– Sabes que tus padres estaban equivocados.
Mallory se encogió de hombros, pero la expresión intensa le reveló a Jack que escuchaba.
– Y ellos se lo perdieron.
Los ojos de Mallory se llenaron de humedad con obvia gratitud. Respiró hondo.
– Gracias otra vez. La verdad es maravillosa y no la oigo a menudo.
A Jack se le formó un nudo emocional en la garganta.
– Cuando estoy contigo, mi cuerpo te dice lo que siento exactamente. ¿Qué sentido tendría mentirte ahora?
– ¿Te han comentado alguna vez que eres un tipo agradable? -sonrió.
El negó con la cabeza.
– Nunca antes había dado motivos para ello.
Mallory luchó por calmar su corazón desbocado. Sentía que la conexión que había entre ellos se hacía más fuerte.
Quería huir pero no se atrevía.
– En cuanto a lo de los celos -cambió el tema hacia lo sucedido la noche anterior. -No disfruté de la representación -solo la búsqueda de información la había mantenido en el asiento del bar y la había impulsado a permitir la atención no deseada del camarero. -No quería que me tocara -lo miró a los ojos. -Deseaba que fueras tú.
– Agradezco que me devuelvas el favor.
Mallory sabía que se refería a su sinceridad en la respuesta y asintió. Más tarde le daría más sinceridad.
– Y ahora, ¿te importaría decirme qué has descubierto sobre Lederman? -continuó Jack en voz baja.
– Ojalá pudiera -suspiró al mirar a su alrededor-pero Alicia Lederman está haciendo la ronda por las mesas, charlando con los clientes.
– Aquí tienen -la camarera llegó con sus platos y les dio otro motivo para postergar la charla de trabajo.
– Supongo que tendremos que esperar -convino él con tono de frustración.
Mallory asintió y tomó el tenedor. Terminó de desayunar en un tiempo récord, satisfaciendo con el apetito de comida otra clase de apetito, mientras la necesidad que tenía de Jack no hacía más que crecer.
Jack había prometido despertar a Mallory de la siesta, pero unas llamadas a su secretaria y a otro cliente lo ocuparon más tiempo del previsto. Cuando abandonó la sala de conferencias que Lederman le había dado para realizar su trabajo y subió a su planta, supuso que ella ya se habría despertado para ir a dar un paseo, pero decidió pasar ante la duda.
– Despierta, Bella Durmiente -llamó a la puerta.
– ¿Busca a la señorita de la habitación? Se volvió.
Detrás de él había una camarera con unas toallas en el brazo.
– La vi salir hace un rato.
Su decepción fue grande, a pesar de no tener ningún plan concreto, solo el ardiente deseo de volver a verla.
– ¿Está segura de que era ella? Pelo oscuro, ojos azules.
– Estoy segura. Solicitó unas toallas y… -movió la cabeza. -Olvídelo. Los pedidos extraños de otras personas no son asunto mío.
– Le agradezco la información -no siguió interrogándola.
– De nada -sonrió-. Que tenga un buen día -entró en la habitación de Mallory con las toallas. Jack retrocedió hacia su cuarto. -Espere -él se volvió. -No sabía que usted era el caballero del otro lado del pasillo. Ella… -señaló la puerta de Mallory. -Dejó algo para usted. Iba a depositarlo en su cama cuando terminara aquí. Espere -fue hacia su carrito de la limpieza y regresó con una hoja blanca en una mano y una bolsa de papel marrón en la otra. -Son para usted.
– Gracias -se le aceleró el pulso al levantar el papel e inhalar la fragancia. La excitación lo golpeó con más fuerza que nunca.
Una parte de él sabía que ella respondía al desafío de la noche anterior. Otra percibía que respondía a la nueva intimidad que habían descubierto ese día. Jamás había experimentado unos sentimientos tan intensos por otra persona hasta conocer a Mallory.
El pensamiento lo aterró, de modo que se concentró en la invitación. Esperó hasta quedar a solas en su cuarto, miró en la bolsa y sacó la mitad inferior de un biquini tanga, demasiado escueto para cubrir algo.
