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– Hay una tienda en el vestíbulo -insistió.

– Quizá no tengan mi número.

– Muy bien, Mallory -esa vez sí sonrió. -Has forzado mi mano. Yo he aprendido algo sobre ti en este viaje y a ti no te gustan los insultos ni los desafíos. ¿Tienes miedo de dar un paseo por la playa? ¿Te asusta estar a solas conmigo?

– Eso es ridículo -musitó con rigidez.

Justo en ese momento la camarera llegó con sus platos.

– ¿Desean algo más?

– No. gracias -respondió Mallory.

– Entonces, que lo disfruten -se dirigió hacia la siguiente mesa.

– Será mejor que empecemos -Jack tomó el tenedor. -Y piensa en reunirte conmigo en la playa dentro de una hora.

Mallory abrió la boca, pero volvió a cerrarla, aceptando lo inevitable.

El desayuno de Mallory se enfriaba en el plato mientras Jack había devorado todo. ¿Cómo iba a poder comer cuando la habían arrinconado… para su placer? Pero a pesar de lo mucho que quería estar con él, no podía perder el control de sí misma o de la situación.

Dejó la servilleta sobre la mesa.

– Estoy lista, ¿y tú?

Él enarcó las cejas con evidente sorpresa por su disposición a ir después de los obstáculos que había sembrado antes.

– ¿No quieres cambiarte?

Mallory se levantó y desabrochó el botón superior de la chaqueta; luego se la quitó para quedarse con la blusa.

– Estoy bien.

– Eres obstinada -movió la cabeza-, ¿verdad?

– Forma parte de mi encanto -se encogió de hombros y dejó que firmara la cuenta, que era un gasto del bufete, en todo caso. Se dirigió hacia la salida de atrás del restaurante, que llevaba a la playa.

En cuanto abrió la puerta, la asaltaron la brisa fresca y los olores salados. Parpadeó bajo el severo resplandor del sol y se concentró en la escena delante de ella. El agua azul se extendía hasta el horizonte y desaparecía en un cielo igual de azul. Movió la cabeza. Hacía demasiado tiempo que vivía en una ciudad congestionada. También se había negado el lujo de relajarse en vacaciones en islas y playas tropicales.

Jack la alcanzó en la arena y completó la perfección del entorno que la rodeaba. Aunque jamás se lo diría. En silencio avanzaron hacia donde al agua rompía en la playa. Dejó la chaqueta y los zapatos en un banco vacío y caminaron por la larga y vacía extensión de arena,

– ¿Cuándo se espera de vuelta al señor Lederman? -preguntó ella al romper el silencio.

– En algún momento esta noche, creo.

– Me pregunto cuál será su verdadera historia. Sé que nos falta encajar información crucial.

Mallory agradeció que por lo temprano que era la playa estuviera vacía. Sorprendiéndose, comprendió que no se hallaba preparada para compartir al hombre ni el momento.

– El divorcio nunca es fácil ni honesto -explicó él. -Ni entre cónyuges ni entre cliente y abogado. Casi todas las relaciones son iguales. Lo sé por propia experiencia, ya que la viví de pequeño.

– Es muy triste -quizá sus padres no hubieran sido los mejores del mundo, pero se amaban y entre ellos existía honestidad.

Mallory jamás había permitido que sus pensamientos se desviaran hacia el matrimonio y la familia. Primero estaban los objetivos de su carrera. Aunque eso no le impedía creer en la institución o en la posibilidad de una relación verdadera y sincera entre un hombre y una mujer.

– No es triste, es la realidad.

– No, quería decir que tu actitud es triste y también el hecho de que puedas basarla en una experiencia vital. No todas las relaciones son difíciles ni se basan en mentiras, o las estadísticas de divorcio serían aún más altas.

– Quizá deberían subir. ¿Has considerado alguna vez que muchos de aquellos que no se divorcian siguen juntos por conveniencia?

– ¿Has considerado alguna vez el hecho de que las parejas se mantienen juntas por amor y respeto y las vidas que han construido juntos? -de pronto deseó que viera las relaciones con el mismo prisma que ella.

