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Como esperaba, la noticia animó considerablemente a las chicas.

– ¿En serio? -exclamó Jenny.

– Sí, claro. El estilista llegará en cualquier momento. ¿Queréis venir con nosotros?

Apenas tuvieron tiempo para decir que sí antes de que sonara el timbre. Jenny y Julie corrieron a abrir.

– ¡Dios mío! -exclamó el hombre que esperaba en el porche-. Decidme que Duncan no está saliendo con dos mellizas. Aunque sois guapísimas. ¿Nunca habéis pensado trabajar como modelos?

Las mellizas rieron, encantadas.

Cuando Annie llegó al salón, un hombre alto y rubio estaba mirando a sus primas de arriba abajo.

– Me encanta el pelo -estaba diciendo, mientras tocaba las puntas de Julie-. Pero tendrías que cortártelo a capas para darle más volumen. Y prueba con una sombra de ojos oscura, te dará un aspecto más sexy.

– Hola -dijo Annie.

Él levantó las dos cejas.

– Ah, tú pareces la típica profesora de primaria, así que debes ser Annie. ¿Cómo se te ha ocurrido decirle que sí a Duncan? Ese hombre es un canalla. Muy sexy, lo admito -sonrió-. Soy Cameron, por cierto. Y sí, ya sé que es un nombre de chica. Siempre le digo a mi madre que ésa es la razón por la que soy gay -Cameron miró a Kami, que acababa de entrar en el salón-. No sé quién eres, cariño, pero eres una auténtica preciosidad. Qué exótica.

Kami rió, encantada.

– Venga ya.

– Lo digo en serio.

Annie presentó a las chicas mientras Cameron se sentaba en el sofá y sacaba unas carpetas del maletín.

– Siéntate aquí, guapa -le dijo, tocando el asiento-. Tenemos que revisar los horarios. Duncan tiene que acudir a quince eventos de aquí a Navidad y tú tendrás que acompañarlo en todos. Tienes la información necesaria, ¿verdad?

Ella asintió, aunque sólo había leído la biografía básica.

– Impresionante. Se pagó la carrera con una beca de boxeo.

Cameron sonrió.

– ¿Y eso te sorprende?

– La verdad es que sí. No es muy normal pagarse la carrera con una beca de boxeo.

– Su tío es Lawrence Patrick, el boxeador.

– Yo he oído hablar de él -dijo Julie-. Ahora es mayor, pero fue muy famoso.

Annie también había oído hablar de él.

– Una familia muy interesante.

– Duncan fue educado por su tío. Es una historia fascinante, pero ya te la contará él mismo. Vais a pasar mucho tiempo juntos.

No era algo que Annie quisiera recordar precisamente, pensó mientras tomaba una carpeta con un cuestionario. Duncan quería que lo rellenase para fingir que lo sabía todo sobre ella…

¿Cómo se le había ocurrido decir que sí? Aquello era una locura.

Pero antes de que pudiera pensar en echarse atrás, Cameron las había llevado a las cuatro hasta la limusina. Y cinco horas después, Annie estaba agotada. Se había probado docenas de vestidos, blusas, pantalones, faldas, chaquetas y zapatos. Había fruncido el ceño ante bolsitos diminutos de todas las formas posibles y soportado que una señora muy seria le tomase las medidas para el sujetador.

Ahora estaba en la peluquería, con el pelo envuelto en papel de plata, esperando que se le secasen las uñas.

Cuando por fin terminaron con las compras había sido un alivio llegar al salón de belleza porque al menos allí podía sentarse.

Cameron apareció con un vaso de agua mineral y un plato de fruta y queso.

– ¿Cansada? -le preguntó.

– Más que cansada. No había comprado tantas cosas en toda mi vida.

– La gente subestima la energía que hace falta para ir de compras -sonrió él, sentándose a su lado-. Hacerlo bien requiere mucho esfuerzo.

– Aparentemente.

Aunque a ella le había parecido que todos los vestidos le quedaban bien, Cameron había insistido en que las costureras los metieran de aquí y allá para que quedasen «perfectos».

