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– Sí, voy a ser razonable -contestó él clavando la mirada en ella-. ¿Cuánto quieres por concederme los derechos exclusivos de su custodia como único padre? ¿Dos millones de dólares? ¿Tres? ¿Cuál es tu precio? ¿Por qué no lo hablamos con Rick? Estoy dispuesto a negociar siempre y cuando la cifra sea razonable.

– Mi hijo no está en venta a ningún precio -contestó ella sacudiendo la cabeza exasperada.

– Hace un segundo no hacías sino recalcar que se trataba de nuestro hijo -replicó él con una sonrisa sarcástica.

– ¡Basta ya, Alik!

– Has sido tú quien ha comenzado viniendo a Nueva York y presentándote así, con nuestro pequeño fait accompli. ¿Acaso creías que porque al final decidieras hacer lo correcto, viniendo aquí a decirme que había sido padre, iba yo a perdonarte tus faltas? -preguntó Alik con las venas del cuello hinchadas de la rabia-. Tenemos un hijo, pero no es una propiedad que podamos pasarnos el uno al otro cada vez que nos interese. Nicky es precioso. Perfecto. Y ya me has robado sus primeras seis semanas de vida. Es evidente que jamás me amaste, porque no quisiste casarte conmigo. Me negaste el derecho a verlo crecer en tu vientre durante nueve meses, y eso no voy a olvidarlo. Pero ya pasó. Ahora lo único que importa es que lo quiero. Pienso luchar por él, Blaire. Y sé que puedo ganar. Tengo amigos en las altas esferas, tengo el dinero que hace falta para conseguir lo que quiero. Espero haber dejado bien claro que quiero a mi hijo. Cuando llames a Rick, díselo de mi parte. Y, seamos sinceros, no importa cuan comprensivo se haya mostrado hasta este momento, si es un hombre, preferirá tener sus propios hijos. Toma -añadió sacando el teléfono móvil de su bolsillo y arrojándolo sobre la otra cama-. Yo pago. Pienso quedarme aquí toda la noche, así que si no quieres que escuche tu conversación tendrás que irte al baño y cerrar la puerta. Pero antes de que te vayas, pásame ese pijama para que se lo ponga al niño. Acaba de bostezar, y eso me recuerda que yo también tengo mucho sueño. Hoy ha sido un día muy duro para los dos, ¿verdad, hijo?

– ¡No puedes quedarte aquí, Alik!

– ¿Qué es lo que te preocupa? Te aseguro que no soy de esos que asaltan a las mujeres que no lo desean y que incluso abandonan a un hombre solo porque les resulta insoportable mirarlo. Recuérdaselo a Rick, cuando te diga que no aprueba el que pases la noche en la misma habitación que yo. Aunque, por supuesto, si es a ti a quien ofendo, ahora que llevas ese anillo, siempre puedes reservar otra habitación. Yo la pagaré.

– Pensé que al hacer ahora lo que debía, tú…

– No… -la interrumpió él con brutalidad-. Jamás has pensado en nadie que no fuera Blaire Regan. Sospecho que Rick es bastante más joven que yo, y que no aprecia mucho su apellido. Probablemente está suspirando por llevarte a la cama si es que no lo ha hecho ya, y rogando para que yo te proporcione el sustento económico que necesitas.

– ¡Cómo te atreves!

Aquellas palabras no le sirvieron de alivio ni siquiera mientras las profería. Alik tenía derecho a estar enfadado. El daño que le había hecho rompiendo su compromiso era mucho mayor de lo que ella había supuesto. De repente, se veía forzada a perpetuar una mentira sobre un novio que ni siquiera existía. Y todo para hacerle saber a Alik que tenía un hijo. ¿Qué había hecho? Si Alik luchaba por la custodia de Nicky, su familia se vería implicada en el asunto, y después de las amenazas de su madre, si ella descubría que el niño era hijo de Blaire…

Blaire se estremeció. Ni siquiera quería pensar en ello. La madre de Alik jamás aceptaría que Nicky fuera un Jarman. Solo el hecho de conocer su existencia crearía tal enemistad entre Alik y su familia que las cosas se torcerían y todo acabaría mal.