El movió la cabeza. La brisa del océano lo despeinó.

Suponía que la actitud de Jack debería alejarla, pero se sentía cada vez más atraída por él, Ya era constante el nudo que tenía en el estómago. Reconoció el anhelo como deseo sexual, aunque el tirón en su corazón representaba una conexión más emocional.

Era evidente que había sufrido de niño. También ella. Al parecer él había levantado muros y barreras. Bajó la vista a la falda y a la blusa que llevaba y se dio cuenta de que ella había hecho lo mismo. Tenían más cosas en común de las que en un principio había imaginado.

Y su apetito por Jack Latham se había abierto.

– Jamás te habría considerado una optimista o soñadora -comentó él al final.

– Yo tampoco había pensado en mí misma bajo esos términos -sonrió. -Si alguien me lo hubiera preguntado, me habría definido como «realista» -pero al parecer una romántica acechada detrás de la ilusión que había dedicado años a crear.

– La mujer que conocí anoche no era una realista -comentó con voz ronca.

Al recordar la velada sensual, el cuerpo se le aflojó. Se preguntó qué sucedería si liberara a la soñadora que tenía dentro, esa hacia la que él se sentía atraído, al menos durante las fases personales del viaje. ¿Podría controlarla cuando concluyera la excursión?

Movió la cabeza, Aunque deseara más, no podía poner en peligro su trabajo ni su corazón. Respiró el aire salado y la inundó una oleada de pesar.

Llegó a la conclusión de que el momento de intimidad y revelación había llegado a su fin.

– Puede que la mujer de anoche no te pareciera una realista, pero la abogada que te ayuda en este caso desde luego lo es.

– Volvemos al trabajo -la decepción bailó en sus ojos y en el tono de su voz.

Ella asintió.

– Y bien, ¿le plantearás a Lederman tus sospechas?

– Estaba pensando en una búsqueda de información más solapada, en cualquier cosa que tú y yo podamos encontrar antes de interrogar a Paul por los detalles. Si nuestra imaginación se ha desbocado y de verdad lo mantienen ocupado su hijo y un negocio, entonces acusarlo de una aventura o de ocultar algo lo forzará a entregarle el caso a otro bufete.

– Algo que ninguno de los dos queremos.

– ¿Porque tú consideras esto como un peldaño para ser socia? -preguntó con precisión.

– Porque la empresa tiene mi lealtad y sí, porque quiero ser socia -y no quería que su obsesión con Jack pusiera en peligro todo por lo que había trabajado.

El se detuvo sin advertencia previa. Mallory no se dio cuenta de que no lo tenía al lado hasta que la llamó. Se volvió y retrocedió unos pasos.

– ¿Qué pasa?

– No quiero que pienses que haría o diría algo para destruir tus posibilidades de llegar a serlo.

– Eso esperaba. De hecho, supongo que una parte de mí debió de confiar en ti para que no revelaras lo sucedido anoche, porque de lo contrario habría sido una tonta en ejecutar mi plan.

Jack alzó una mano y le acarició la mejilla.

– No eres una tonta.

– Tampoco lo eres tú.

– Cierto. Y teniendo en cuenta que no me marché nada más darme cuenta de que eras tú, supongo que ambos confiamos en que el otro no revele el hecho de que estamos quebrando la regla del bufete que prohíbe los romances entre los empleados de la firma.

Había utilizado el presente. ¿Solicitaba más tiempo o proyectaba sus propios deseos en las palabras de él?

Ladeó la cabeza y provocó que la mano de él le hiciera una caricia suave.

– ¿Me estás diciendo que Jack Latham confía en una mujer? -preguntó con ironía.

– La confianza es más fácil de dar cuando es mutua y ambas partes tienen algo en juego -sonrió.

– Entonces deja de ser confianza y se parece más a un juego.

El soltó una carcajada.

– De verdad te admiro -los ojos le brillaron de deseo.

– Lo mismo digo -con el corazón desbocado, pensó que también lo deseaba, con una intensidad que la asustaba.