– Soy hija única. Y estuviste a esto de convertirte en una soprano -juntó los dedos pulgar e índice.
– Tendría que llevar ropa interior para que esa arma funcione.
Ella enarcó las cejas en gesto de sorpresa y los ojos azules se nublaron ante la posibilidad de que dijera la verdad.
El sonrió cuando ella se acercó.
– Demuéstralo.
– ¿Qué?
Los dedos de ella fueron al botón de los vaqueros mientras él contenía el aliento.
– Has dicho que no llevas ropa interior. Quiero que lo demuestres.
Su entrepierna, libre de limitaciones a excepción de la dura loneta, quería hacer justo eso, pero le aferró las muñecas y la miró a los ojos.
– ¿Cómo mantuviste las manos del surfista lejos de ti? -preguntó.
Ella ladeó la cabeza.
– ¿Estás celoso? Reconozco que tiene un gran cuerpo y un bronceado estupendo, pero…
Eso fue el límite. La silenció con un beso. Comenzó lento, pero no tardó en descontrolarse. Las lenguas se unieron, los gemidos, los suspiros sentidos… no supo reconocer la diferencia entre los de ella y los suyos. Como un moribundo en un oasis, bebió de Mallory, tomando todo lo que ofrecía, lo que tenía que dar. Y le entregó lo mismo, hasta que se separaron para respirar.
– Estabas celoso -musitó ella aturdida.
– Ni lo sueñes, encanto -respiró hondo. Pero el martilleo de su corazón le decía que mentía. Dio un paso atrás y la contempló. -Y bien, ¿cómo hiciste que el barman hablara y no tocara? -buscó una conversación inocua que le permitiera recuperar el equilibrio.
– Me senté junto a una maceta enorme en un rincón, pedí copas, las alargaba mientras inflaba su ego y las tiraba en la maceta cuando se iba a servir a otros clientes.
– Eres un personaje -sonrió.
– ¿Por qué no se han abierto aún las puertas? -ella desvió la vista.
Jack miró alrededor por primera vez y comprendió que ninguno le había dado al botón de su planta.
Apretó el del quinto piso, Comenzaron a subir.
– Elemental -las puertas se abrieron y la escoltó fuera del ascensor con la mano apoyada en su cintura. -Dame la llave. Te ayudaré a abrir la puerta.
La expresión de ella se tornó cauta.
– Los amigos ayudan a los amigos, ¿de acuerdo? -metió la mano en el bolsillo.
– Quedemos para desayunar y analicemos lo que descubriste sobre Lederman. Dejó un mensaje anunciando que regresaría pasado mañana y me gustaría estar preparado -aunque lo frustraba el continuo retraso, una parte de él agradecía el tiempo a solas con Mallory que la ausencia de Lederman le proporcionaba.
– ¿Podemos hacer que sea el almuerzo? Estoy agotada -apoyó la tarjeta en la palma de la mano de él.
– Claro.
Gracias a Mallory, Jake despertó temprano, algo que empezaba a convertirse en costumbre en esas falsas vacaciones. Al abrirle la puerta, se había demorado para darle un beso de despedida antes de obligarse a desaparecer.
Después de unos ejercicios en el gimnasio y de una reparadora ducha, se dirigió al restaurante para encontrarse con Mallory. Ocupó el que se había vuelto su asiento habitual en la cafetería, pidió café solo y se pasó una mano por la cara, preguntándose cuándo iba a regresar la cordura.
Al verla hablando con la camarera, comprendió que la respuesta era un sonoro «jamás». Su destino era vivir en ese infierno desconcertante y excitante creado por Mallory Sinclair.
Esa mañana había cambiado el vestido azul marino por uno gris, y una hebilla le recogía el pelo con severidad.
Movió la cabeza. Su nivel de frustración crecía con la dualidad de ella.
Pocas cabezas masculinas se volvieron mientras avanzaba hacia la mesa de Jack, y aunque le producía placer saber que solo él conocía a Mallory la seductora, una parte perversa quería que otros hombres lo envidiaran por tener a esa mujer increíble a su lado. Deseó que mostrara a la persona sensual que realmente era.
