Выбрать главу

– Podíamos haber empezado por ahí -señaló Ferne.

– Pero mis intenciones no se hubiesen cumplido -dijo Dante-. Venga, métete ahí y hazte unas fotos en que aparezcas aburrida y virtuosa.

– ¿Sugieres que no soy aburrida ni virtuosa?

– ¿Qué parte de la pregunta quieres que te conteste?

– Dejémoslo estar -contestó ella a toda prisa.

Cuando terminaron con todas las formalidades, Dante la llevó a un café junto a la playa.

– Si crees que la villa parece una casa de locos, espera a mañana cuando llegue el resto de la familia.

– Son muchos, ¿no? Creo que Hope dijo que seis.

– Así es, aunque no todos viven aquí. Luke y Minnie vienen de Roma. Justin y Evie de Inglaterra con Mark, el hijo de Justin, y sus gemelos.

Y tú también estarás, así que, ¿de quién es la habitación que me han asignado? Alguien acabará durmiendo en el sofá por mi culpa y no lo puedo permitir. Tengo que irme.

– ¿Y dónde te quedarás, en un hotel? ¿Sin dinero ni papeles?

– Bueno, si pudieses dejarme algo de dinero, te lo devolvería…

Dante negó firmemente con la cabeza.

– Lo siento pero no. Sería de lo más inadecuado decir en el hotel que eres una persona de fiar cuando ni siquiera sé que lo eres. Y hay que saber comportarse con decoro, ¿no es así?

A pesar de su inquietud, ella no pudo evitar reírse.

– Tú -dijo con voz lenta y llena de intención- no reconocerías el decoro aunque éste te golpease en la nariz… cosa que estoy tentada de hacer en este momento.

– ¡Maldición! -dijo él con voz teatral-. Puede ver a través de mí. Bueno, admitiré mis verdaderas razones. Había pensado retenerte aquí como mi prisionera, sujeta a mi voluntad. El dinero podría ayudarte a escapar, y eso no casa con mis malvadas intenciones.

– Me pregunto si podría adivinar esas malvadas intenciones -dijo ella con sequedad.

– Bien, no es que sea especialmente sutil, ¿verdad? ¿Pero tengo que serlo? Estás en mi poder.

– ¡En tus sueños! -rió ella.

– En ellos también -respondió él mirándola con deseo.

– No, no quería decir… Oh, tú sabes lo que quería decir.

– Un hombre puede soñar, ¿no? -preguntó él, con intención.

– Puede soñar todo lo que quiera, siempre y cuando no confunda los sueños con la realidad -dijo ella, también con intención-. Y no has respondido a mi pregunta. ¿De quién es mi habitación?

Él no contestó, pero torció la boca.

– Oh, no, por favor, no me digas…

– Si te vas a poner así, podríamos compartirla -sugirió él.

– ¿Quieres dejarlo ya, por favor?

– Muy bien, vale, no me comas. No puedes culpar a un hombre por intentarlo.

– Puedo. Lo hago.

– No lo harías si estuvieras sentado donde estoy yo, mirándote.

Ferne se rindió. ¿Cómo hablar en serio a un hombre que la miraba con tanta malicia?

Pero iba a ser divertido descubrirlo.

CAPÍTULO 3

– SI VAS a rechazarme, tendré que consolarme con las fotos que te he hecho -le indicó Dante.

– Las he borrado -contestó ella rápidamente.

!Y un cuerno! Si no borraste las pruebas del mal comportamiento de tu pareja, ¿cómo ibas a deshacerte de unas fotos tuyas en las que apareces como el sueño de todo hombre?

– ¿Quieres dejar de hablarme así?

– ¿Y por qué iba a hacerlo?

¿Qué podía decir? «Porque me produce una excitación para la que aún no estoy preparada».

Reconoció que era un hombre inteligente, le había dejado claro que le atraía sexualmente, pero lo había hecho de tal modo que podía sentirse relajada y libre de presiones estando con el. No dudaba que, si le hiciese la más mínima insinuación, él se metería en su cama en un segundo. Pero si no se la hacía, sabía que se sentaría allí a decir tonterías, ofreciéndole su tiempo.

