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– Quieres que te de un beso de despedida?

– Lo quiero, sí. -Había un toque de diversión y de irlandés en el tono que hizo que ella sacudiera la cabeza.

– Seguro. -En un movimiento tan rápido como su sonrisa, tomó puñados del negro cabello que casi caía hasta los hombros, tironeando, y luego estampó su boca contra la de él.

Sintió que el corazón de él saltaba como lo hacía el suyo. Un golpe de calor, de reconocimiento, de unidad. Y ante el sonido de placer que él emitió, ella se volcó entera en el beso, llevándolos a ambos rápido y profundo con una pequeña guerra de lenguas, un rápido pellizco de dientes.

Luego lo empujó hacia atrás, poniéndose ágilmente fuera de su alcance. -Nos vemos, as. -le gritó mientras atravesaba la habitación.

– Que tengas un buen día, teniente. -El lanzó un largo suspiro, y luego se sentó en el sofá. -Ahora, -le dijo al gato- cuanto me va a costar para que volvamos a ser amigos?

En la Comisaría Central, Eve trepó a un deslizador hacia Homicidios. E inspiró hondo. No tenía nada contra los dramáticos precipicios del oeste de México o las calmadas brisas de las islas tropicales, pero había extrañado el aire de ahí: el olor a sudor, café malo, recios desinfectantes y por encima de todo, las poderosas energías que se formaban del enfrentamiento entre policías y criminales.

El tiempo fuera sólo le había afilado los sentidos ante el estruendo sordo de demasiadas voces hablando a la vez, el todavía tranquilo y discordante pitido y zumbido de los enlaces y comunicadores, el apuro de la gente haciendo algo importante para quien fuera.

Escuchó a alguien gritando obscenidades tan rápido que cayeron juntas en un vicioso guiso de palabras que era música para sus oídos.

Bienvenida a casa, pensó alegremente.

El trabajo había sido su hogar, su vida, su simple definición de propósitos antes de Roarke. Ahora que estaba con él, o tal vez porque lo tenía a él, permanecía siendo una parte esencial de lo que ella era.

Una vez ella había sido una víctima indefensa, usada y quebrada. Ahora, era una guerrera.

Entró en la sala de detectives, lista para pelear cualquier batalla que le pusieran delante.

El detective Baxter levantó la vista de su trabajo, y lanzó un silbido bajo. -Guau, Dallas. Hubba-hubba.

– Que? -Confundida, ella miró por sobre el hombro, y luego cayó en que la sonrisa lasciva de Baxter era para ella. -Eres un hombre enfermo, Baxter. Es tranquilizador ver que algunas cosas no cambian.

– Tú eres la que está totalmente cambiada. -El se puso de pie, rodeando los escritorios. -Bonito -agregó, acariciando la solapa de ella con los dedos. – Eres un verdadero muestrario de modas, Dallas. Para vergüenza del resto de nosotros.

– Es sólo una chaqueta -murmuró ella, mortificada. -Córtala.

– Te has bronceado, también. Te hicieron un trabajo de cuerpo completo?

Ella le mostró los dientes en una sonrisa feroz. -Quieres que te patee el culo?

Divirtiéndose, él apuntó con el dedo. -Y que es eso en tus orejas?-Cuando ella levantó la mano, confundida, él parpadeó como sorprendido. -Vaya, me imagino que esos son pendientes. Y son realmente bonitos también.

Ella había olvidado que los tenía puestos. -Quieres decir que los criminales de repente han parado de matar mientras yo estaba fuera por lo que pierdes tu tiempo parado aquí criticando mi guardarropas?

– Sólo estoy deslumbrado, teniente. Absolutamente deslumbrado desde tu impactante presentación. Botas nuevas?

– Muérdeme. -Ella se volvió y siguió su camino ante la sonrisa de él.

– Y ella ha vuelto! -anunció Baxter con un aplauso.

Cretinos, pensó ella cuando se dirigía a su oficina. El Departamento de Policía y Seguridad de New York estaba poblado por un manojo de cretinos.

Jesús, como los había extrañado.

Entró en su oficina, y se paró en seco, apenas un paso más allá del umbral, parpadeando.

Su escritorio estaba despejado. Más aún, estaba limpio. De hecho, el lugar entero estaba limpio. Como si alguien hubiera venido y chupado todo el polvo y la mugre y luego hubiera lustrado lo que quedaba detrás. Con sospecha, pasó un pulgar por la pared. Sí, era definitivamente pintura fresca.

Estrechando los ojos, entró en la habitación. Era un espacio pequeño con una pequeña ventana, un escritorio abollado y ahora lustrado, y un par de sillas con los muelles rotos. El archivador, ahora brillante, había sido despejado. Una planta verde que aparentemente prosperaba, estaba encima de él.

