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– Si. -Ella reacomodó su cuerpo, tratando de hacer blanco en Roarke otra vez. -Proceden de una guerrera.

– Son perfectos para tí. Algo anda mal? -El le tocó la mejilla, atrayendo su atención hacia él. -Pareces un poco distraída.

– Fiestas como ésta me tensan. La gente está empezando a ir hacia las mesas. Mejor que busquemos a nuestras parejas.

– Vamos a sentarnos juntos. Vamos a atraparlos en la mesa. -El la tomó del brazo, sorprendiéndose de sentir los músculos tensos, casi vibrando. -Realmente estás tensa.

Aunque estaba a punto de golpearlo, ella no podía sacudirse a Charles. Y abrirse camino a través de la multitud no era la forma de mantener un perfil bajo. Pero había un zumbido en su sangre que le decía que tenía que encontrar a Roarke, y encontrarlo ya.

– Hay algo que necesito decirle a Roarke, pero lo perdí de vista.

El subyacente tono de urgencia en su voz hizo que Charles la mirara agudamente. -Está bien, Dallas, que está pasando?

– Roarke a las tres en punto. -le dijo Feeney. -A veinte pies de tu posición. La multitud lo bloquea, pero Carmichael y Rusk lo tienen al alcance.

– Dallas?

– Ahora no. -le siseó a Charles y pivoteó hacia la derecha. Era puro instinto lo que la impulsaba hacia delante. Ni lógica, ni razón, sólo el conocimiento primario de que su pareja estaba amenazada. Tuvo un vislumbre de él a través del brillo y el color. La educada diversión en su rostro cuando fue arrinconado por una delicada mariposa de sociedad. Vió a Carmichael ser dejado atrás a codazos por una pareja con smokings que habían bebido un poco demasiado libremente durante la hora del coctel. La irritación en el rostro de Carmichael mientras ella se abría paso.

Escuchó la orquesta arrancar con un brillante tono de jazz. Escuchó el sonido de las risas, el tono de los cotilleos de la gente que criticaba, el arrastrar de los pies cuando empezaban a moverse.

Vió a Louise volverse para hablar con alguien, y bloquear el fácil acceso de Rusk hacia Roarke.

Y vió a Julianna.

Fue rápido como un latido, lento como un siglo.

Julianna vestía el traje de chaqueta blanca y pantalones de los camareros. Su cabello era un suave castaño miel, como una corta y rizada gorra que se veía como un halo alrededor de su rostro. Un rostro cuidadosamente realzado, cuidadosamente compuesto para no resaltar.

Debía haber pasado por una droide, y tenía garantizado por lo menos un despido, mientras caminaba fácilmente a través de los relucientes cuerpos hacia Roarke.

En su mano llevaba un sola copa de champagne.

Su mirada encontró la de Roarke. Lo que fuera que ella vió debió haberla satisfecho, porque sonrió, sólo la suave curva de sus labios sin pintar.

– Objetivo a la vista. -Aunque Eve habló claramente, había demasiada distancia, demasiado ruido entre ellos para que Julianna pudiera escuchar.

Y entonces ella volvió la cabeza y vió a Eve.

Ambas se movieron a la vez, Eve hacia delante, Julianna hacia atrás. Eve tuvo el pequeño toque de satisfacción de ver el gesto de sobresalto cruzar el rostro de Julianna antes de que girara hacia lo más espeso de la multitud.

– Sospechosa vestida como camarera. Cabello y ojos marrones, moviéndose hacia el oeste a través del salón.

Ella corrió hacia adelante mientras hablaba, agachándose, empujando, arrojándose a través de la gente sobresaltada. La retransmisión de Feeney sonaba en sus oídos, haciéndola doblar hacia la derecha, golpeando duramente a un sorprendido camarero. Escuchó el atronador estallido de su bandeja detrás de ella.

Tuvo otro vistazo, vió a Julianna pasarle la copa a un inconsciente hombre mayor antes de doblar la curva de la escalera flotante hacia el segundo nivel. La gente caía en su camino como si fueran muñecos.

– Va hacia arriba. -chasqueó Eve. -Acérquense desde posiciones ocho y diez. Ya, ya, ya!

Corrió derecho hacia el hombre que justo estaba levantando la copa de champagne hacia sus labios. Se la derramó encima del traje y el cristal cayó de su mano estrellándose contra el piso.

– Bueno, caramba!

El estaba lo bastante furioso para tratar de agarrarla por el brazo, y recibió un duro pisotón en el empeine. Va a cojear, pensó Eve mientras corría escaleras arriba, pero está vivo.

– Dentro de esa área, teniente. -Uno de los dos policías que habían corrido para flanquear a Eve hizo gestos hacia un par de puertas dobles. -Se metió adentro. No pude dispararle por miedo a darle a los civiles. Puso los cerrojos y se encerró dentro. No hay modo de salir a menos que decida saltar diez pisos.

