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Eve disparó el puñetazo bajo y escuchó el explosivo salir del aire cuando acertó el golpe en el estómago de Julianna.

– Pelear en prisión no es como pelear en la calle, puta. -Para probarlo, Eve embistió con el codo bajo la mandíbula de Julianna, tirándole la cabeza hacia atrás. -Pero veremos cuanto tiempo para ejercicios te darán cuando vuelvas a la celda.

– No voy a volver! -estaba peleando ciegamente ahora, y sólo más brutalmente. Logró meter un golpe bajo la guardia de Eve y le rastrilló la mejilla con las uñas.

Ella vió a los hombres subiendo rápidamente por el deslizador por sobre el hombro de Eve. Escuchó los gritos y los pies que corrían detrás de ella. En ese momento, su cuerpo sentía un dolor que nunca había experimentado, y se maldijo a sí misma por caer en una trampa, maldijo a Eve por maniobrarla.

Pero la guerra no estaba perdida. No podía perder. Retírate, ordenó su mente. Y siguiéndo su propio consejo, saltó del deslizador, empujando con fuerza para salvar la distancia hacia el restaurante al aire libre.

Aquellos que cenaban estaban ya parpadeando. Varios gritaron cuando la mujer ensangrentada, su rostro ennegrecido por el hollín, los ojos salvajes, los dientes desnudos, aterrizó atravesando las encantadoras mesas con tapa de vidrio y brillantes velas.

Dos mujeres y un hombre se desmayaron cuando la segunda mujer, igualmente desgreñada, cayó volando, los pies por delante, y aterrizó en el carro de los postres.

Hubo algunos chapoteos y gritos cuando algunos clientes cayeron en la piscina.

Arrinconada por los policías que antraron a través de las puertas de restaurante y los otros que venían de la ahora detenida glida, Julianna se enfocó en lo único que le importaba. Aferró una botella de un merlot superior, estrellándola contra una mesa. El vino se desparramó como sangre mientras volvía hacia Eve el cortante filo.

– Te voy a matar. -Lo dijo con calma, aunque las lágrimas dejaban rastros en la mugre de su rostro.

– No disparen. -ordenó Eve cuando uno de los policías tomó puntería. -Ni un maldito disparo. Esta es mi operación. Es mi cuello. -Ella se sintió mejor cuando vió a Roarke detrás de ella. -Es mía. -más que decir lo gruñó.

– Entonces acábalo. -El habló en voz baja, sólo para ella. -Ya le has dedicado bastante de tu tiempo.

– Veamos si tienes las agallas, Julianna, para tratar de abrirme la garganta con eso. Vas a tener que ser rápida. Va a ser sucio. Nada ordenado, ni delicado como envenenar a algún pobre viejo.

Ella giraba mientras hablaba, evaluando su chance, planeando sus movimientos. -Cual es el problema, Julianna? Tienes miedo de tratar con el asesinato directo?

Con un grito de rabia, de insulto, de odio, Julianna cargó. Eve sintió la sensación de engrentar a la muerte difundirse friamente en su cuerpo. Saltó sobre sus pies, con una pierna pistoneando hacia fuera, luego la otra. Las dos rápidas patadas acertaron en la cara de Julianna y la enviaron volando hacia atrás, aterrizando sin gracia en una de las mesas de vidrio.

Ella pasó a través de él, aterrizando duramente en una fea lluvia de vidrios. -Reglas básicas de combate. -dijo Eve cuando se inclinó, levantando a Julianna de los rizos. -Las piernas son generalmente más largas que los brazos.

Ella le susurró en el oído a Julianna. -No deberías haber ido detrás de lo mío. Gran error.

Aunque aturdida Julianna logró mostrarle los dientes. -Voy a volver, y los voy a matar a ambos.

– No lo creo, Julianna. Creo que estás lista. Ahora te voy a dar tu derecho civil de permanecer en silencio. -Y diciéndolo la golpeó de lleno en la cara y la noqueó.

Eve la dió vuelta, le puso las esposas, y luego se enderezó y retrocedió. -Peabody.

– Ah, si, señor. Aquí Estoy.

– Mira que a esta prisionera se le lean sus derechos, la transporten a una instalación apropiada, y le den toda la atención médica que requiera.

– Apuéstalo. Teniente?

Eve volvió la cabeza, esparciendo sangre en forma poco elegante. -Que?

– Sólo quería decírtelo, tú eres mi dios.

Con una media sonrisa, Eve despejó una silla. Se sentó. El dolor estaba empezando a filtrarse y prometía ser alucinante. -Sácala de aquí para que puedan empezar a limpiar este desastre. Voy a ir a archivar los informes y dispersar el equipo después de limpiarme un poco.