Con un gemido de angustia, saltó hasta el archivador, tirando de un cajón para abrirlo.

– Lo sabía, lo sabía, lo sabía. El bastardo me lo sacó otra vez.

– Teniente?

Gruñendo, Eve miró hacia atrás. Su ayudante estaba parada en la puerta, tan ordenada como la habitación con su almidonado uniforme de verano.

– El maldito ladrón de caramelos encontró mi reserva.

Peabody frunció los labios. -Tenías caramelos en el archivero. -Inclinó su cabeza- Debajo de la M?

– M por mío, maldita sea -Molesta, Eve cerró el cajón de un empujón. -Olvidé sacarlo antes de irme. Que demonios pasó aquí, Peabody? Tuve que leer el nombre en la puerta para asegurarme que era mi oficina.

– Una vez que te fuiste pareció un buen momento para limpiar y pintar. Había una bonita mugre aquí.

– Yo quería usarlo así. Donde están mis cosas? -demandó- Tenía algunos pendientes, algunos cinco, y los reportes de los EM y los barredores del caso Dunwood deberían haber llegado mientras estaba fuera.

– Me ocupé de eso. Hice los cinco y cerré los pendientes, y archivé los reportes. -Ella mostró la sonrisa que danzaba en sus ojos oscuros. -Tuve algo de tiempo en mis manos.

– Hiciste el papeleo?

– Sí, señor.

– Y arreglaste para hacer la limpieza de mi oficina?

– Creo que había organismos multicelulares criándose en las esquinas. Están muertos ahora.

Lentamente Eve deslizó sus manos en los bolsillos, hamacándose en los talones. -Esta no debería ser tu forma de decirme que cuando estoy aquí no te doy tiempo para ocuparte de los asuntos diarios.

– Absolutamente no. Bienvenida de regreso, Dallas. Y tengo que decirte que, wow, te ves realmente tremenda. Elegante traje.

Eve se dejó caer en la silla de su escritorio. -Como demonios me veo usualmente?

– Es una pregunta retórica?

Eve estudió el rostro cuadrado de Peabody, su aspecto robusto contenido por un cuenco de cabello oscuro. -Estoy tratando de pensar si extrañaba tu boca irónica. No, -decidió- Ni un poco.

– Aw, estaba segura de que lo harías. Grandioso bronceado. Imagino que pasaste un poco de tiempo empapada al sol y otras cosas.

– Supongo que lo hice. Y donde conseguiste el tuyo?

– Mi que?

– El bronceado, Peabody. Te diste con una lámpara de sol?

– No, lo conseguí en Bimini.

– Bimini, como la isla? Que demonios fuieste a hacer a Bimini?

– Bueno, tú sabes, de vacaciones como tú. Roarke sugirió que, ya que tú ibas a estar fuera, tal vez yo podría tomarme una semana fuera, también, y…

Eve leventó una mano. -Roarke sugirió?

– Si, él pensó que McNab y yo podríamos usar un poco de tiempo libre, entonces…

Eve sintió que el músculo bajo su ojo empezaba a saltar. Había tomado el hábito de hacerlo cada vez que pensaba demasiado duro sobre Peabody y la moderna relación con el Detective de la División Electrónica.

En su defensa, presionó los dedos contra él. -Tú y McNaB. En Bimini. Juntos.

– Bueno, tú sabes, ya que estamos tratando de que este asunto de somos-una-pareja encaje, parecía una buena idea. Y cuando Roarke dijo que podíamos usar uno de sus transportes y ese lugar que tiene en Bimini, saltamos.

– Su transporte. Su lugar en Bimini. -El músculo saltó contra sus dedos.

Los ojos brillando, Peabody dejó de lado su empaque lo suficiente para apoyar una cadera en la esquina del escritorio. -Hombre, Dallas, era absolutamente ultra. Parece un pequeño palacio o algo así. Tiene su propia cascada en la piscina, y un todoterreno, y unos hidroskys. Y la habitación principal tiene esa cama de gel que parece de la medida de Saturno.

– No quiero escuchar sobre la cama.-

– Y es realmente privado, además piensa que está justo en la playa, por lo que sólo retozamos desnudos como monos la mitad del tiempo.

– Y no quiero escuchar sobre retozar desnudos.

Peabody abultó la lengua contra la mejilla. -A veces estábamos solo medio desnudos. De todas formas, -dijo antes de que Eve chillara- fue mágico. Y quiero darle a Roarke algún tipo de regalo de agradecimiento. Pero ya que él tiene de todo, literalmente, no tengo idea. Pensé que tal vez podrías sugerirme algo.