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Inclinando su cabeza, Roarke hizo un círculo con los dedos. Aunque le molestaba, ella hizo un par de rápidos giros. La chaqueta brillaba, dando provocativas pistas del cuerpo atlético dentro del traje negro y cayendo limpiamente sobre el armamento policial en su espalda.

– Definitivamente lo lograste. -decidió él. Le acarició la mejilla con los dedos, sobre los moretones que ella había ocultado. -Pero desearía que no estuvieras tan preocupada.

– No estoy preocupada. -Tomó el colgante de diamante en forma de lágrima que él le había dado una vez, pasando la cadena por su cuello. Y agregando el medallón de San Judas. -Tengo mi protección. De todas formas, si alguna puta va detrás de mi hombre, la voy a meter adentro. Es todo.

– Querida, eso es tan dulce.

Ella encontró su mirada en el espejo mientras luchaba con los aretes de la Reina del Mar, haciéndola sonreir como lo hacía él. -Sí, esa soy yo. Justo una babosa sentimental. Ponte tu traje, o vas a ir informal?

– Oh, encontraré algo apropiado para no avergonzar a mi sofisticada esposa.

Ella lo observó ir hacia el departamento personal de tiendas que él llamaba armario. -Tu transmisor está activado?

– No. Probado y puesto en espera. Feeney es muy estricto sobre las escuchas del DDE en el dormitorio.

– Okay. Mira que sé que no vas a ir desarmado. Quiero que dejes cualquier arma que estés planeado llevar.

El elegió un traje de noche negro. -Es una orden, teniente?

– No te pongas difícil conmigo, Roarke. Si llevas una de tu colección y hay alguna oportunidad de usarla, vamos a tener problemas de los que no quiero tener que ocuparme.

– Yo puedo ocuparme de mis propios problemas.

– Cállate. Deja tu arma en casa. Te voy a dar una de las mías.

El se volvió, con una camisa en su mano. -Lo harás?

– Saqué una licencia temporaria para ti, sólo por una noche. Tibble me la dio. -Ella abrió un cajón y tomó un pequeño aturdidor. -No es letal, pero te afloja bien los circuitos y no necesitas más que esto para protección personal.

– Esto dicho por una mujer que actualmente tiene más armas que manos.

– Yo tengo la placa, y tú no. No hagas de esto una cuestión de ego masculino. Sé que tú puedes manejarlo por ti mismo, y que prefieres hacerlo de esa forma. Pero esto es jugar limpio. Cualquier error y ella lo usará en la corte para ensuciar el juicio. Tú llevas algo no autorizado y le pones un arma en su mano.

El abrió la boca y ella pudo ver la irritación, la negación en su rostro. Sacudió la cabeza. -Por favor, hazlo por mi.

La iirtación cedió, con un largo siseo. Pero el extendió una mano hacia el aturdidor. -Peleas sucio. A tu manera entonces.

– Gracias.

El por favor, las gracias, en vez de la furia y las órdenes, le dijeron que ella estaba más preocupada de lo que quería demostrarle. -Ya has cubierto cada ángulo, cada contingencia, cada circunstancia. -le dijo él.

– No. -Ella abrió el bolso de noche que llevaba. Su placa, el comunicador, y todavía otra arma que ella no se había sentido obligada a mencionar ya estaban dentro. -Siempre hay algo más. Ella va a estar ahí. Lo sé. Mi estómago lo sabe. Lo vamos a terminar esta noche.

– Todo limpio. No hay señales del sujeto. Comenzando siguiente barrida. Y estos rollitos de huevo están geniales.

La voz de Feeney sonaba clara en el oído de Eve, y era un alivio bienvenido de la conversación de la fiesta en el salón. -Lo copio. -replicó. Dejándole el peso de la charla a Roarke, ella hizo su propia barrida.

Los oficiales que ella había seleccionado se movían a través de la multitud, mezclándose, fundiéndose. Incluso McNab de alguna forma vestido conservadoramente en azul zafiro y amarillo canario, no hubiera causado una segunda mirada. Nadie los notaría como policías, a menos que supieran donde mirar.

Siempre se notaba en los ojos. Llanos, vigilantes, listos, incluso si reían ante una broma o hacían una, incluso si se atiborraban de canapés o bebían agua mineral.

Aparte de las doscientas treinta y ocho personas que habían concurrido, veinte que vagaban por el salón estaban armadas y cableadas. Otras diez cubrían otras áreas públicas como parte del personal y seis manejaban el equipamiento en Control.

La recepción que formaba parte del evento ya estaba casi terminando. Julianna todavía no había hecho un movimiento.