– Ella tiene una salida. -Sin dudar, Eve apuntó su arma hacia la puerta y disparó a los cerrojos.

La explosión llegó un segundo después. El chorro de aire caliente golpeó como un puño y envió a Eve hacia atrás por unos buenos cinco pies. Cayó hecha un ovillo, y el arma resbaló fuera de su mano como jabón mojado. Su audífono murió.

El humo llenó la habitación, ahogando y cegando. Oyó el desagradable crepitar de las llamas, y los gritos alrededor de ella, sobre ella, mientras la gente corría gritando con pánico.

Ella extrajo el arma de repuesto de la funda del tobillo. -Oficial caído. Oficial caído. -repitió, con la esperanza de que el micrófono continuara funcionando y viendo a uno de sus respaldos yaciendo inconsciente y sangrando de la cabeza. -Necesitamos asistencia médica, y al departamento de fuego y explosivos. Voy detrás de esa puta.

Se agachó, saltó, y cayó a través de las puertas dentro del humo, en una rápida y corta rodada.

Julianna le saltó sobre la espalda hecha una furia de puños, dientes y uñas.

El sistema de seguridad derramaba agua desde el techo, los ventiladores giraban, las alarmas aullaban. En medio de eso, ellas luchaban como animales sobre la alfombra arruinada.

Por segunda vez ella perdió su arma o era lo que se leería en su reporte. La satisfacción de sentir su puño desnudo impactar en la carne de Julianna era como una canción.

Ella saboreó sangre, la olió. Rodó en ella.

Su mente estaba afilada como laser mientras ambas se mostraban los dientes, yendo en círculos.

– La jodiste, Julianna. Quedate atrás! -chasqueó la orden cuando Roarke entraba en la habitación, unos pasos delante de McNab. -Por todos los diablos, quédate atrás. Es mía.

– Señor.

Roarke apenas se estiró, bajando la mano armada de McNab. -Déjala terminar esto.

– Tú eres la que lo jodió, Dallas. Dejarse ablandar por un hombre.Yo tenía más respeto por ti. -Ella giró y tiró una patada. Le erró a la cara de Eve por un suspiro. -El es como el resto de ellos. Te va a tirar a un lado cuando se aburra de ti. El ya estará metiendo su pene en otra mujer en cualquier oportunidad que tenga. Es lo que ellos hacen. Todos lo hacen.

Eve se enderezó y se deshizo de su arruinada chaqueta. Julianna hizo lo mismo con la suya.

– Te voy a meter adentro. -dijo Eve. -Es lo que hago. Vamos, vamos a bailar.

– Debes mantener las tropas atrás, Ina. -Roarke se estiró para recuperar el arma de repuesto que Eve había descartado cuando puños y pies volaron. -Alguien podría resultar lastimado.

– Hombre. Una pelea de chicas.

Roarke simplemente levantó una ceja, aunque su atención permanecía clavada en su esposa. -Y ese alguien seguramente serás tú si lo dices lo bastante alto para que la teniente lo escuche. Ella necesita hacer esto. -declaró, y sintió el golpe en su propio pecho cuando Julianna pateó a Eve.

Ella no lo sintió. Su cuerpo lo registró cayendo hacia atrás, pivoteando, saltando, finteando. Pero su mente rechazaba el dolor. Sintió la oscura alegría, escuchó el satisfactorio crujido del hueso cuando giró y estrelló un puño en la cara de Julianna.

– Te rompí la puta nariz. Que vas a hacer al respecto?

La sangre caía por la cara de Julianna, arruinando belleza. Su respiración era pesada, como la de Eve, pero estaba lejos de caer. Ella aulló, y corrió hacia Eve.

La fuerza del ataque las envió volando a través de las puertas de la terraza. Los vidrios estallaron, las maderas se partieron. Roarke alcanzó las arruinadas puertas a tiempo para ver a Eve y Julianna caer sobre la baranda en una maraña de miembros y furia.

– Cristo Jesús. -con el corazón en la garganta, corrió hacia la verja, viéndolas caer, todavía envueltas como amantes, sobre el deslizador dos pisos más abajo.

– Eso va a doler. -dijo McNab junto a él. -Uno de nosotros tiene que pararlas, y prefiero no ser yo.

Pero Roarke ya estaba pasando sobre la baranda, y saltando.

– Lunáticos. -McNab guardó su arma en la funda y se preparó para seguirlo. -Somos todos un puñado de lunáticos.

El deslizador vibraba bajo los golpes de los cuerpos. Los civiles que habían tenido la mala suerte de estar a bordo escapaban como ratas de un barco hundiéndose.

La delgada prenda de seda que Julianna vestía bajo el uniforme estaba desgarrada y ensangrentada. Las luces brillaron sobre su pecho parcialmente expuesto cuando dio una patada voladora a Eve en el hombro, seguida de otra.