Jack hizo una mueca interior. Había querido protegerla del dolor, no hurgar en viejas heridas.
– No era mi intención sonsacarte.
Ella rio y mitigó la tensión.
– Claro que sí, pero no pasa nada. No quería aburrirte con la historia de mi vida.
– Jamás podrías aburrirme -cualquier cosa que le diera una pista de qué la había convertido en la mujer que era le provocaba fascinación.
– Claro -sonrió.
La excitación que Jack, de algún modo, había podido controlar durante todo el trayecto, regresó con plena fuerza,
– ¿Tienes algún sueño más que quieras compartir? ¿Sobre tu futuro?
– Ninguno, ¿Cuál es tu realidad, Jack? Me parece que yo he revelado parte de mi alma mientras la tuya sigue oculta.
– El matrimonio de mis padres era -comenzó-, o debería decir es, lo opuesto al de los tuyos.
– Lo siento.
– No hay liada de qué disculparse -se encogió de hombros-. Es lo que es.
– A mí no me parece tan sencillo. Acéptalo de alguien que sabe. Estas cosas se quedan en tu interior.
Sintió un nudo en el pecho, y supo que ella, involuntariamente, había dado justo donde dolía.
– Estoy seguro de que tienes razón.
– ¿Tu elección de especialidad tiene algo que ver con lo que viste al crecer?
– Era mi vocación -negó con la cabeza y comenzó a darle el mismo discurso ensayado que había ofrecido en muchas ocasiones anteriores, cuando de pronto cambió de idea. -De hecho, tiene todo que ver -extendió el brazo y pasó un dedo por el muslo de ella antes de ponerse a jugar con el borde de los pantalones cortos.
Mallory le cubrió la mano y paró sus movimientos de distracción. El calor de ella lo alivió y pudo continuar.
– Al principio pensé que me haría abogado para sacar a mi padre del infierno en que se había convertido su matrimonio.
– ¿Y luego? -musitó ella.
– Luego me di cuenta de que él se quedaba porque en una parte de su interior le agradaba esa situación enferma, o porque era demasiado débil para salir por su propia cuenta. Después tuve la carrera y me vi en el camino de ser socio que tú tan bien conoces. No iba a abandonar eso, de modo que… aquí estoy.
– El Terminator.
– Sí. Mientras tanto, mis padres siguen casados y haciéndose infelices -avanzaron por el camino paralelo a la playa. Al continuar en silencio, Jack comprendió que reconocer esa verdad en voz alta por primera vez le brindaba una sensación de libertad que nunca había poseído.
– Me has dicho que tu padre se había quedado, pero ¿por qué no lo ha dejado tu madre?
– Porque mi madre desconoce el significado de la palabra «fidelidad», y como mi padre no sabe cómo defenderse y largarse, ella disfruta de lo mejor de los dos mundos -al menos lo había hecho hasta ese momento. No sabía si su padre seguiría adelante con el divorcio.
– Es triste. Y tan opuesto a mis padres. Supongo que te indica que ningún extremo es bueno.
– Supongo -se encogió de hombros, sin saber qué más decir. Inhaló el aire salado. Nunca antes había hablado de su familia, pero confiaba su pasado en manos de Mallory.
– ¿De modo que cierras tus sueños de futuro por temor a terminar de la misma manera? -preguntó ella.
– Eso parecería -pero esos sueños que ella creía que había cerrado empujaban más allá de las barreras que había erigido y se centraban en torno a Mallory, al tiempo que amenazaban la estabilidad y la paz que creía haber encontrado. La miró y se preguntó si de verdad había creído que al alejarse del hotel ganaría distancia. Lo único que había conseguido ese viaje había sido acercarlo emocionalmente. -¿Y tus sueños? ¿También están cerrados?
– Crecí -asintió-, me sumergí en la realidad, decidí seguir los pasos de mi padre y tratar de lograr que se enorgulleciera de mí.
– Es una pena. Porque tengo la impresión de que si te soltaras, encontrarías un caudal enorme de sueños intactos en tu interior.
