Выбрать главу

Alzó la mano y lo sorprendió ver que le temblaba. Se apoyó en el marco y esperó. El corazón le martilleaba con tanta potencia que creyó que Mallory podría oírlo en el interior de la habitación. En el pasado, cuando había oído las discusiones de sus padres u observado con frustrado silencio cómo su padre tragaba con más de lo que debería tragar un hombre, no había dispuesto de salida para las emociones que bullían en su interior.

En ese momento si la tenía. Algo le decía que Mallory no lo rechazaría.

Respiró hondo y llamó a la puerta.

Sin recurrir a la mirilla, Mallory supo quién había del otro lado de la puerta cerrada. Y en cuanto la abrió, se dio cuenta de que Jack no se presentaba en respuesta a su invitación, sino porque necesitaba estar allí.

En sus ojos había un anhelo tan poderoso e intenso que le causó temblores en el cuerpo.

– Hola -se apoyó en el marco, ecuánime por fuera.

– Hola -respondió ella y extendió la mano. Le tomó los dedos con fuerza, lo condujo al interior y cerró. Al volverse, vio que sostenía el pañuelo que le había dado.

Quizá, después de todo, se presentaba en respuesta a la invitación. Se recordó tomarse las cosas con ligereza y tranquilidad. Se encogió de hombros. En cuanto se alejara de ese centro lujoso y de la apremiante intensidad de Jack, se sumergiría en el trabajo y dejaría atrás ese interludio.

Retrocedió a la habitación y Jack la siguió hasta que la parte de atrás de las rodillas golpeó contra la cama y cayó sentada. Se humedeció los labios.

– ¿Llegaste bien a casa?

Las pupilas de él se dilataron con evidente deseo.

– Podemos hablar de ello más tarde -no fue una sugerencia.

Se plantó encima de ella, grande y salvaje, masculino y exigente, y Mallory no deseó negarle nada que quisiera. Apoyó las manos a los costados de la cabeza de ella y la acunó con el tronco inferior. La dura protuberancia de la erección a través de los vaqueros anidó entre sus piernas, sobre la suave barrera de la seda de sus braguitas.

Le estiró los brazos por encima de la cabeza sin soltar el pañuelo.

– ¿Qué pensabas hacer con esto?

Mallory le ofreció una sonrisa sexy.

– Podemos hablar de ello luego -movió las caderas en abierta invitación.

– ¿Cómo es que sabes exactamente lo que necesito?

Otra pregunta que no quería que respondiera, porque antes de poder hacerlo, le cubrió la boca con sus labios.

Los tenía ardientes, y las manos aún más mientras la besaba con toda su alma y le exploraba el cuerpo, dejándole una sensación de haber sido marcada al tojo vivo allí donde la tocaba.

En todo momento ella trató de liberar las manos para poder ir hacia el botón de los vaqueros, pero él no la soltaba, necesitado de controlar y dominar. Y aunque Mallory había dedicado casi toda su carrera a no ser sumisa con ningún hombre, eso era personal.

Se trataba de Jack y no le importaba ceder en ese momento. No cuando lo que la esperaba valía la pena.

Jack le soltó los brazos y se deslizó por su cuerpo hasta que los labios llegaron a los pechos. Se pegó a un pezón a través de la seda que lo cubría e introdujo la cumbre rígida en la boca. Alternó una succión suave con provocaciones de la lengua, para concluir con leves mordiscos.

Ella soltó un grito de sorpresa a medida que la sensación realizaba una trayectoria directa desde el pecho hasta el lugar húmedo entre los muslos.

Luego, él aplacó los puntos que había mordisqueado con lamidas eróticas de un dolor exquisito que le hicieron ver las estrellas bajo los párpados cerrados.

– ¿Mejor? -preguntó él.

– Mmm -el habla estaba más allá de su capacidad.

– Debería frenar -comentó él, con expresión de decir que era lo que menos quería.

– Espero que no por mí -soltó una risa estrangulada. -Si vas más lento, podría morirme.

