Выбрать главу

Jack tenía los ojos vidriosos y perdidos, como ella. El silencio palpitó entre los dos.

Mallory miró alrededor en busca de algo con lo que cubrirse la piel desnuda, pero no encontró nada al alcance de su mano. Decidió cerrar los ojos.

Pero lo único que veía detrás de los párpados era a Jack y en su imaginación invocó la sensación de las manos lubricadas sobre su piel aún con hormigueos.

– Todavía no he terminado de protegerte contra el sol.

Al oír la voz ronca, tembló. Aturdido o no, cuando empezaba un proyecto, al parecer le gustaba terminarlo. Algo que tenían en común. Porque aún no había dejado de desearlo.

– Entonces, ¿qué estás esperando? -encontró valor detrás de los ojos cerrados.

Los dedos calientes la tomaron por el pie y comenzaron un masaje lento. Presionó y aflojó, provocándole una sensación de tortura y al mismo tiempo de éxtasis.

Solo iba por el tobillo, pero el resto del cuerpo le ardía y parecía captar el ritmo, ya que encontró respuesta en otras zonas que aún no había acariciado.

– He de reconocer que tienes talento -suspiró, abriendo los ojos.

– Todavía no has visto nada -la miró como si la acariciara.

Era evidente que con la sonrisa quería reafirmarla.

Las manos subieron desde la rodilla hasta justo por encima del bajo del pareo. Al tocar piel, abrió los ojos sorprendido.

– No llevas parte inferior.

– Claro que no. La tienes en el bolsillo -le sonrió con picardía. -Dudaste de mí.

– Dudé de tus agallas -concedió. Los dedos se movieron en arcos amplios sobre su feminidad y ella contuvo el aliento. -Pero no debería. Y si quieres que pare, lo haré. Bastará con que me lo digas.

Cerró las manos en torno a sus muslos. Se inclinó sobre ella y la miró a los ojos.

Inició movimientos largos y suaves que tentaban y provocaban, seducían y cautivaban.

– ¿Parar? -si lo hacía, se moriría. Los movimientos deliciosos se detuvieron, Mallory temió haber quebrado el hechizo y no experimentar jamás la culminación de sus fervientes servicios. Se humedeció los labios. -Fue una pregunta retórica -de hecho, temía más que parara que diera el siguiente paso.

Él se sintió aliviado y volvió a lubricarse las manos.

– El sol puede ser mortífero para pieles no acostumbradas a los duros rayos.

– Eso he oído -el corazón le martilleaba a toda velocidad, pero de algún modo logró sonreír. Con ello pretendía indicarle que quería todo lo que había planeado.

– De hecho -continuó él con sonrisa deslumbrante-, mejor cerciorarme de que abarco cada centímetro -con la palma le cubrió el muslo y con las puntas de los dedos le rozó los pliegues.

El hormigueo que había sentido antes se convirtió en una conflagración. Sus caderas se alzaron por voluntad propia.

– Yo… -comprendió que el sonido salió más parecido a un gemido que a una palabra coherente. -Estoy ardiendo ahora.

– Pero ardes por mí, no por el sol -los dedos resbaladizos se encontraron con la piel que esperaba.

La invadieron unas sensaciones vertiginosas cuando los dedos lubricados separaron y acariciaron. Gimió cuando la masajeó en el sitio exacto. El gemido la convirtió en una mujer salvaje y corcoveó contra su mano.

Jack musitó una maldición. Estaba con la mujer más receptiva, abierta y generosa que jamás había conocido. La humedad le bañó la mano y a pesar del aceite, supo que había encontrado su esencia. El cuerpo le palpitaba pero no podía aliviar la pasión de ninguno de los dos de esa manera. Sin importar lo mucho que lo deseara.

Sin importar lo mucho que la deseara.

Algo había aprendido. Podía perderse en esa mujer. Después de todo lo que había visto en su cínica juventud, vida y carrera, no iba a tolerarlo. Pero podía disfrutar de su calor y deleitarse dándole placer sin que representara una amenaza para sí mismo.

