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– Usted no tiene idea de quien estaba teniendo un romance con su esposa.

– No lo tenía. -El mordió las palabras, saltándole la furia a la cara y volviéndose duro. -No me importa lo que diga nadie. Ella no estaba teniendo un romance. Yo nunca creí… Al principio lo hice, supongo, cuando todo estaba loco y no podía pensar en firme. Marsha no era mentirosa, no me engañaba. Y me amaba.-

Cerró los ojos, pareciendo encerrarse en sí mismo. -Podemos sentarnos?

El se dejó caer en una silla. -Lamento haberme descargado con usted. No puedo estar con la gente hablando de Marsha. No puedo dejar que la gente, los amigos piensen eso de ella. No se merece eso.

– Se encontraron unas cartas en su cajón.

– No me importa de las cartas. Ella no me hubiera engañado. Nosotros teníamos…

El miró hacia atrás, hacia la habitación donde estaba cantando desentonadamente. -Mire, teníamos una buena vida sexual. Una de las razones por las que nos casamos tan jóvenes era porque no podíamos sacarnos las manos de encima el uno al otro, y Marsha pensaba fuertemente en el matrimonio. Le digo lo que yo pienso. -Se inclinó hacia delante. -Pienso que alguien estaba obsesionado con ella, fantaseaba o algo. Le debe haber enviado esas cartas. Nunca supe porque ella no me lo dijo. Tal vez, supongo que tal vez, ella no quería preocuparme. Pienso que él vino aquí cuando yo estaba en Columbus, y la asesinó porque no la podía tener.

Está registrando alto en el medidor de la sinceridad, pensó Eve. Muchas cosas podían ser fingidas, pero cual era el punto aquí? Porque insistir en que la víctima era pura cuando pintándola como adúltera servía al propósito? -Si ese fuera el caso, Sr. Stibbs, realmente no tiene idea de que persona podría ser?

– Ninguna. Estuve pensando sobre eso. Durante el primer año que pasó, pensé constantemente en algún otro. Quería creer que iba a ser encontrado y castigado, que habría alguna suerte de castigo por lo que hizo. Eramos felices, teniente. No habíamos tenido una maldita preocupación en el mundo. Y entonces, pasó eso. -El apretó los labios. -Sólo pasó.

– Lo siento, Sr. Stibbs. -Eve esperó un momento. – Es una niña muy linda.

– Trade? -Se pasó una mano sobre la cara como si quisiera regresar al presente. -La luz de mi vida.

– Volvió a casarse.

– Alrededor de tres años atrás. -Suspiró, sacudiendo levemente los hombros. -Maureen es grandiosa. Ella y Marsha eran amigas. Ella fue una de las pocas que me ayudó a pasar el primer año. No se donde hubiera ido sin ella.

Mientras él hablaba, la puerta del frente se abrió. Una bonita morocha con una bolsa de comestibles, la cerró de una patada. -Hey, equipo. Estoy en casa. No se imaginan lo que yo…

Se detuvo cuando vió a Eve y Peabody. Y cuando su mirada se centró en el uniforme, Eve vió el miedo pintarse en su cara.

CAPITULO 2

Boyd pareció haberlo visto también, porque se levantó y se acercó a ella rápidamente. -No pasa nada. -Le tocó el brazo, en un ligero gesto de reafirmación antes de tomar las bolsas de ella. -Están aquí por lo de Marsha. Un seguimiento de rutina.

– Oh, bueno… Trade?

– En su habitación. Ella está…

Mientras él hablaba, la niña se disparó como una pequeña bala rubia, abrazándose a las piernas de su madre. -Mami! Vamos a las hamacas!

– Los vamos a dejar seguir con lo suyo tan pronto como sea posible. -dijo Eve. -Podríamos hablar con usted un momento, Sra. Stibbs?

– Lo siento, no se lo que yo puedo… Los alimentos.

– Tracie y yo podemos ocuparnos de ellos, no es así, compañera?

– Preferiría…

– Ella no cree que nosotros sepamos donde va cada cosa. -Boyd interrumpió a su esposa con un guiño hacia su hija. -Vamos a mostrárselo. Vamos, linda. Trabajo en la cocina.

La pequeña corrió delante de él, charlando en la extraña lengua extranjera de los niños.

– Lamento este inconveniente. -empezó Eve. Su mirada, fija en el rostro de Maureen, era tranquila, e inexpresiva. -Esto no nos va a llevar mucho. Usted era amiga de Marsha Stibbs?

– Si, de ambos, de ella y de Boyd. Esto es muy triste para Boyd.

– Si, estoy segura de que lo es. Por cuanto conoció a la Sra. Stibbs antes de su muerte?

