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– Eres un buen chico, Conor. Siempre lo fuiste. Y te has convertido en un buen hombre. Tengo entendido que estás casado.

– Sí. Y Olivia, mi esposa, va a tener un bebé. Y Dylan y Brendan están a punto de casarse también. Dylan en Junio y Brendan después, cuando vuelva con Amy de Turquía.

De uno en uno, Fiona fue reencontrándose con sus hijos después de tantos años. Ninguno se mostró resentido, tal como había esperado Keely, la cual se preguntó cómo podían aceptar la vuelta de su madre tan fácilmente después de haberlos abandonado hacía tanto. Luego recordó que les habían contado que estaba muerta.

Cuando Fiona llegó a Liam, las lágrimas le fluían en abundancia. Lo apretó contra el pecho y le dio un fuerte abrazo.

– Eres el que más me preocupaba -dijo-. Sabía que Conor, Dylan y Brendan eran fuertes. Y los gemelos se tenían el uno al otro. Pero me daba miedo que te sintieras solo.

– Sobreviví, mamá. Todos lo hicimos. Y nos alegra que vuelvas, aunque haya tenido que pasar tanto tiempo.

– Estáis hechos unos hombretones -dijo Fiona, sonriente, abarcándolos a los seis con la mirada. Luego se sorbió la nariz y se giró hacia la última persona de la sala. Respiró profunda antes de saludar-. Hola, Seamus.

– Hola.Fi.

– Ha pasado mucho tiempo -comentó esta acercándose a él.

Seamus le tomó la mano en un gesto de caballerosidad que sorprendió a Keely. Sintió que a ella también se le saltaban las lágrimas al ver a sus padres juntos. A juzgar por cómo se miraban, era evidente que todavía había algo entre los dos.

– Tenemos toda una familia, ¿no te parece? -dijo Seamus.

Fiona rió. Keely había esperado desconfianza, animadversión, tal vez sarcasmo por parte de su madre. Pero Fiona miraba a su marido como si no se hubieran separado nunca y siguieran siendo la misma pareja joven que estaba empezando su aventura en Estados Unidos, Seamus con sus sueños y Fiona confiando en que este haría realidad los de ella.

– No has cambiado nada -añadió Seamus-. Sigues siendo la chica más guapa que conozco.

– Tenemos muchas cosas de qué hablar – dijo Fiona.

– Sí -murmuró Seamus-. Muchas cosas. ¿Te enseño el pub? Me va bastante bien. Servimos bebidas y comida. Y hay una mesa de billar en la parte de atrás. ¿Quieres ver la cocina?

– Me encantaría.

Ambos desaparecieron, dejando a los siete hijos totalmente mudos. Brian sacudió la cabeza.

– Fijaos en el viejo -dijo con respeto-. Quién diría que es el mismo hombre que nos contaba todas esas historias sobre los increíbles Quinn. Después de todo este tiempo y está completamente embelesado.

– ¿Qué historias? -preguntó Keely.

– Ah, tendremos que contarle a Keely algunas de las historias, para que conozca los peligros de enamorarse -contestó Brendan-. Según papá, el amor destruirá a cualquier miembro de la familia Quinn que sucumba a su llamada. Como ves, Conor es un desastre, y Dylan y yo estamos en este mundo porque tiene que haber de todo. Y a Sean, Brian y Liam les están intentando echar el lazo unas mujeres perversas. Tú no estarás enamorada, ¿no?

– No, no, en absoluto -contestó Keely.

Aunque era una mentira descarada, no tenía valor para explicar que estaba enamorada… de un hombre al que odiaban. Tendría que solucionar esa cuestión más adelante, cuando fuera necesario, si llegaba el caso.

– Bueno, supongo que tenemos que hablar con el abogado de Seamus e informarlo de que tenemos un nuevo testigo -dijo Conor-. ¿Y dices que nuestra madre puede saber dónde encontrar a Franklin?

– Comentó que su esposa había dicho algo de un hermano que vivía en Florida Keys y que llevaba una auditoría. Si lo encontráis, puede que sepa dónde está Lee Franklin.

