– Tengo entendido que Nantucket es un lugar precioso -ella se irguió y adoptó el aire de abogada… sin quitar el pie del lugar estratégico que había ocupado.
– Es perfecto -convino Lederman.
– Hablando de perfecto, he visitado el gimnasio que tienen en las instalaciones -con el pie de Mallory en las joyas de la familia, decidió no mencionar a Eva.
El hombre mayor asintió.
– La gente que viene aquí busca alejarse del estrés. Lo mínimo que puede ofrecer el centro es un gimnasio completo con médico de guardia.
– Hablando de médicos -intervino Mallory-, ¿cómo se siente, señor Lederman?
El otro no esperaba esa pregunta.
– Jamás mejor, ¿por qué lo pregunta? -inquirió con cautela y a la defensiva.
«Ve con cuidado», pensó Jack. Con un movimiento que lo sorprendió, ella se quitó las gafas, apoyó el mentón en la palma de la mano y se concentró exclusivamente en Paul,
– Por favor, no piense que intento curiosear, pero uno de sus empleados mencionó que el año pasado había estado en el hospital.
– ¿Rumores entre el personal? -la expresión de Lederman se tornó ominosa.
Ella movió la cabeza de inmediato.
– De hecho, no. Mencioné lo maravilloso que creía que era el gimnasio, en particular con el médico de guardia… Es que mi padre hace poco sufrió un ligero ataque al corazón…
Tembló al hablar y, sin pensárselo, Jack cerró las piernas sobre el pie en el único gesto de consuelo que podía ofrecerle en esas circunstancias.
La mirada sorprendida de ella lo buscó y en las profundidades azules él captó un destello de agradecimiento. Lo animó saber que, de algún modo, había conseguido consolarla.
Luego, miró otra vez a Lederman, quien había comenzado a palmearle la mano, y prosiguió:
– De modo que pensé que su hotel podría ser el refugio ideal para mis padres. Adoran el tiempo que tienen para ellos solos, pero mi madre se sentiría mucho mejor sabiendo que podrían ir de vacaciones a un sitio donde él podría ejercitarse bajo supervisión médica.
Lederman se relajó de forma visible.
Jack pensó que la historia tenía más elementos que los que le había aportado a su cliente. Más incluso que los que le había revelado a él hasta el momento.
Mallory le sonrió a Paul moviendo las pestañas, que ya volvían a estar detrás de las gafas.
– Verá: su empleado me explicaba cómo había mejorado el gimnasio el año pasado después de lo que le sucedió a usted. Y he de reconocer que me impresionó la inteligencia de convertir algo que debió de ser traumático en algo tan increíble.
Jack había descubierto que a Lederman le encantaba ser halagado por mujeres jóvenes, y era evidente que Mallory había descubierto lo mismo. Era una profesional en su trabajo y manejaba al hombre mayor de la misma manera. Sin embargo, Jack percibía su sinceridad y fue eso mismo lo que serenó a Lederman.
– Joven, dele mi nombre a sus padres y me encárgale de que disfruten de una estancia de primera aquí.
– Gracias, señor Lederman.
– Paul -movió la cabeza.
– Gracias, Paul, pero no buscaba nada de eso de usted. Con sinceridad, quedé impresionada con la instalación y también preocupada por su salud.
El otro se volvió hacia Jack.
– Tienen a una dama especial trabajando para ustedes.
– Me encargaré de transmitir su cumplido -dijo por el bien de Mallory, sabiendo lo importantes que eran las impresiones de los clientes en su afán por ser socia. -Y recuerde, Pauclass="underline" será afortunado al tenerla de su parte.
Mallory se sintió encantada con las sinceras palabras de Jack. Aunque una parte de ella reconocía la afirmación como un ardid para reforzar que Waldorf, Haynes fuera la elección de abogados de Lederman, la mirada penetrante de él le lanzaba un mensaje solo a ella.
– Me siento mucho mejor, gracias -continuó Lederman. -El gimnasio forma parte de mi renovado plan de salud, y saber que pronto estaré libre es otro.