– Ella no va ir antes de mañana. -corrigió Roarke. Levantó un gran botella de agua intacta, la abrió y se la alcanzó a Eve.

– Dos horas. -Eve echó hacia atrás la cabeza y bebió como un camello.

Prudentemente Peabody optó por permanecer fuera de esta batalla particular también.

– Lamento el destrozo de tu bonito hotel.

– Tú hiciste todo el trabajo. -El atrajo una silla y se sentó frente a ella. El rostro estaba amoratado, sangrando, sucio, sus nudillos en carne viva e hinchados. Un corte profundo entre los numerosos arañazos de su brazos requeriría tratamiento. Pero por el momento el sacó un pañuelo, desgarró una de las servilletas de lino de la mesa, y le hizo un rápido vendaje de emergencia. -Y también hiciste uno bueno con mi bonita esposa.

– Sólo estaba entreniéndola por gusto. Tú sabes, jugando con ella un rato.

– Oh si, pude verlo, particularmente cuando la entretuviste cayendo con ella de una terraza en un décimo piso.

– Eso estuvo fuera de los planes, pero no pasó nada. -Ella bajó la mirada y por un momento quedó paralizada y sin habla. El traje estaba desgarrado desde el cuello, con el material flameando y dejando asomar sus pechos. El agujero bajaba desde el centro de su cuerpo hasta la entrepierna. Una pierna estaba rasgada y abierta hasta la cadera.

– Bueno, que mierda. -Ella tironéo tratando de cubrirse los pechos. -Podrías haberme dicho que estaba sentada aquí casi desnuda.

– Cuando se queda atrás y mira a dos mujeres pelear, es con la esperanza de que la ropa termine desgarrada. -Pero se levantó, se despojó de su chaqueta y se la ofreció.

– Aquí están tus opciones. Un centro de salud u hospital, los TM, o una habitación aquí donde Louise pueda esaminarte y tratarte.

– Yo no…

– … quieres discutir conmigo por esto. Querías capturarla con tus propias manos. De otra manera hubieras usado tu arma.

– La perdí cuando…

– El cuchillo aún está en tu bota. -El puso una mano suavemente sobre las de ella. -Dí lo que necesites decir en tu reporte oficial, Eve, pero no pretendas hacerlo conmigo. Hiciste lo que necesitabas hacer, y lo comprendo. Yo hubiera hecho lo mismo si alguien hubiera ido tras de ti por mi culpa.

– Okay.

– Hiciste lo que necesitabas hacer, y yo no interferí. Crees que fue simple para mi?

Ella pateó un poco de vidrio roto con su bota. -No.

– Ahora déjame hacer lo que necesito hacer, y no interfieras. Cual de estas opciones prefieres?

– Me quedo con Louise. -acordó ella. -Aún cuando debe estar realmente furiosa conmigo por arruinarle su elegante función de caridad.

– Lo que demuestra lo que sabes de estos asuntos. Ella no hubiera conseguido la clase de publicidad y atención para su causa que esta pequeña aventura le traerá. Y si ella no lo piensa de esa misma forma, sólo tendrás que recordárselo.

– Bien pensado. -Ella se estiró, despejándole el pelo de la cara. -Te amo. Me siento bien diciéndolo ahora.

– Yo siempre me siento bien escuchándolo. Vamos ahora, teniente, trata de ponerte de pie.

Ella se tomó de su mano, empezando a levantarse. El oyó que tragaba, siseaba y casi ahogaba un gemido.

– Okay, ouch. -Ella tuvo que volver a sentarse, tomar aliento. -Ni siquiera pienses en cargarme. -Anticipándose a él, ella levantó la mano. -No con todos esos policíal alrededor. Cosas como esta socavan tu autoridad.

– Yo creo que tu autoridad se mantiene firme, particularmente después de esta noche. Aparte de todo. -El la levantó en brazos, tan gentilmente como pudo. -Puedes echarle la culpa a la reacción exagerada del civil preocupado.

– Sí, de acuerdo. -El dolor irrumpía a través de ella como una manda de búfalos. -Me está llevando mi esposo.

– Ahora, mi esposo es un término raro viniendo de tu boca.

– No se me va pegar mucho en la lengua. Sabes, es una forma bastante interesante de empezar el segundo año de este matrimonio.

– Ciertamente parece un trabajo para nosotros.

El cargó a su soldado herido fuera del campo de batalla. Y consideró como se enojaría su esposa cuando viera que él le había dado un bloqueador lo bastante fuerte para noquearla hasta la mañana.

***