– Yo también -le apartó un mechón de pelo de la mejilla encendida. -Lejos de mi intención negarte tus deseos.

CAPITULO 13

Jack la miró a la cara. No, no podía negarle sus deseos. Menos cuando la necesitaba con tanta desesperación. No había comprendido cuánto hasta no mirar en sus ojos compasivos.

Tiró con fuerza de la fina tela del hombro y esta se soltó. Hizo lo mismo con la otra y le quitó el sujetador mientras ella alzaba la espalda y las caderas, ansiosa por desprenderse del límite de la ropa interior.

Lo que vio estaba más allá de sus sueños más descabellados.

– Eres increíble.

– ¿Podemos ceñirnos a la verdad? -Mallory apartó la vista.

– Desde luego -era obvio que no creía en su belleza o valía y, dado lo que había aprendido de su historia, lo entendía.

Pero cuando se encontraba con él, no debería albergar dudas. Se retiró y se irguió para desnudarse con celeridad hasta que se unió otra vez a ella en la cania.

Con ojos intensos, Mallory observó su erección.

– ¿Ves lo que me haces? -sí, lo veía desnudo, pero también dentro de él, más profundamente que cualquier otra mujer.

Esbozó una sonrisa irónica y adorable,

– Es un hecho comprobado que los hombres no siempre piensan con su… bueno, ya sabes, cuando esperan tener suerte.

Él rio ante su forma tan directa de exponerlo. Esa era su Mallory, la mujer honesta que no ocultaba lo que pensaba.

– Yo no lo llamaría tener suerte si fuera un revolcón fácil con alguien que no me importaba.

El pestañeo de ella mostró la incertidumbre que la embargaba.

– Bueno, también es otro hecho comprobado que los hombres dicen cualquier cosa en el calor del momento, sin creer nada de sus palabras.

– No estamos en el calor del momento -se acercó hasta que pudo separarle las piernas y arrodillarse entre ellas. -Todavía -no le quitó la mirada de encima, pero se inclinó más, con los labios a meros centímetros del paraíso.

– Hablas muy bien -suspiró… y la voz ronca le indicó lo mucho que le gustaba cómo hablaba y la evidente intención que tenía.

– No son simples palabras. Si lo único que deseara fuera una mujer, no estaría aquí ahora -porque era demasiado complicada y atractiva, demasiado todo en lo que a él se refería.

Si se perdía dentro de ella para olvidar el dolor del día, se arriesgaba a perderse para siempre. Pero ahí estaba y ya no había vuelta atrás. No iba a huir.

– Ah, cariño, si lo único que quisiera fuera cualquier mujer, ya estaría dentro de ti, ocupándome de mis necesidades en vez de hacer esto -bajó la cabeza y la lamió; probó su feminidad, y sintió su calor al tiempo que cebaba la humedad de rocío.

La única respuesta de ella fue un gemido tremido. Cerró las manos en la colcha de la cama y alzó las caderas. Por su calor líquido, Jack supo que estaba cerca del precipicio y él mismo ya no iba a poder esperar mucho más.

Pero Mallory lo sorprendió, ya que lo hizo rodar hasta quedar boca arriba y se sentó a horcajadas en su cintura. Apenas la vio abrir el cajón de la mesilla o el paquete de celofán, pero sí sintió cómo le enfundaba el preservativo.

El deseo de penetrarla era intenso. Pero aún más poderosa era la necesidad de observarla mientras descendía sobre él y lo aceptaba en toda su anchura y extensión. Pero no pudo evitar tocarla, desde separarle los pliegues con la punta de los dedos hasta situarse ante su entrada.

La aferró por las caderas en el mismo instante en que ella eliminaba toda contención. Se deslizó por su núcleo encendido, lubricado y húmedo a su alrededor.

– Dios -la palabra salió de sus labios en un gemido gutural. La resistencia inicial del cuerpo de Mallory fue el placer ceñido de él. Jamás había sentido algo más caliente, idóneo y perfecto.