Lo miró.
– Quizá me equivoqué -puso expresión pensativa. -Creo que nadie puede cerrarse a los sueños -musitó. -Incluido tú.
Antes de ese viaje, él se habría mostrado en desacuerdo. Siempre había asociado a las mujeres con su madre y el matrimonio con el desastre de unión de sus padres.
Pero en ese momento… ¿Por qué se permitía verse atrapado en consideraciones tan serias como las relaciones, el matrimonio y el futuro?
Vio un punto desierto que les ofrecía una vista perfecta del agua. Aparcó y antes de que pudiera parpadear, Mallory pasó por el respaldo del coche al asiento de atrás y le indicó que se uniera a ella.
La estudió y miró alrededor.
– ¿Estás segura?
– ¿Tienes miedo de que nos sorprendan? Se unió a ella.
– Eres mala, Mallory. Y también olvidas quién extendió esta invitación -la tomó en brazos y le dio el beso que había tenido ganas de darle toda la tarde.
Ella no se resistió. Abrió los labios y le ofreció acceso, más profundamente de lo que Jack habría creído posible. Probó sus labios exuberantes antes de besarle la mejilla y bajar por el cuello.
– Qué bien hueles.
– Entonces no pares -ladeó la cabeza para facilitarle la tarea mientras él le pasaba la lengua húmeda por la clavícula. Luego, le bajó el cuello de la blusa y posó besos ligeros sobre la piel blanca del inicio del pecho.
Ella tembló y soltó un suspiro trémulo, pero lo sorprendió cuando deslizó las manos a la cremallera de sus bermudas. El cerebro de Jack le advirtió que parara, tal como había hecho la noche anterior, pero en esa ocasión no pudo. Llevaba conteniéndose demasiado tiempo y necesitaba desesperadamente la liberación de manos de ella.
El sonido de los dientes metálicos al pasar por encima de su tensa erección le provocó un torrente renovado de deseo por las venas.
– Cariño, nuestra primera vez no va a ser en la parte de atrás de un descapotable -dijo. Ella abrió la boca para responder, pero la silenció con un dedo sobre los labios. -Sssss. Porque nada de lo que digas ahora va a hacerme cambiar de idea.
Le lamió el dedo y una corriente eléctrica viajó de su boca ardiente hasta la entrepierna de Jack, quien cerró los puños y ladeó la cabeza.
– Muy bien. Puedo jugar con igual facilidad de otro modo -le abrió las piernas en una «V» amplia y se acomodó entre ellas antes de apoyarse sobre las rodillas delante de él. Llevó las manos a la cintura elástica de los calzoncillos y Jack soltó un gemido estrangulado. -Levanta las caderas.
A Jack le gustó la orden y elevó la cintura en respuesta involuntaria. Mallory rio. -No me refería a eso.
– Sé a qué te referías. Lo que no puedo creerme es que quieras hacerlo aquí.
– Oh, pero quiero -buscó la manta que había en el suelo a su lado. -Buena planificación, ¿no te parece?
– No es el motivo por el que la compré.
– No pasa nada -se encogió de hombros. -No te tendré en cuenta que mi imaginación sea mejor que la tuya. Supongo que es una cuestión femenina -movió las cejas. -Y ahora levanta esas caderas.
– Eres mandona.
– Sí, y te encanta.
Tenía toda la razón. Miró alrededor. No se veía a ninguna persona ni vehículo alguno en lo que parecían kilómetros a la redonda. Pero, por las dudas, extendió la manta por encima del respaldo del asiento delantero. -Por si acaso.
– Puedes taparme a mí y tu tronco inferior si es necesario -rio entre dientes.
El puso los ojos en blanco.
– Y explicar lo que hago solo en la parte de atrás de un coche cubierto con una manta con el calor que hace.
– Eres un hombre inteligente. Estoy segura de que se te ocurrirá algo.
Supuso que en un minuto ya no sería capaz de manifestar una palabra coherente. Levantó las caderas y la ayudó a que le bajara los bermudas hasta los tobillos y liberara su dureza.