– No podemos tener aquí a nuestros más ilustres benefactores parados sin un trago. -Louise se deslizó hacia ellos, brillando en plata. Le hizo señas a un camarero, tomó dos copas de champagne de la bandeja y se las alcanzó a Eve y a Roarke. -Ustedes ya recibieron el agradecimiento oficial por su donación, pero quisiera agregar uno personal.

– El placer es nuestro. -Roarke la besó en la mejilla. -Te ves resplandeciente, como siempre. Hola, Charles, que bueno verte.

– Roarke. Teniente, estás asombrosa. Un soldado sexy. -El deslizó un brazo de propietario alrededor de la cintura de Louise. -Si alguna vez me llamaran a la guerra, te querría encabezando mis tropas. Temíamos que no pudieras venir esta noche. Delia me dijo como estabas enfrascada en la búsqueda de Julianna Dunne.

Era un constante rompecabezas para Eve. Aquí estaba un hombre, acompañante profesional, con el brazo alrededor de la elegante rubia a la que obviamente se había tirado, hablando sobre la morocha con la que se había citado por meses, y nadie parecía preocupado por eso.

Agregale que la morocha con la que se había citado, y el tipo con el que ella actualmente le daba como un martillo, estaban escuchando cada palabra a través del micrófono de Eve, y tenías algo muy extraño entre manos.

Las relaciones amorosas eran bastante confusas, pensó. Mézclalas con el trabajo policial y volarán limpiamente fuera de órbita.

– Me hice tiempo para pagar mis cuentas. -dijo Eve con una mirada a Louise.

Louise rió. -.Creo que la contribución del millón de dólares ya borró esa pizarra.

– Eso es asunto de él. -le devolvió Eve con un gesto de la cabeza hacia Roarke. -De todas formas, es agradable hacerlo por ti.

– Estupendo elogio viniendo de ti, así que gracias. Vamos a mantener los aburridos discursos después de la cena al mínimo, y luego bailaremos. Pero antes de arrear a la multitud hacia las mesas, necesito robarte a tu esposo.

Eve se acercó un poco más a Roarke. -De pronto prefiero conservarlo. Estoy muy acostumbrada a él.

– Te lo devolveré, sin ningún rasguño. El alcalde pidió específicamente tener una palabra contigo, -le dijo Louise a Roarke. -Le prometí que te llevaría.

– Por supuesto. -Roarke puso a un lado su copa sin tocar, deslizando una mano por la espalda de Eve. -A los políticos les gusta jugar.

– Dímelo a mi. Charles, puedes entretener a Dallas por unos minutos?

Eve tuvo que luchar con el instinto de aferrar el brazo de Roarke y tirarlo hacia atrás. El podía ocuparse de si mismo mejor que nadie. Pero no había estado a más de un pie de distancia de ella desde que habían entrado al Regency. Ella quería mantenerlo de esa forma.

Ella observaba la espalda de él mientras se movía cruzando el salón con Louise.

– Tengo un mensaje para ti, Dallas.

– Eh? Que mensaje?

– De Maria Sanchez. Me pidió que te dijera que eres sólida, y para ser policía, eres una puta muy decente. -Sorbió su champagne. -Asumo que son elogios.

– Más para ti que para mi, diría. Asumo que le has dado la mejor visita conyugal desde que la metieron en la celda, y la mejor que tendrá hasta que salga.

– Sólo diré que si fuera necesario, estoy seguro que podría usarla como referencia. En realidad, era una mujer interesante con una muy simple perspectiva de la vida.

– Y es?

– Todos los jodidos te dejan, así que mejor los dejas primero.

– Alguien debería bordarlo en una almohada. -Cuando ella perdió el rastro de Roarke, su estómago se retorció. -Ah, no puedo ver a Louise. De que color estaba vestida?

– Lo tengo, Dallas. -dijo Feeney en su oído. -Esta cubierto por la cámara, y Carmichael y Rusk se mueven hacia él.

– Plateado. -dijo Charles con no poca sorpresa. El nunca había escuchado a Eve expresar interés en la ropa. -Se veía como si vistiera un rayo de luna.

– Te tiene mal, no, Charles?

– Un caso terminal. Nunca he sido más feliz en mi vida. Sabes lo que es encontrar a alguien que te acepte por lo que eres, y esté dispuesto a amarte de todas formas?

Ella revisó la multitud por Roarke, tranquilizándose un poco cuando lo encontró. -Sí, creo que lo se.

– Eso te hace una mejor persona. Te hace… completo. Y es suficiente filosofía por una noche. -El giró, bloqueándole la vista de Roarke por un momento. -Estos aretes son absolutamente fabulosos. -El tocó uno de ellos, e hizo que su auricular registrara el toque del dedo sobre metal como un sordo gong. -Antiguo?