Estaba decidido a descubrir los motivos que había detrás del cambio. Aunque seguía siendo un misterio para él por qué le importaba tanto cómo eligiera llevar sus asuntos, su apariencia y su carrera. Igual que los motivos que podía tener para continuar en ese momento con la charada.
– Hola.
Al sentarse frente a él, fue abrumador el deseo que tuvo de soltarle el pelo para verlo caer por sus hombros.
– Hola.
– Mataría por una taza de café -dejó el bolso a su lado.
Jack deslizó su taza sin tocar por la mesa.
– Adelante. Invito yo.
Le ofreció una sonrisa agradecida.
– ¿Qué has pedido para desayunar?
– Una tortilla francesa. ¿Lo mismo para ti?
– Tortitas con una ración de beicon. Un zumo de naranja. Y café, gracias.
Se presentó La camarera para apuntar sus pedidos y llevarse los menús.
– Lo de anoche te dio apetito, ¿verdad?
Mallory frunció los labios y tuvo ganas de desinflarle el ego.
– Que me lleve en vilo un macho surte ese efecto en mí -fue la respuesta que ofreció. -Y pedí el café para ti.
Él soltó una carcajada.
– ¿Es mi culpa que esa escena que montaste sacara lo peor de mí? -dejó de reír. Los sentimientos de la noche anterior no eran una broma.
– No sabía que ibas a aparecer.
– Pero cuando me viste, te lo pasaste en grande.
– Quizá durante un minuto -se mordió el labio e inclinó el torso. -Y solo porque pensé que los celos eran un montaje.
La confesión lo sorprendió. Su colega inabordable se había convertido en una mujer vulnerable. También él se acercó, hasta que sus labios quedaron a pocos centímetros de distancia y sus alientos se mezclaron.
– No fue un montaje.
– Lo descubrí luego. Pero jamás pensé que reaccionarías de esa manera por mí.
– Desde luego yo tampoco lo esperaba. No a primera vista.
– Gracias por la sinceridad -ladeó la cabeza.
– Aún no he terminado -incapaz de acercarse más ya que ella se había parapetado detrás de la mesa, le tomó la mano. -No estaba celoso solo porque había visto a la seductora que hay en ti. Estaba celoso porque me intrigas. En todas tus facetas.
Ella abrió y cerró la boca. Pero no emitió sonido alguno.
– ¿Te importaría decirme por qué no podrías haber pensado que sería capaz de ponerme celoso? -después de las sensaciones físicas que compartían, no entendía por qué dudaba de su sinceridad y de la fortaleza de esa emoción.
Ella se encogió de hombros.
– Porque nadie, jamás, ha reaccionado de forma posesiva conmigo.
– Entonces tendría que decirte que has tenido una serie de hombres estúpidos en tu vida.
– Y yo tendría que estar de acuerdo contigo -le sonrió.
Le apretó más la mano.
– Esta incapacidad de verte como deberías… ¿de dónde viene? -ninguna mujer minimizaba y ocultaba de esa manera un aspecto tan increíble sin un buen motivo.
Ella cerró los labios como si pudiera contener la verdad solo con simple fuerza de voluntad.
– ¿Una mala relación? -aventuró Jack.
– Una mala educación -replicó, comprendiendo que ya no podría ocultar la verdad entre ellos.
– Continúa -se echó para atrás y esperó, pero no le soltó la mano, ya que sabía que su conexión emocional solo se podía fortalecer con el contacto físico.
– Primero fui un accidente, luego una decepción. Mi padre quería un varón. A cambio me tuvo a mí -al hablar, la luz de sus ojos expresivos se apagó. -Con el tiempo aprendí a no esperar mucho.
– Y tus padres jamás estuvieron a la altura.
– Exacto.
El movió la cabeza en una mezcla de ira y frustración ante dos personas que habían creado a una niña para luego dedicarse a negarle la autoestima. Al menos él había tenido el apoyo de su padre.
Mallory solo se había tenido a sí misma… y había logrado establecer la ruta de su propio destino.
Para Jack, había tomado el camino equivocado. Ocultarse no podía hacerla feliz durante mucho tiempo, pero solo ella podría comprender esa verdad.