Se preguntó cuántas mujeres habían caído en sus brazos y qué había sido de ellas al acabar el romance. Sospechaba que Dante era el que siempre decía adiós, sin implicarse demasiado, sin alargar mucho el asunto, pero su instinto le decía que había mucho más algo demasiado profundo como para ser analizado.

Volvieron lentamente a la villa, donde la comida ya estaba preparada.

– Algunos sólo aparecen justo antes de comer -se burló Francesco.

Había ido a su casa y regresado con su esposa, Celia, a la que presentó.

A Ferne le habría costado adivinar que Celia era ciega. Era inteligente y despierta, claramente consciente de lo que ocurría a su alrededor. Enseguida entablaron conversación en la terraza, hablando de sus trabajos. Celia se dedicaba a hacer la vida más accesible para los invidentes.

– Estoy trabajando en un proyecto para que el teatro sea más agradable -dijo-. Consiste en un auricular que describe la acción. Francesco y yo estuvimos en Londres hace un par de meses y fuimos a un montón de espectáculos para que yo pudiese recoger algunas ideas. En uno de ellos todo el mundo estaba loco con el protagonista, Sandor Jayley. Decían que estaba increíblemente atractivo con su túnica romana. Pero Francesco no me lo dijo. Lo descubrí después, cuando publicaron en el periódico unas fotos de Sandor deliciosamente escandalosas. ¿Qué pasa?

Dante había resoplado con fuerza. Al ver lo horrorizado que estaba, Ferne rompió a reír.

– ¿He dicho algo que no debía? -rogó Celia.

– No, en absoluto -rió Ferne-. Es sólo que…

Le resumió la historia y Celia se tapó la boca horrorizada.

!Oh, no! ¿Qué he hecho? No pretendía… Por favor, por favor…

– No pasa nada -se apresuró a decir Ferne-. Hace mucho que empecé a ver el lado divertido de todo aquello. ¡Oh, cielos! -empezó a reír otra vez y, tras calmarse, intentó tranquilizar a Celia diciéndole que no estaba al borde del colapso. Le llevó un rato, pero al final lo consiguió. Cuando levantó la vista, Dante la observaba con una extraña sonrisa y una mirada que podía ser de admiración. La voz de Hope les llegó desde dentro de la casa. -Ferne, querida, ¿estás ahí? Necesito que me ayudes. -Volveré en un minuto -dijo Ferne, apresurándose. Celia oyó cómo se alejaban los pasos de Ferne y entonces se volvió hacia Dante.

– Es increíble -le dijo-. Eres un hombre afortunado.

– ¿Qué te hace pensar que es mía?

– Francesco dice que no puedes apartar los ojos de ella. -Y con razón. Merece la pena mirarla.

– ¿Y de verdad ha superado lo de ese hombre al que llaman «piernas atractivas»?

– Te importaría no hablar de eso? -dijo Dante poniéndose tenso.

– Te tiene pillado, ¿verdad?

– Me niego a contestar -dijo él pasado un momento-. ¿Nos vamos a comer?

Esa noche fue una de las más agradables que Ferne disfrutó jamás. Cuando se puso el sol, encendieron las luces del jardín y todos se levantaron de la mesa para acabarse el vino bajo los árboles.

– Vayamos donde podamos disfrutar del ocaso de Nápoles.

Dejó que la guiase hasta un lugar entre los árboles donde podían contemplar el milagro que estaba teniendo lugar sobre la bahía. Durante un instante, la luz se tomó roja, como si fuese a prender el mar, y la contemplaron en admirado silencio.

Finalmente, todos regresaron a la casa. Había que acostar a los niños, y Hope quería irse a la cama temprano. Ferne se alegró de poder retirarse a su habitación y quedarse a solas para reflexionar sobre todo lo que le había sucedido.

Para pensar en Dante Rinucci.

Era atractivo, gracioso, sexy y estaba dispuesto a divertirse. Dado que ella sentía lo mismo, no había problema, excepto por la vocecilla interior que no dejaba de decirle: «¡Ten cuidado!».

«Pero, ¿cuidado de qué?», se preguntó a sí misma. «Hay algo en él que no encaja».

«Tonterías. Me estoy imaginando demasiadas cosas».

Se puso el camisón, sacó su ordenador portátil y lo conectó a la cámara digital. En un momento estaba contemplando las fotografías que le había hecho Dante, intentando reconocerse en ellas.