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– Quizá ahora comprendas por qué no me atreví a llevarlo a la excavación. De haberlo visto la gente se habría dado cuenta de un solo vistazo de que…

– ¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada? -exigió saber él sin dejarla terminar.

El lado tierno de Alik había desaparecido. Levantó al niño semidesnudo y lo tapó con la colcha sosteniéndolo contra su hombro. Luego se puso en pie, amenazador. Blaire dio un paso atrás al ver la ira en sus ojos.

– Cuando rompí nuestro compromiso, no sabía que… no sabía que estaba embarazada. Luego, cuando lo descubrí, pensé que lo mejor era no contártelo.

– ¿Por qué? ¡Maldita seas!

Alik hablaba sin elevar la voz. Quizá fuera esa la razón por la que sus reproches sonaban tan rotundos. Blaire enlazó las manos y contestó:

– Te dije que estaba tomando la píldora, pero el ginecólogo me dijo que debía haberlas tomado durante un mes antes de…

– Pero eso no explica por qué no me informaste de que llevabas a mi hijo en tu vientre.

Horrorizada ante aquella agresividad inesperada, Blaire buscó las palabras que pudieran calmarlo. Cualquier cosa excepto la verdad.

– Sabía cuánto me odiabas por haber roto así nuestra relación, mi comportamiento no tenía excusa posible, comprendí que había sido una cobarde. Y todo porque era demasiado inmadura para un hombre como tú. Por eso, dadas las circunstancias, no quise causarte más dolor.

Los rasgos de Alik se endurecieron. Aquello pareció avejentarlo a pesar de tener solo treinta y seis años.

– Y entonces, ¿por qué diablos has venido ahora?

Blaire luchó por contener el llanto que le provocaban sus amargos reproches. «Siento mucho lo que te he hecho, mi amor. Jamás podrás imaginarte el infierno que ha supuesto para mí. Jamás podré explicártelo».

– Porque al tener un niño me he visto obligada a tomar en consideración a otra persona aparte de mí. Antes de que naciera Nicky vivía como en un sueño. Sin embargo, cuando el médico lo dejó sobre mi vientre, de pronto me di cuenta de que en parte era tuyo. En ese momento decidí que vendría a traértelo en cuanto mi ginecólogo me permitiera viajar. No hubiera podido vivir ocultándotelo. Como padre de nuestro hijo, Dios te otorga el derecho a conocer su existencia. Rick… Rick está de acuerdo.

– ¿Rick? -repitió Alik palideciendo.

De no haberlo conocido mejor, Blaire habría jurado que estaba enfermo.

– Rick Hammond, mi novio -Dios mío, las mentiras crecían…-. Él sabe que estoy aquí, y por qué. Quiere ser un buen padre para Nicky cuando nos casemos. Es una buena persona, puedes confiar en él para ayudarme a criar a tu hijo.

Alik se había quedado inmóvil. Aquello hubiera debido bastar para que Blaire se diera cuenta de que era mejor callar, pero llevaba semanas ensayando aquel discurso, y necesitaba decirlo todo de corrido mientras aún tuviera agallas.

– Si… si quieres ver a Nicky de vez en cuando yo estoy dispuesta a arreglar contigo el tema de las visitas. Te daré mi número de teléfono -añadió acercándose a una cómoda para escribir el número en un papel-. Cuando Rick y yo nos casemos te daré el teléfono nuevo.

Al levantar la cabeza, Blaire se dio cuenta de que Alik había dejado al bebé sobre la cama. Atónita, observó que se había tumbado junto al niño y medía su fuerza. La risa profunda que salió de su garganta fue prueba de cuánto le deleitaba estar con su hijo. Blaire había soñado muchas veces con una escena doméstica como aquella entre padre e hijo, pero la realidad, por otro lado, era tan triste, que tuvo que luchar por contener las lágrimas.

– Alik…

Alik siguió haciendo lo mismo, y Blaire se preguntó si la había oído.

– ¿Qué ocurre? -inquirió él sin mirarla siquiera.

– Sé que todo esto ha sido un shock para ti, pero no es necesario que decidas hoy lo que vas a hacer. Si necesitas tiempo, yo lo comprendo.

– No necesito tiempo -respondió él directo-. Quiero la custodia de Nicky.