Se le resecó la boca y abrió la hoja para leer en voz alta:
– En nuestra cabaña a las ocho -acarició el biquini de nylon.
Tuvo una visión de Mallory luciendo la mitad superior sin nada debajo. Se puso a sudar. Movió la cabeza. No tendría valor. Las siguientes horas se extendían demasiado largas ante él. Sin duda la intención de Mallory era dejarlo con el ínfimo traje de baño en las manos y un montón de tiempo para pensar.
Y fantasear.
A las ocho de la tarde, Jack se hallaba en un estado acalorado de necesidad. Y cuando llegó a la puerta de la cabaña, las manos le temblaron al llamar.
CAPITULO 09
Mallory respondió con celeridad y lo saludó con una sonrisa relajada.
– Hola.
– Hola -en ese momento bebió de ella como un hombre privado de agua. Se había preparado para la playa. Quería pensar que se había preparado para él.
La parte superior, si se la podía llamar de esa manera, era el equivalente del tanga. Dos triángulos de color agua que apenas le cubrían los pechos y revelaban una piel suave y el valle intermedio. Fuera lo que fuere lo que él había imaginado, la realidad resultó más dulce. Bajó la vista.
Vio un pareo a juego atado a un lado de la cintura y terminado en la mitad del muslo. No tenía ni idea de lo que llevaría debajo, y la idea de que estuviera sin braguitas lo volvió loco de curiosidad y anticipación. Sin duda esa había sido su intención, Como si ella pudiera leerle la mente, esbozó una sonrisa provocativa.
Se apoyó en el marco de la puerta con la cabeza ladeada.
– Eres puntual. Me gusta eso en un hombre.
– ¿Qué más te gusta? -preguntó cuando recordó respirar.
– Pasa a averiguarlo -se dio la vuelta y entró en la habitación con un contoneo marcado, dejándolo para que la siguiera.
En ese momento, iría a cualquier parte conducido por ella y no lo avergonzaba reconocerlo.
Atravesó la zona del salón donde habían cenado la vez anterior y continuó hasta un pasillo corto. Se preguntó cuál sería su destino final y llegó a la conclusión de que le gustaba esa clase de misterio y suspense.
– Hemos llegado -Mallory se detuvo ante la última puerta al final del pasillo. Jack paró a centímetros de distancia. -Tendrás que quitarte los zapatos.
– ¿Porque…? -encaró su expresión risueña.
– Porque iremos a la playa y no querrás que se te meta arena en los zapatos, Vamos, Jack -ronroneó. -Usa tu imaginación.
Alargó la mano y tocó el extremo del pareo.
– Créeme, mi imaginación funciona muy bien -igual que otras partes estratégicas de su cuerpo. Preguntarse qué diablos llevaría debajo de ese pareo lo mantendría con una erección toda la noche. Se quitó las zapatillas. -Adelante. Sé mi guía.
Ella abrió la puerta y entró. Lo primero que lo impactó fue el olor a coco, un aroma cálido que le recordó veranos en la playa. Luego, notó la temperatura, un aumento concentrado de calor por las luces de neón que había en una esquina. Cuatro palmeras flanqueaban la cama, y la puerta corredera que llevaba a la playa estaba abierta, lo que permitía que entrara una brisa suave y húmeda.
– ¿Te gusta? -preguntó con voz titubeante.
Era evidente que había dedicado mucha concentración y esfuerzo a establecer esa fantasía, Jack supo que ya había dejado de ser una lección para convertirse en placer.
Ninguna otra mujer se había esforzado jamás en hacer algo por él. Que a ella le importara y le interesara lo suficiente como para aportar ilusión a la vida podía ser su perdición.
Prefería disfrutar.
– Me gusta -respondió al tiempo que le tomaba la mano.
Los dedos de ella se cerraron en torno a los suyos.
– Es un buen comienzo. Podríamos habernos sentado fuera, pero decidí que querríamos un poco de intimidad, de modo que creé nuestra propia playa. Pensé que podríamos quedarnos aquí -añadió con deseo y calor. -Al menos hasta que oscurezca.