– ¿Libre para hacer qué? Sabe que a nosotros nos lo puede contar -indicó ella. Quería que se sintiera cómodo para revelar sus secretos. El único motivo por el que había mencionado el reciente susto de su padre fue para ganarse la confianza de él con una revelación propia.
Aunque jamás lo había reconocido abiertamente, el incidente la había afectado. En vez de reforzar su necesidad de ser socia antes de que su padre sufriera más problemas severos de salud, había descubierto la importancia de disfrutar de la vida. Pero se había negado a enfrentarse a l. i mortalidad de su padre y a la insatisfacción con la vida que había elegido.
Hasta ese momento.
Con Jack incorporado a la ecuación, la idea de volver a su vida vacía se alzaba ante ella como algo lúgubre.
La risa de Lederman resonó en la sala tranquila.
– ¿Lo ve? Yo divulgo mis fantasías masculinas y ella ni siquiera escucha. ¿Debería sentirme insultado?
Mallory se ruborizó y se dio cuenta de que había estado enfrascada en un monólogo interior.
Jack rio con él.
– En absoluto.
Ella retiró el pie de entre sus piernas y no prestó atención a su mirada fría.
– ¿Señorita Sinclair? -la camarera se detuvo en el borde de la mesa con un teléfono portátil en la mano. -Hay una llamada para usted. Puede recibirla fuera -la mujer joven indicó la terraza que daba al agua.
– Gracias -aceptó el teléfono. -La estaba esperando. Probablemente sea Rogers -lo informó a Jack, sin mencionar las palabras investigador privado delante de Lederman.
En un plano profesional, estaba de acuerdo con la filosofía de Jack acerca de no entrar jamás en un caso sin estar preparado, pero en secreto esperaba que Rogers tuviera las manos vacías. Odiaba la idea de desenterrar los secretos de la señora Lederman.
En ese momento, la necesidad no hizo más atractivo su trabajo.
– Caballeros, si me disculpan -se levantó y los dos la imitaron.
CAPITULO 11
Jack observó la retirada de Mallory y luego se volvió hacia Lederman.
– Vamos, Paul, ya se ha ido. Y ahora dígame qué tiene en marcha; ya he conocido a Eva en el gimnasio.
– Eva es pasado. ¿Recuerda el negocio de Nantucket que le acabo de mencionar? -bajó la voz.
– No me diga que va a comprar un hotel para intimar con una mujer -gimió Jack. Miró hacia la terraza donde estaba Mallory y comprendió que él compraría mucho más que tierra para mantenerla a su lado.
– ¿Qué mejor modo para mantener el control de la situación? -quiso saber Lederman.
Jack suspiró. Sin importar si era capaz de sentir simpatía por el concepto que acababa de expresar el otro, profesionalmente daba un paso suicida. Paul no pensaba con el cerebro.
– Mire, diga que me contrata y lo sacaré de este matrimonio con sus bienes casi intactos. ¿Porqué ir a comprarse un problema? Acuéstese con la mujer si la desea y váyase. Ya conoce el término «acoso sexual». Si compra el hotel, comprará importantes dolores de cabeza.
– Esta mujer es especial -el otro adelantó el torso. -Y me entiende, algo que no me sucede ahora.
– Son especiales al principio -repitió el mismo mantra que había empleado con otros clientes que iban a embarcarse en una aventura mientras acometían un divorcio complicado.
Pero en esa ocasión, una voz que nunca antes había oído arguyó que quizá Lederman tenía razón. Tal vez una mujer podía ser lo suficientemente especial como para hacer que valiera la pena arriesgarlo todo.
En ese momento Jack supo que necesitaba una copa, sin importar que fuera de mañana. O una salida inmediata de la atmósfera cerrada del hotel.
Lederman movió la cabeza haciendo un gesto de decepción.
– Es demasiado joven para ser cínico. Quizá necesita un poco de suerte.
Jack rio. El otro se caería de bruces si supiera lo afortunado que era.