– Estás preciosa esta noche, Hayley -le dijo Jeremy, repasándola con la mirada y deteniéndose en el escote-. Realmente encantadora.
Hayley no pudo evitar que se le escapara la risa.
– Gracias, Jeremy, aunque debo admitir que todo el que me lo dice lo hace con una expresión de asombro en el rostro. Debo de estar bastante horrorosa la mayor parte del tiempo.
Jeremy inclinó la cabeza hacia atrás y se rió.
– En absoluto, querida -le aseguró, volviéndola a repasar con la mirada-. En absoluto.
En el otro extremo del salón, Stephen oyó la risa de Jeremy Poppleport [9]. Había observado disimuladamente cómo aquel hombre entraba con Hayley en el salón y luego el modo en que la devoraba con los ojos. Stephen conocía demasiado bien el significado de aquella mirada. Era la mirada de un hombre a quien le gustaba lo que veía, que lo deseaba.
Los dedos de Stephen se apretaron contra la base de la copa de vino que tenía en la mano. Luchó con todas sus fuerzas para no dejarse llevar por el deseo de aporrear a Poppledink hasta convertirlo en polvo. Y, para empeorar todavía más las cosas, Lorelei Smythe volvía a estar a su lado, cada vez más pegada a él e intentando conducirlo hacia un íntimo rincón del salón. Se había dejado guiar por ella al principio porque le había cogido desprevenido y no quería ser grosero con la gente con la que se relacionaba Hayley y su familia. Pero ya había decidido que iba a darle a aquella pesada exactamente dos minutos más de su tiempo y luego prescindiría de tan molesta compañía.
– ¿Le gusta mi casa, señor Barrettson? -le preguntó Lorelei cuando se encontraban en una relativa intimidad cerca de las ventanas.
Él ni siquiera se había fijado en el color de las paredes.
– Sí. Es preciosa, señora Smythe.
– Llámeme Lorelei. Mi marido, que en paz descanse, me compró esta casa varios años antes de su muerte prematura.
– Le acompaño en el sentimiento -musitó Stephen, con la atención puesta en la pareja que había en el otro extremo del salón.
– Oh, ya hace dos años de su muerte -dijo haciendo un gesto con la mano para quitarle importancia-. Ya tengo el luto bastante superado.
Stephen se forzó a mirarla directamente. Era innegablemente atractiva, con cabello marrón claro y avispados ojos castaños rebosantes de sensualidad. Su cuerpo era exuberante, un hecho patentizado por sus voluptuosos senos, insinuantemente comprimidos contra el brazo de Stephen, y la pasmosa cantidad de carne que le sobresalía por encima del escote. Hubo un tiempo, no muy lejano, en que probablemente Stephen habría mostrado por ella el mismo interés que ella demostraba por él, y la noche habría culminado en un encuentro sexual mutuamente satisfactorio.
Pero las cosas habían cambiado.
Stephen miraba a Lorelei Smythe de forma desapasionada, experimentando nada más que una ligera molestia ante sus empalagosas atenciones. Estaba tenso y aburrido, y no había nada que le apeteciera más que cruzar el salón a toda velocidad y lanzar a Jeremy Popplepuss [10] por la ventana. El muy canalla estaba prácticamente desnudando a Hayley con los ojos.
Los ojos de Stephen se achinaron hasta reducirse a meras ranuras cuando vio que Jeremy se inclinaba sobre Hayley para decirle algo al oído. Independientemente de lo que le hubiera dicho, un atractivo rubor riñó inmediatamente las mejillas de Hayley. Poppledop [11], sin lugar a dudas, iba a salir despedido por la ventana. De cabeza.
– Hacen buena pareja. ¿No cree? -le susurró Lorelei al oído.
– ¿Quiénes?
– Jeremy y Hayley, por supuesto, aunque debo decir que me sorprenden un poco los gustos de Jeremy. Creo que le pega mucho más Pamela. Es mucho más adecuada para él que Hayley.