Cada movimiento y caricia de su mano provocaban una respuesta nueva. Resultaba atractiva la tentación de prolongar la tortura exquisita, Pero no a costa de ella, y aunque la veía disfrutar, la había llevado demasiado cerca, demasiado deprisa.

Hizo lo único que podía. Introdujo el dedo en el cuerpo ardiente y húmedo. Ella se sacudió y tuvo convulsiones en torno al dedo, y luego lo aplastó y lo sujetó en un calor mojado de completo éxtasis.

Se tumbó al lado de ella. Con la mano libre, le apartó mechones de pelo de la cara.

– Mírame.

Los ojos azules aterciopelados se abrieron y lo miró con expresión de súplica. Jack movió la mano. Sin retirar el dedo, le tomó todo el montículo con la palma y la rotó con una presión gentil.

– Jack -jadeó.

– Estoy aquí -movió el pulgar en pequeños círculos hasta que ella respiró de manera entrecortada.

Había encontrado el punto adecuado, el que la volvía salvaje. El que la hacía suya. Manteniendo un ritmo constante, la empujó más y más al precipicio.

– Adelante, cariño -la instó con palabras y movimientos calculados hasta que el clímax golpeó con rapidez y furia.

Sintió las sacudidas del cuerpo, implacables en intensidad, y justo cuando creía que bajaba de la ola, apretó la palma una última vez contra la unión de los muslos. Mallory emitió un sonido que fue un gemido de absoluto placer y rendición.

Ese sonido desinhibido sacudió todos los cimientos de su mundo. Daría casi cualquier cosa para experimentar el mismo momento dentro del cuerpo de Mallory.

Casi. Porque después de las reacciones intensas que ambos habían experimentado con un simple beso, temía que si le hacía el amor ninguno de los dos encontraría el camino de vuelta a una vida sana y solitaria.

– Le das un nuevo significado a la protección contra el sol.

Lo alegraba que se hubiera tomado las cosas con ligereza.

Mallory se bajó el pareo y se obligó a sentarse. Subió las rodillas contra los pechos y las rodeó con los brazos. Todo sin mirarlo.

De modo que no era la mujer cosmopolita que le quería hacer creer. El pensamiento le proporcionó un placer inmenso. No era que albergara la falsa ilusión de ser el primero en algo, pero podía percibir por la manera tímida en que le escondía los ojos y el rubor en sus mejillas, que no tenía mucha experiencia en «el después». Con el paso del tiempo se le revelaban facetas de ella cada vez más fascinantes.

Alargó la mano para recoger el sujetador del biquini y se lo pasó por la cabeza. Ella lo miró con gratitud y su esencia lo acarició. La hizo girar y le volvió a atar las tiras a la espalda.

Todo en silencio. Sin importar lo mucho que le apetecería dejarla desnuda para observarla, sabía que estaría más cómoda tapada. Y su comodidad le importaba más que una mirada prolongada sobre sus pechos desnudos o una caricia extra. Estar con Mallory era algo apasionado y eléctrico, pero más que un encuentro sexual casual que olvidaría por la mañana.

Jack no era estúpido y sabía que había un importante mensaje subliminal en sus sentimientos acerca de esa aventura, pero prefería no hacerle caso. La palabra clave era «aventura», un breve interludio en el que ambos podían explorar sus naturalezas sensuales.

Cambió de posición y volvió a quedar delante de ella.

– Gracias -la emoción titiló en su mirada.

Le dedicó una sonrisa encantadora y alegre.

– De nada -le tomó la barbilla en la mano y pasó el dedo pulgar por la piel sedosa -. La cuestión era darte placer.

Ella rio.

– Sabes que me refería al traje de baño, no a… -se ruborizó y movió la cabeza. -Olvídalo. Pero todo era para seducirte.

– Y lo hiciste muy bien. De una forma única.

Ella puso los ojos en blanco.

– No quería decir eso. Todas las mujeres que hay en el bufete quieren seducirte. Yo no soy una fan de Terminator. Pero me desafiaste y quería… -calló.

Él lo entendía, pero quería recibir una explicación. Sabía que las mujeres se sentían atraídas hacia él, pero jamás se tomaba esa atención en serio. Tendía a soslayar los cotillees y el interés.