaire, no imagino qué pueda ser.

– Ni yo, pero cuando vayas a Nueva York mantendrás los ojos y los oídos bien abiertos, ¿n'est-ce pas? Como decís en inglés, huelo a rata. Y Zane también.

– Lo sé, hablamos el otro día.

– Llegará aquí mañana. Quizá tres cabezas reciban por fin la inspiración divina.

– Eso suena bien -contestó Alik pasándose una mano por el pelo-. No me vendría mal una intervención de Dios, sino, no sé cómo voy a resolverlo, Dom.

– Por desgracia yo he pasado por lo mismo que tú, y sé exactamente a qué te refieres. Vamos, demos una vuelta con los niños por el jardín.

Blaire vio dos figuras altas y masculinas paseando entre el establo y la cabaña de madera, en la distancia. La dureza del paisaje del Oeste, tras la vegetación del lugar de la excavación, formaba un contraste sorprendente.

En el Oeste, el aire helado y seco resultaba mucho más fino. Blaire, que había vivido toda su vida junto al mar, sentía que sus pulmones aún se estaban ajustando a aquella altitud de setecientos metros sobre el nivel del mar.

La esposa de Dominic, Hannah, era una bella rubia, una persona encantadora que irradiaba felicidad y energía. Blaire comprendía que Alik valorara tanto su amistad. Desde su llegada, a mediodía, los Giraud se habían mostrado deseosos de ayudar. Más aún, la habían tratado a ella con cordialidad y respeto. Fueran cuales fueran sus sentimientos, Nicky y ella habían recibido el mismo trato que Alik. Aquella generosidad pesaba sobre Blaire, que veía aumentar su pena al darse cuenta de lo que perdería cuando se marchara a San Diego.

– Creo que se han llevado a los niños consigo -comentó Hannah al entrar en el remolque con las bolsas del supermercado-. Vamos a darnos prisa ahora que están fuera. Deja que te ayude a traer el resto de cosas del coche. Lo guardaremos todo antes de que lleguen los niños muertos de hambre. ¡Otra vez!

Ambas rieron. A Blaire le encantaba Hannah.

– Si insistes, pero entonces te repito que Dominic y tú tendréis que quedaros a cenar. A Alik le encantan los tacos de gamba. ¿Te gustan a ti?

– Bueno, en otro momento te habría dicho que son divinos.

– Ah, pues si prefieres, hago otra cosa.

– No, a ellos les encanta el pescado, soy yo la que tiene un problema. Acabo de descubrir que estoy embarazada.

Blaire dio un grito de satisfacción.

– Pues no creo que Alik lo sepa, sino me lo habría dicho.

– Bueno, supongo que a estas horas Dominic ya le habrá dado la noticia -contestó Hannah-. He tenido náuseas. Me ocurre por las tardes, suele pasárseme hacia las nueve.

– Sé de qué me hablas, Hannah. Para mí el refresco de cola fue un salvavidas durante los nueve meses. Me alegro de haber comprado seis litros esta tarde.

– Bueno -asintió Hannah-, mi ginecólogo me ha prescrito una medicina. Dice que en un par de días estaré mucho mejor.

– Espero que sí.

– No sabes cuánto me alegro de que hayas venido. Este es mi primer embarazo, y como tú acabas de pasar por la experiencia tengo un montón de preguntas que hacerte.

– Pero yo pensaba que Elisabeth…

– ¿Es que no te lo ha contado Alik?

– Me dijo que Dominic había adoptado a Elisabeth -contestó Blaire apartando los ojos-, pero pensé que era tuya.

Tras unos instantes en silencio, Hannah contestó:

– Comprendo. Bueno, mi hermana era una adolescente cuando se quedó embarazada de Elisabeth. El padre huyó. Resumiendo, Dominic y yo la adoptamos, con la bendición de mi hermana, como si fuera nuestra. Ahora mi hermana está felizmente casada, y cuando sean más mayores y estén preparados para asumir esa responsabilidad, esperan poder tener familia.

– ¡Qué maravilloso es eso para Elisabeth! -comentó Blaire con lágrimas en los ojos-. Para todos. ¡Qué suerte! Supongo que vosotros estaréis muy nerviosos de tener vuestro propio hijo.

– Lo estamos -contestó Hannah con voz trémula-. Espero que sea niño. Dominic le tiene mucha envidia a Alik. Tu Nicky es tan dulce, tan guapo como Alik. He pillado a mi marido contemplándolo un montón de veces. Lo mira con anhelo…

– Sí, cuando le mostré a Alik a su propio hijo, aquella fue la imagen más sorprendente que había visto jamás. Sea niño o niña, Dominic se enamorará irremediablemente de él.

– Alik ha cambiado mucho desde que vino aquí la última vez -comentó Hannah mirando a Blaire pensativa-. Le sienta bien ser padre. Escucha, Blaire, no tengo ni idea de qué ocurrió entre vosotros, y desde luego no es asunto mío. Por favor, perdóname si me meto en algo demasiado personal, pero tengo que decirte que quiero mucho a Alik, y te admiro por haberle dicho que tenía un hijo.

Aquellas palabras le llegaron a Blaire hasta lo más hondo del corazón. Ella bajó la cabeza, y Hannah continuó:

– Alik siempre estuvo con nosotros cuando Dominic y yo lo necesitamos, aun cuando estaba destrozado por la ruptura de vuestro compromiso… aun, incluso, cuando las cosas iban tan mal entre nosotros que pensé que nos separaríamos. El hecho de que hayas venido y le hayas ayudado a hacerse a la idea de que es padre… bueno, eso le ha dado energías nuevas en la vida. Comprendo que para ti tiene que ser muy difícil vivir con él ahora, cuando estás planeando casarte el mes que viene. Lo único que puedo decirte es que te admiro por enfrentarte a una situación para la que la mayor parte de las mujeres no tendrían coraje.

– Gracias -susurró Blaire-, pero eres tú quien merece esos halagos. Yo te admiro por cuidar de Elisabeth, por amarla cuando tu hermana no podía hacerlo. Es una historia tan tierna -terminó aclarándose la garganta.