Y también le dio un papel con la lista de los vestidos y trajes, seguida de la de los zapatos y bolsos que combinaban con cada uno. Annie soltó una carcajada.

– Debes pensar que soy tonta. Aunque la verdad es que no sé si podría recordar todo esto.

– Estar estupenda no es fácil. Por eso los estilistas ganamos tanto dinero.

– ¿Eres famoso?

Cameron sonrió modestamente.

– En mi mundo, sí. Tengo algunos clientes muy conocidos y varios empresarios como Duncan, que quieren que mantenga sus vestidores a la moda sin ser demasiado llamativos. Aunque a Duncan le da igual la ropa, es un hombre muy normal.

– ¿Cómo os conocisteis?

– Éramos compañeros de facultad. Dormíamos en la misma habitación.

Si Annie hubiera estado bebiendo agua en ese momento se habría atragantado.

– ¿En serio?

– Sí, lo sé, resulta un poco raro. Pero por lo menos nunca queríamos ligar con la misma persona -rió Cameron-. Entonces yo estudiaba Historia del Arte, pero un año después me di cuenta de que lo mío era la moda, así que me marché a Nueva York e intenté ganarme la vida como diseñador -añadió, con un suspiro-. Pero no tengo paciencia para crear y hay que coser tanto… no, definitivamente no es lo mío. Empecé a trabajar como comprador personal en unos grandes almacenes y poco después me dedicaba sólo a los clientes más exclusivos. El resto, como suele decirse, es historia.

Annie intentó imaginar a Duncan y Cameron compartiendo habitación en la universidad, pero le resultaba imposible.

– Ya veo.

– ¿Y tú? ¿Cómo has acabado saliendo con el lobo feroz?

– ¿Es así como lo llamas?

– No a la cara, me daría una paliza -respondió Cameron.

Pero lo decía sonriendo y en sus ojos veía un brillo de afecto, de modo que le contó el problema de su hermano.

– No podía dejar que Tim fuese a la cárcel cuando tenía una posibilidad de salvarlo.

– Cariño, eres demasiado buena. Ten cuidado con Duncan, de verdad es un ogro.

– No te preocupes por mí, no estoy interesada en él.

– Eso lo dices ahora, pero Duncan es muy carismático -insistió Cameron-. Deja que te dé un consejo: no te dejes engañar por ese amable exterior. Duncan es un luchador, tú no. Si hay una batalla, ganará él.

– Aunque me enamorase daría igual. En serio, no es mi tipo.

– Tú no eres Valentina.

– ¿Quién?

– Valentina, su ex mujer. Era guapísima, pero mala como una serpiente. Y fría como un témpano. ¿Te acuerdas de esa frase de Pretty Woman? Lo de ser capaz de hacer cubitos de hielo en el trasero de alguien. Pues ésa era Valentina.

Le sorprendió saber que Duncan había estado casado, aunque seguramente no debería sorprenderla porque era un hombre muy atractivo, en la treintena y multimillonario… era normal que hubiese encontrado a alguien con quien compartir su vida.

– ¿Desde cuándo está divorciado?

– Desde hace un par de años. Y a mí Valentina me daba pánico -Cameron fingió un escalofrío-. Bueno, pero olvidémonos de Duncan. ¿Y tú qué? ¿Por qué una chica tan estupenda como tú no está casada?

Annie tomó una fresa del plato. Buena pregunta, pensó.

– He tenido dos relaciones serias. Las dos veces me dejaron y los dos dijeron que me veían más como una amiga que como el amor de su vida.

Lo había dicho con una sonrisa, como si no importara, como si no le hubiera dolido. Aunque no los echaba de menos, ya no. Pero empezaba a preguntarse si había algo raro en ella, si le faltaría algo.

Las dos relaciones habían durado un total de cuatro años y medio y ella había estado enamorada… o eso quiso creer. Desde luego, había sido capaz de imaginar un futuro, una familia. Sólo se había acostado con esos dos hombres y para ella el sexo estaba bien. Tal vez no era tan mágico como lo que contaban sus amigas o lo que leía en las novelas, pero estaba bien.