Y al final serían Alik y Nicky quienes acabaran destrozados. No podía hacerles eso, no podía dejar que eso sucediera. En aquel instante Blaire necesitaba la sabiduría de Salomón para saber a dónde ir, para evitar que se derrumbara todo en aquella precaria situación.

Se sentía enferma física y emocionalmente. Apagó la luz y se dejó caer sobre la cama para pensar. La precariedad de aquella situación, la falta de esperanza, era como una pesadilla que la sobrepasaba. Se volvió de espaldas a Alik, hundió la cara en la almohada y rompió a llorar.

Tras un instante Alik, con voz grave y masculina, dijo en medio de la oscuridad:

– Hubo un tiempo en el que esas lágrimas me habrían conmovido. Es una experiencia muy desagradable ver cómo te roban sin previo aviso lo que más aprecias en esta vida, ¿verdad, Blaire? Te debía esa experiencia desde hacía tiempo. ¿Sabías que por las noches solía permanecer despierto en la oscuridad, planeando diferentes formas de vengarme de ti? Me hubiera conformado con verte sufrir una décima parte de lo que sufrí yo. Poco podía imaginar que un día aparecerías en mi remolque para proporcionarme el instrumento perfecto con que devolverte la tortura.

Blaire, incapaz de soportar el dolor por más tiempo, se levantó y se apartó el pelo de la cara para decir:

– Puedes considerar tu venganza completa, Alik. Estoy dispuesta a ceder y a humillarme, no voy a perder a Nicky. ¡Es toda mi vida!

– ¿Quieres decir que Ricky no lo es?

– No del mismo modo -confesó Blaire con total sinceridad.

– ¡Pobre desgraciado! Blaire, deberías llevar un cartel advirtiendo del peligro que supone amarte.

Cada palabra de Alik terminaba de rasgar lo poco que quedaba de su ya destrozado corazón. Primero la familia de él, luego Alik. Ya no quedaba nada que salvar.

– Di tu precio -dijo Blaire al fin-. Lo único que te pido es que me prometas que no me llevarás a los tribunales por la custodia de Nicky -continuó. Si Alik lo hacía, su familia se enteraría-. Preferiría… estar muerta.

Un largo y tenso silencio llenó la habitación. El bebé debía haberse dormido en brazos de Alik, porque no hacía el menor ruido.

– Esa proposición es interesante -musitó él con voz sedosa-. Deja que lo piense, te contestaré por la mañana.

La satisfacción que delataba su voz la aterrorizó. Blaire se pasó las siguientes tres horas despierta, atormentada tratando de adivinar cuál sería la respuesta de Alik. Él y el niño, en cambio, se durmieron. La única solución sensata era que Alik le pidiera que vivieran en la misma ciudad. De ese modo, podrían compartir la custodia del niño.

Pero si él la obligaba a ello, entonces la fantástica historia sobre su novio se vendría abajo. Se vería forzada a inventarse un nuevo final para la historia de Rick: que no había querido trasladarse de San Diego, y que por eso habían roto su compromiso. Blaire imaginaba las burlas de Alik si le contaba esa historia.

«Pues ya van dos, Blaire. ¿Cuántos compromisos más vas a romper antes de que los hombres se den cuenta nada más mirarte de que es mejor salir huyendo?».

Para cuando Nicky comenzó a hacer ruidos exigiendo su biberón, Blaire ya se había hecho a la idea de mudarse a Warwick y alquilar un apartamento. El trabajo de Alik los llevaría de una ciudad a otra, pero fuera lo que fuera lo que tuviera que hacer por su hijo, merecía la pena.

En cuanto a los padres de Alik, no tenían por qué saber nada de aquel niño. Gracias a Dios Long Island estaba demasiado lejos como para que el hecho de que la vieran por la ciudad supusiera una amenaza.

Blaire se levantó, encendió la luz y preparó el biberón de Nicky. Cuando se dio la vuelta vio que Alik estaba justo detrás de ella, con el bebé sobre un hombro.

– Quiero darle el biberón, enséñame.

Alik estaba demasiado cerca. Podía sentir su calor corporal. La fragancia del jabón que usaba en la ducha, y que le resultaba tan familiar, emanaba de su cuerpo bronceado asaltando sus sentidos. Sus ojos entornados le recordaban la forma en que solía mirarla cuando despertaba su pasión. Atemorizada, Blaire corrió a buscar la bolsa del bebé.