Stephen se volvió hacia Lorelei.
– ¿Eso cree? ¿En qué sentido?
A Lorelei se le escapó una sonora carcajada.
– Bueno, Hayley es tan… no sé muy bien cómo expresarlo. Tan larguirucha y tan poco femenina. Pamela es mucho más señorita, pero parece ser que su corazón ya está ocupado por otro hombre. -Su mirada se detuvo en Pamela y Marshall, que estaban conversando junto a la chimenea.
– En el caso de que Jeremy esté realmente interesado por Hayley -prosiguió Lorelei-, ella sería estúpida si rechazara su proposición. Ya no es ninguna niña, y no puedo imaginarme a ningún otro hombre cortejándola. -Miró a Stephen a los ojos-¿Sabe que no hace mucho Hayley y Jeremy tuvieron una relación… muy estrecha?
– Sí, pero tenía la impresión de que Popplepart [12] no estaba dispuesto a hacerse cargo de toda la familia de la señorita Albright. -«Es evidente que es un completo idiota.»
– Popplemore… Jeremy me ha confiado que, puesto que lo más probable es que Pamela se case pronto, y los niños ya no son tan pequeños, cree que podrá convencer a Hayley para que delegue parcialmente el cuidado de sus hermanos en Pamela.
– ¿Ah, sí? -preguntó Stephen con una calma sólo fingida. Si Poppledart [13] estaba barajando la idea de que Hayley dejara tirada a su familia, aquel tipo todavía era más estúpido de lo que él creía. Un impulso arrollador de agarrar a aquel desgraciado por el cuello y sacudirlo hasta que le castañearan los dientes se adueñó de Stephen. Mientras contemplaba la posibilidad de dejarse llevar por ese impulso, le interrumpió su fastidiosa voz interior. «Déjalos en paz. Ella merece ser feliz y, si Popplepuss es el hombre que va a hacerla feliz, es mejor que te mantengas al margen. Te vas de Halstead mañana. No la volverás a ver nunca más. No estropees lo que podría ser su última oportunidad para ser feliz.»
Stephen aspiró profundamente y se obligó a relajarse, a luchar contra aquellos celos que le corroían ante la idea de que Hayley estuviera con otro hombre. Ella no era suya, no le pertenecía. No tenía ningún derecho a impedir que Hayley estuviera con otro hombre. De hecho, lo mejor que podía hacer por ella era lanzarla en los brazos de Jeremy. Sólo con pensarlo se le revolvían las tripas. «¡Maldita sea! No creo que sea capaz de ser tan considerado.»
– ¿Le importaría traerme otro vaso de vino? -le preguntó Lorelei con una voz ronca que pretendía ser seductora.
Stephen hizo un esfuerzo por centrarse en su acompañante. La mirada de sugerente invitación en los ojos de Lorelei era inequívoca. La mejor forma de incitar a Hayley a pasar la velada con Poppledart sería ocuparse en otra actividad.
– ¿Un vaso de vino? Por supuesto. -Cruzó el salón y se dirigió hacia la mesa de las bebidas, contento de poder alejar puntualmente la atención de sus mortificantes pensamientos.
Hayley estuvo sonriendo, aunque sólo por fuera, durante toda la cena, pero, por dentro, estaba furiosa. Lorelei presidía la mesa, con Jeremy a su derecha y Stephen a su izquierda. Sentada al lado de Jeremy y prácticamente enfrente de Stephen, Hayley observó, sumida en la desdicha y la desesperación, cómo Lorelei coqueteaba descaradamente con este último durante toda la cena, sonriéndole con los ojos y apretando su escandaloso escote contra su brazo.
Pero lo que más le dolía de todo era que Stephen también estaba coqueteando con ella. Aquella encantadora y devastadora sonrisa dirigida a Lorelei, aquellos ojos verdes que la miraban con sensualidad y admiración, hicieron que a Hayley le entraran ganas de gritar.
[9] En inglés,
[10] En inglés,
[11] En inglés,