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»Pero la narración continuaba. Talos procedía de una nación de grandes navegantes y logró escapar del desastre a bordo de una nave recubierta de escamas de bronce. Así llegó a la costa de lo que un día sería nuestra tierra de al-Andalus…

»Pero su viaje no iba a terminar aquí…

»Seguí traduciendo aquel texto lleno de maravillas y mi asombro fue en aumento con cada nuevo párrafo. Hasta que tuve una conciencia clara de la gran importancia que aquello iba a tener para nuestro reino. No podía seguir manteniendo el silencio sobre lo que había descubierto, de modo que escribí una copia de mi traducción para la biblioteca del sultán y solicité audiencia en palacio.

»Recuerdo que estuve esperando frente a la Sala de Embajadores, mirando la inscripción grabada sobre la puerta, que dice: Entra con compostura, habla con ciencia, sé parco en palabras y sal en paz. Yo no deseaba hacer otra cosa, si me daban la oportunidad, pero no me quedó más remedio que aguardar allí durante casi toda la mañana, hasta que uno de los secretarios vino a anunciarme que el sultán iba a recibirme por fin.

»La atmósfera en la gran Sala de Embajadores estaba empañada por el humo del ámbar de sihr, pero esto no me impidió reconocer al sultán Abu al-Hasan, el muley Hacen, repantigado sobre una montaña de almohadones. Me pareció que su cuerpo estaba mucho más hinchado y su piel más amarillenta que lo que recordaba de la última vez que lo había visto. También tenía los ojos inflamados y cubiertos de pequeñas venas rojas. Era evidente que la enfermedad que lo aflige, esa clase de epilepsia que se dice que envenena su sangre, seguía degradando su cuerpo.

»El gran visir Abu al-Qasim Bannigas permanecía en pie tras el sultán. A pesar de ser un hombre enjuto y de aspecto débil, era sorprendente la fuerza de su mirada, penetrante como la de un halcón, que parece capaz de leer los más ocultos pensamientos. Saludé en los términos que correspondía a la dignidad de los presentes. Al sultán muley Hacen en primer lugar y a continuación a su gran visir.

»-Lisán al-Aysar -me dijo al-Qasim con su potente voz, en contradicción también con la fragilidad de su cuerpo-, hace tiempo que no te veíamos por aquí. Me alegra comprobar que sigues bien, pues siempre he sentido aprecio por tu familia.

»-Gracias, eminencia. Que la bondad de Allah me dé fuerzas para serviros.

»-Bueno, dinos qué se te ofrece. Solicitaste esta audiencia y te ha sido graciosamente concedida por el sultán. Te ruego que presentes tu caso.

»Me apresuré a hacerlo. Hablé de las planchas plúmbeas, de cómo las había encontrado y descifrado, y le entregué a al-Qasim la copia de la traducción, asegurándole que ese documento había sido escrito expresamente por mi mano para que mi príncipe dispusiera de un ejemplar en su biblioteca. Durante un buen rato, y con una expresión de desdén en los labios, el visir hojeó aquellos papeles. Luego se dirigió al sultán:

»-Señor, se trata tan sólo de un texto traducido de alguna lengua antigua… Tirio, afirma el faquih en la introducción. En él está narrado que una tal… Talos, sacerdote de un dios pagano, huyendo de una gran catástrofe, navegó en una nave de bronce hacia el mar que se extiende fuera de… ¿Qué lugar es éste?

»-Eminencia, las «Columnas de Melqart» de las que habla el texto son Djabal Tarik -me apresuré a explicarle-. La Montaña que, por desdicha, está ahora en manos de los infieles. Gibraltar, así la llaman ellos.

»Advertí que varios secretarios y escribas sentados en tarimas dispersas por la sala tomaban nota de mis palabras.

»-Asombroso -dijo al-Qasim-. Pero sigo sin entender muy bien la utilidad de todo esto, faquih. Son sólo mitos paganos… Un cuento como tantos otros narrados por los Antiguos.

»Miré de reojo al sultán. En apariencia permanecía ajeno a la conversación, con los ojos perdidos en algún punto situado entre los mocárabes del techo.

