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Obligar a un lisiado a subir hasta lo más alto del teatro, por ejemplo. Subí renqueando los elevados escalones de piedra, un tramo después de otro y otro, hasta alcanzar, finalmente, la última fila. Demetrio miraba hacia un lado, estaba admirando el maravilloso espectáculo del monte Etna que se elevaba al oeste, coronado de nieve, manchado por cenizas en su cima y con una columna de humo negro ascendiendo en volutas desde sus fauces hirvientes.

Las vistas desde allí arriba, desde lo alto del gran teatro de Tauromenium son, verdaderamente, para dejar sin aliento, pero mi aliento ya había casi desaparecido por completo debido al esfuerzo del ascenso, y no estaba de humor para apreciar el esplendor de lo que se veía frente a nosotros.

César estaba apoyado en la mesa de piedra que había en el espacio libre de la última fila, donde los vendedores de vino exhiben sus mercancías durante el intermedio. Frente a él tenía un enorme pergamino desplegado.

—Éste es mi plan para la mejora de la isla, Pisandro. Ven a echarle un ojo y dime qué te parece.

Era un gran mapa de Sicilia que cubría toda la mesa. Dibujado prácticamente a escala natural, podría decirse. Pude ver grandes círculos rojos, quizá media docena de ellos, marcados en él de manera muy visible. Aquello no era para nada lo que yo esperaba, ya que el propósito aparente de mi reunión de esa mañana era la discusión del plan de César para la renovación del teatro deTauromenium. Entre mis diversos conocimientos, tengo ciertas nociones de arquitectura. Pero no, no. En la mente de Demetrio ese día no figuraba en absoluto la renovación del teatro.

—Ésta es una hermosa isla —dijo—, pero su economía ha estado deprimida durante décadas. Propongo despertarla acometiendo el programa de construcción más ambicioso que Sicilia haya conocido nunca, Pisandro. Por ejemplo, justo aquí, en nuestro pequeño y hermoso Tauromenium, existe una flagrante necesidad de un palacio real apropiado. La villa en la que he estado viviendo los pasados tres años está bien situada, sí, pero es demasiado modesta para ser la residencia del heredero al trono, ¿no te lo parece?

Sí, sí, modesta. Treinta o cuarenta habitaciones al borde del abrupto acantilado, desde donde se domina toda la ciudad con una vista perfecta sobre el mar y el volcán. Dio unos golpecitos sobre el círculo rojo situado en la esquina superior derecha del mapa que rodeaba el lugar donde se encuentra elTauromenium, al noreste de Sicilia.

—Imagínate que convertimos la villa en un palacio adecuado, ampliándolo un poco por el lado del acantilado, ¿eh? Ven conmigo y te explicaré lo que quiero decir.

Fui renqueando detrás de él. Me llevó alrededor de la mesa hasta una parte de mapa que representaba el litoral, y donde era visible el pórtico de su villa. Entonces procedió a describir una sucesión de ampliaciones en cascada, apoyadas sobre fantásticas terrazas sustentadas a su vez por enormes contrafuertes, que soportarían la estructura a lo largo de todo el acantilado, hasta llegar a la misma orilla del mar Jónico, muchos metros por debajo.

—Esto me facilitaría mucho las cosas para llegar hasta la playa, ¿no te parece? ¿Y si construyéramos una especie de trazado que descendiera por el lateral del edificio con un vehículo suspendido por cables? En lugar de tener que tomar la carretera principal hasta la playa, podría descender directamente desde el interior de mi palacio.

Los ojos se me abrieron como platos, de pura incredulidad. Semejante estructura, en caso de que pudiera construirse, requeriría cincuenta años para levantarla y mil millones de sestercios para costearla. Diez mil millones quizá.

Pero aquello no era todo. Ni de lejos.