– Un año, un poco más. -Ella miró desesperadamente hacia la cocina donde se sentían traqueteos y risas. -Ella se fue hace más de seis años ya. Tenemos que dejarlo atrás.

– Seis días, seis años, alguien tomó su vida. Eran íntimas?

– Eramos amigas. Marsha era muy extrovertida.

– Ella nunca le confió que se estaba viendo con algún otro?

Maureen abrió la boca, dudó, luego sacudió la cabeza. -No. Yo no sabía nada. Hablé con la policía cuando sucedió, y les dije todo lo que pude. Lo que sucedió fue horrible, pero esto no lo cambia. Tenemos una nueva vida ahora. Una buena vida, tranquila. Usted viene aquí con esto y sólo hace que Boyd sufra otra vez. No quiero que mi familia se moleste. Lo siento, pero me gustaría que se fueran ahora.

Fuera en el hall, Peabody miró hacia atrás mientras Eve caminaba hacia el elevador. -Ella sabe algo.

– Oh, si, ella sabe.

– Me imagino que vas a presionarla un poco.

– No en su casa. -Eve entró en el elevador. Ya estaba calculando, ya estaba reacomodando las piezas en el rompecabezas. -No con su hija aquí, y Stibbs. Marsha esperó hasta ahora, un poco más de tiempo no es problema para ella.

– Tú crees que él está limpio.

– Pienso… -Eve sacó el archivo en disco de su bolso, y se lo dio. -Tú podrías trabajarlo.

– Señor?

– Trabaja en el caso, Peabody. Ciérralo.

Con la mandíbula colgando, Peabody la miró. -Yo? Como primaria? En un homicidio?

– Puedes hacer el trabajo principalmente en tu propio tiempo, especialmente si conseguimos algún activo. Lee el archivo, estudia los reportes y declaraciones. Puedes rehacer las entrevistas. Conoces el paño.

– Me estás dando un caso a mí?

– Haces las preguntas, y las contestas. Puedo asesorarte cuando lo necesites. Dame copia de todos los datos y reportes del progreso.

Peabody sintió que la adrenalina surgía a través de su sangre, y los nervios le inundaban el estómago. -Sí, señor. Gracias. No voy a dejarla atrás.

– No debes dejar atrás a Marsha Stibbs.

Peabody abrazó el archivo contra su pecho como si fuera un niño amado. Y lo mantuvo ahí durante todo el camino de regreso a la Central.

Mientras salían desde el garage, Peabody le envió a Eve una larga mirada de costado. -Teniente?

– Hmm.

– Me pregunto si tal vez podría preguntarle a McNab si puede asistirme con los datos electrónicos. Los enlaces de la víctima, los discos de seguridad del edificio de apartamentos y todo eso.

Eve enterró sus manos en los bolsillos. -Es tu caso.

– Es mi caso. -repitió Peabody, con un susurro respetuoso. Estaba sonriendo, de oreja a oreja, cuando entraron al corredor que llevaba a la oficina de detectives.

– Que demonios es ese jaleo? -Las cejas de Eve se unieron, sus dedos danzaron instintivamente sobre su arma ante el sonido de golpes, silbidos y el retumbo general que salía de la División Homicidios.

Ella entró primero, revisando la habitación. Nadie estaba en su escritorio o cubículo. Al menos había una docena de debidamente autorizados oficiales de la ley apiñados en el centro de la habitación haciendo lo que sonaba sospechosamente como una fiesta.

Su nariz se movió. Olfateó delicias de panadería.

– Que demonios pasa aquí! -Tuvo que gritar y su voz apenas se sintió a través del estruendo. -Pearson, Baxter, Delricky! -A la vez que acompañaba esto con un rápido puñetazo en el hombro de Pearson, un codazo al estómago de Baxter mientras pasaba a través de la multitud, trató de conseguir algo de atención. -Están bajo la ilusión de que la muerte se ha tomado unas jodidas vacaciones? De donde demonios sacaron esa masas?

Mientras Eve señalaba con un dedo, Baxter se metió una entera en la boca. Como resultado, su explicación fue incoherente. El simplemente sonrió con la boca rodeada de glaseado y señaló.

Ella vió ahora masas, galletas, y lo que parecía haber sido un pastel antes de que una partida de lobos hubiera descendido sobre él. Y divisó a dos civiles en el medio de la partida. El hombre alto y escuálido y la mujer robusta y bonita sonreían de oreja a oreja y servían una suerte de líquido color rosa pálido de una enorme juguera.

– Deténganse! Cada uno de ustedes deténganse y regresen a sus asuntos. Esto no es un maldito servicio de té.

Antes de que pudiera abrirse camino hacia los civiles, escuchó el grito de Peabody.

Se volvió, el arma lista en su mano, y casi se cayó cuando su ayudante la hizo a un lado y se lanzó hacia los civiles.