– ¿Sabes? -Conor pasó el brazo sobre los hombros de Keely-. En todas las historias de los increíbles Quinn, nuestros antepasados aparecían a caballo para rescatar a una damisela en apuros. Parece que esta vez eres tú quien ha venido en nuestro auxilio, así que está claro que das la talla como increíble Quinn. -Me alegra ser de ayuda -dijo ella. ¿Pero sería suficiente para borrar su otro pecado?, ¿el pecado de amar a su enemigo? ¿Aceptarían que Rafe formara parte de su vida?, ¿o el resentimiento sería demasiado grande? No podría saberlo hasta que no les hablara de su relación con él. Pero, tal como había dicho Seamus, ya habían tenido bastantes sorpresas ese día.

Esa confesión tendría que realizarla en el momento preciso… si es que al final llegaba a realizarla.

El día de la reapertura el pub estaba hasta los topes cuando Rafe entró. Se acercó despacio a la barra y se sentó cerca de un extremo. Echó un vistazo a su alrededor hasta encontrar a Keely. Estaba de pie, junto a la mesa de billar, hablando con dos mujeres que estaban jugando a los dardos. La mujer de Conor y la prometida de Dylan, si no se equivocaba. Keely no llevaba mandil, de modo que supuso que no estaba trabajando. Deseó poder quedarse a solas con ella un momento. Solo así, quizá, pudiera solucionar las cosas.

Se había enterado de la decisión del jurado. Se había negado a presentar cargos contra Seamus. Al principio había pensado que había existido algún tipo de amaño, pero luego se había enterado de que habían localizado a Lee Franklin, el cual había realizado una declaración jurada de que Seamus no había intervenido en la pelea que había tenido lugar en el Increíble Quinn, sino Ken Yaeger, en estado de embriaguez. De hecho, Seamus estaba intentando parar la pelea cuando Sam Kendrick había caído al mar por un violento cabeceo del barco en medio de la tormenta. Indignado, Seamus Quinn había corrido la voz sobre el comportamiento de Ken Yaeger y ningún capitán lo había vuelto a aceptar en su tripulación durante años.

Lo cual explicaba el rencor de Yaeger hacia Seamus. Todo encajaba y si no se hubiese precipitado, Rafe podría haber evitado los problemas que le había creado a Seamus Quinn… y los que entorpecían su relación con la hija de este.

La muerte de su padre había sido un accidente. Rafe siempre había pensado que no podría continuar con su vida hasta saberlo con certeza. Pero una vez que estaba seguro, se sentía vacío, a la deriva, como si siguiera buscando algo. O a alguien. Hasta ese momento, había tenido demasiado miedo para arriesgarlo todo: para jugarse el corazón. Pero ya no tenía que pensar en el pasado. Podía tener un futuro con Keely y quería intentarlo.

La miró mientras se acercaba a la diana. Llevaba unos vaqueros que se ceñían a su trasero y un top con un escote bajo que dejaba al descubierto ese punto entre sus pechos que tantas veces había besado. Se estaba riendo y, aunque el sonido de su risa quedaba ahogado por la multitud. Rafe se sorprendió sonriendo.

– ¿Te pongo algo?

Rafe levantó la vista y, de pronto, notó cómo cambiaba la expresión, en un principio amistosa, de Liam Quinn.

– ¡Eres tú! -exclamó-. No sé cómo te atreves a venir aquí después de todo lo que nos has hecho.

– Solo quería averiguar la verdad -contestó Rafe-. ¿Cómo iba a imaginar que Yaeger mentía?

– Sean, mira quién ha venido -Liam llamó a su hermano-. Es nuestro amigo Rafe Kendrick. Ha venido a presentarnos sus respetos.

El bullicio del bar fue apagándose mientras los seis hermanos se acercaban al extremo de la barra. Rafe se levantó, dispuesto a pelear con todos si hacía falta. No se acobardaría. Seis contra uno no le dejaba muchas opciones, pero no saldría corriendo… si eso suponía alejarse de Keely. Tenían la misma estatura y el mismo peso que él aproximadamente. El problema sería si lo atacaban todos a la vez. Entonces la pelea terminaría antes de empezar.

– No he venido a crear problemas -explicó Rafe-. Solo quiero hablar con Keely.