»-Los mitos, eminencia -dije sin desanimarme-, en ocasiones pueden tener una base real. Y ésta es una de esas ocasiones… Pero deberíais leer toda la traducción…

»-No es necesario -dijo al-Qasim dejando a un lado el pliego-, háblanos tú de su contenido. ¿Qué se dice en el resto?

»-En él se cuenta con detalle cómo Talos el Rojo cruzó el Djabal Tarik, para dirigirse hacia un país situado más allá del mar Occidental…

»-Si hacemos caso a los antiguos sabios griegos -señaló al-Qasim pensativo-, la Tierra es redonda, una esfera perfecta…

»-Así es, eminencia -le respondí, inclinando mi cabeza para saludar su erudición.

»-Por lo que al otro lado del mar Occidental deberíamos encontrarnos con Oriente -conjeturó-, Catai y Cipango, que ciertamente son tierras llenas de riqueza, pero situadas a una distancia tan inmensa que ningún barco podría alcanzarlas…

»Era el punto al que yo quería llegar, de modo que dije:

»-Pero el texto afirma que no es así, eminencia. Hay Otro Mundo situado en medio del mar Occidental, del que nada sabemos. Fue conocido por los antiguos tirios, pero era algo que deseaban mantener oculto. Difundieron historias de monstruos y toda suerte de horrores que aguardaban a aquellos navegantes que decidieran aventurarse en al-Bahr al-Mudlim al-Muhît, [4] así llamado porque la influencia de estas historias ha llegado hasta nuestros días. Pero no hay monstruos ni peligros insuperables para alcanzar ese Otro Mundo. En el resto del manuscrito se explica cómo hacerlo. Se habla de las corrientes marinas, de los vientos alisios, de las jornadas de navegación, de cómo seguir el camino que marcan las estrellas…

»-¿Es eso lo que se indica en el resto del manuscrito? -preguntó el visir.

»-Así es, eminencia. Los hombres que huyeron hacia esa Otra Tierra dejaron descrito el viaje que iban a realizar para que otros supervivientes pudieran seguirlos. Éste es el documento que yo poseo y que permitiría a una nave de nuestro reino cruzar sin peligro el mar Occidental.

»Me detuve, emocionado y sin aliento. El sultán me miraba al fin, tal vez admirado por mi vehemencia. Le hizo una seña a su Visir, que se inclinó hacia él para escuchar lo que Abu al-Hasan tenía que decirle al oído. Después volvió a incorporarse y me preguntó:

»-¿Propones a tu sultán que financie ese fantástico viaje a través del mar, sin otra evidencia que ese texto encontrado en tu jardín?

»-He investigado mucho, eminencia -le respondí sin amilanarme-, y he encontrado antecedentes a esta aventura. Documentos que atestiguan que este viaje ya se realizó con éxito, hace trescientos setenta años, por navegantes de al-Andalus.

»-¿Es eso cierto? -preguntó incrédulo-. Jamás oí tal cosa.

»-No es muy conocido -dije-, pero ocho hermanos de una familia llamada al-Mugarribún zarparon hacia Poniente y, tras más de dos meses de navegación, llegaron a una isla habitada por «hombres rojos». Quizá una colonia de antiguos tirios…

»Y fue entonces cuando el muley Hacen se dignó hablarme por primera vez. Con una voz que era casi un susurro, preguntó:

»-¿Crees que son ciertas todas esas viejas historias?

»-Firmemente, sultán y señor mío, a quien Allah conceda la victoria sobre los infieles. Sois el más poderoso de los príncipes, pero al mismo tiempo sois el custodio de esta sagrada tierra de al-Andalus, en cuya defensa tantos han muerto. Ahora está en vuestras sabias manos esta carga, pero ved que si yo estoy en lo cierto, esta aventura podría suponer una gran oportunidad para nosotros. Granada se asfixia entre el odio de los infieles y la indiferencia de nuestros hermanos musulmanes. Necesitamos respirar a través de nuevas rutas, de nuevas salidas para nuestros comerciantes, de nuevos aliados…

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[4] El mar Tenebroso Circundante o Envolvente. Otro de los nombres del Atlántico.