—Después, Pisandro, en Panormus necesitamos hacer algo para acomodar a la realeza cuando viene de visita. —Deslizó el dedo hacia el oeste por la parte superior del mapa hasta el puerto grande situado en la costa norte—. Panormus es donde a mi padre le gusta quedarse cuando viene aquí, pero el palacio tiene seiscientos años de antigüedad y deja bastante que desear. Me gustaría derribarlo y construir en su lugar una réplica a escala natural del Palacio Imperial del monte Palatino, quizá con una réplica del Foro de Roma en la parte inferior. Eso le gustaría. Le haría sentirse como en casa cuando estuviera de visita en Sicilia. Y cuando vamos de caza por el interior de la isla, contamos con un refugio agradable, ese maravilloso y viejo palacio de Maximiano Hercúleo, cerca de Enna, pero prácticamente se está derrumbando. Podríamos erigir un palacio completamente nuevo sobre su emplazamiento, digamos… al estilo bizantino. Teniendo mucho cuidado de no dañar los mosaicos existentes, por supuesto.Y luego…

Mientras escuchaba, mi estupefacción iba creciendo por momentos. La idea de Demetrio de volver a despertar la economía siciliana implicaba la construcción por toda la isla de palacios reales inconcebiblemente caros. En Agrigento, en la costa sur, por ejemplo, donde a los soberanos les gustaba ir a visitar los magníficos templos griegos que se encuentran allí, y en la cercana Selinus, el cesar pensó que estaría bien construir un duplicado exacto de la famosa villa de Adriano enTibur, como una especie de alojamiento turístico para ellos. Pero la villa Adriana tiene el tamaño de una ciudad pequeña. Sería necesario un ejército de artesanos y al menos un siglo para construir su hermana gemela en Agrigento. Para el extremo occidental de la isla, tenía algunas ideas sobre la construcción de un castillo de primitivo y tosco estilo homérico (fuera cual fuese el estilo que él imaginara que debía de ser el homérico), aferrado románticamente a la cima de la ciudadela de Erice. Después, más abajo, en Siracusa… Bien, lo que él tenía pensado para Siracusa habría llevado al Imperio a la bancarrota. Un grandioso nuevo palacio, naturalmente, pero también un faro como el de Alejandría y un Partenon que doblara en tamaño al original y una docena más o menos de pirámides como las de AEgyptus, sólo que quizá un poco más grandes, y un Coloso de bronce en el puerto como el que hubo en Rodas y… soy incapaz de enumerar la lista entera sin echarme a llorar.

—Está bien, Pisandro ¿qué me dices? ¿Ha existido alguna vez un programa de construcción como éste en la historia del mundo?

Su rostro estaba radiante. Demetrio César era un hombre muy apuesto, y, en aquel momento, transfigurado por su propio plan megalomaníaco, parecía un auténtico Apolo, aunque un Apolo chiflado. ¿Qué podía decirle yo ante todo aquel torrente que acababa de liberar? ¿Que pensaba que era la locura más descomunal? ¿Que dudaba mucho de que hubiese oro suficiente en las arcas de su padre para financiar el coste de tamaña absurda empresa? ¿Que moriríamos todos mucho antes de que aquellos proyectos pudieran concluirse? Cuando el emperador Ludovico, su padre, me asignó al servicio del cesar Demetrio, ya me había alertado de su temperamento imprevisible. Un comentario inoportuno y podría verme lanzado como un trapo por los mismos escalones que acababa de i subir con tanta fatiga.

Pero como sé cómo deben manejarse las cosas cuando se habla í con la realeza, con tacto pero sin empalago, dije:

—Es un proyecto que me produce sobrecogimiento, César. No me resulta posible recordar nada equivalente.

—Exactamente. Nunca ha habido nada como esto, ¿verdad? ; Pasaré a la historia. Ni Alejandro ni Sardanápalo,[5] ni el mismo César Augusto acometieron nunca un programa de obras públicas tan ambicioso. Tú, por supuesto, serás el arquitecto jefe de todo el proyecto, Pisandro.

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5

También llamado Assurbanipal (669–627 a.C), fue el último de los grandes monarcas de Asiria. (N. del t.)