Era el turno de Blaire de quedarse helada. Era imposible que lo hubiera oído bien. Tenía que calmarse. Alik se enfrentaba a ella solo porque tenía que sacar de algún modo toda la rabia acumulada durante el año anterior. No debía tomar en serio sus palabras. Debía estar agotado, pero en cuestión de segundos se marcharía y todo habría terminado.

Blaire fingió no haberlo oído, buscó el pijama en la bolsa de los pañales y se acercó a recoger al bebé de la cama para llevarlo a la cuna. Sin embargo, Alik lo tema bien agarrado sobre su hombro.

– Tengo que prepararlo para llevarlo a la cama, Alik.

Él se quedó mirándola fijamente.

– Necesito tiempo para acostumbrarme a mi hijo. Aquí hay dos camas. Pareces cansada. ¿Por qué no te acuestas en esa de ahí? Yo cuidaré de él.

– ¡No seas absurdo! -gritó ella.

– Veo que has traído latas de leche en polvo -continuó él en un tono de voz normal, ignorando sus protestas-. ¿Lo has hecho para que yo pueda darle el biberón, o es que no le quieres dar de mamar?

La intimidad de aquella pregunta la pilló por sorpresa. Blaire no esperaba que él pensara en cosas como esa. De pronto, se ruborizó. Aquella reacción era ridícula teniendo en cuenta que habían pasado una noche entera haciendo el amor. Durante aquella noche la expresión «una sola carne» había adquirido un nuevo sentido, y el resultado de todo ello había sido Nicky.

– Le di de mamar en el hospital, pero Nicky desarrolló una erupción cutánea. El pediatra me dijo que era alérgico a mi leche, así que cambiamos al biberón. Cuando estoy en casa utilizo otra leche distinta, pero la de lata es más adecuada para viajar.

No poder dar de mamar a su hijo había sido una gran desilusión para Blaire, pero comparado con los problemas que tenían otras madres no tenía de qué quejarse.

– En ese caso podré darle el próximo biberón. Si no puedes dormir con la luz encendida apágala, a mí no me importa. Nicky y yo nos las arreglaremos a oscuras, ¿a que sí, hijo?

Aquel juego había llegado demasiado lejos. Blaire se sentó sobre la cama frente a él, inconsciente de que arrugaba el camisón con sus inquietas manos. Alik, ocupado tan solo de Nicky, que parecía animado y no dejaba de hacer ruidos, se negaba a mirarla.

– Se está haciendo tarde -añadió Blaire tratando de pensar rápido en una solución-. Le prometí a Rick que lo llamaría por teléfono antes de irme a la cama.

– Adelante, llama, el comportamiento de nuestro bebé ha sido perfecto por ahora. Es un buen momento para hablar. Rick tiene que saber que yo no renuncio a mis deberes como padre. Al contrario, pienso ejercer mis derechos y hacerme cargo de mi responsabilidad desde ahora mismo.

El tono de voz definitivo y resuelto que había empleado Alik la aterrorizaba. Blaire inclinó la cabeza.

– No puedes hacer eso. Él es mi hijo también, Alik.

– Me temo que eso tenías que haberlo pensado antes de entrar esta mañana en el remolque sin ser invitada. Si crees que voy a permitir que crezca llamando papá a otra persona y dejando que esa otra persona lo llame hijo es que no me conoces en absoluto, y yo, desde luego, no te conozco a ti. Excepto, por supuesto, por aquella noche, en que nos conocimos en un sentido bíblico -terminó hiriéndola hondamente de una nueva manera.

Blaire se deslizó de la cama y se puso en pie. Se sentía demasiado incómoda.

– ¿Por qué no te vas a casa y duermes toda la noche? Yo haré lo mismo. Por la mañana los dos nos encontraremos mejor, y podremos hablar durante el desayuno antes de que tome el avión.

La respuesta de Alik consistió en abrazar a su hijo y acariciar su cabeza. Nicky parecía sentirse perfectamente a gusto con él, pero Blaire sentía deseos de gritar.

– Sé que estás enfadado, Alik, tienes todo el derecho a estarlo -continuó ella tras una pausa-. Pero por favor, no nos peleemos a causa de Nicky. Él es un bebé inocente, y no merece más que lo mejor de los dos. Si tú deseas formar parte de su vida yo estoy dispuesta a dialogar para llegar a un acuerdo razonable contigo.