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Y como había prometido que miraría, se obligó a levantar los párpados pesados y a apoyarse en los codos. Al verse engullido en el interior de ella, se dio cuenta de que había sido un error.

Comenzó a realizar unos movimientos de embestida que intensificaron todas y cada una de las sensaciones que le recorrían el cuerpo.

Mallory estuvo a punto de gritar por el calor increíble y la fricción vertiginosa que creaban. Era seda mojada que envolvía la erección sólida de él. Lo que sentía por ese hombre era tan poderoso y fuerte que permanecería con ella mucho después de que hubieran dejado de estar juntos, algo en lo que aún no quería pensar. Contrajo los músculos con más fuerza en torno a la dureza palpitante, sabiendo que le faltaba muy poco para alcanzar el clímax,

Jack se agarró a sus caderas y la impulsó a abrir los ojos para encontrarse con los ojos nublados de él.

– Déjate ir, cariño -levantó las caderas para acercarla todavía más al abismo. Esperó.

Mallory intentó respirar, pero solo pudo emitir un grito ahogado.

– Entonces llévame allí… y ven conmigo -contoneó el trasero en un lento movimiento circular. La pelvis giró sobre las caderas de Jack, quien la penetró tan hondamente, que la palabra «unión» adquirió un nuevo significado.

– Aahhh, Dios. Ahora -la penetró y ella volvió a contraer los músculos a su alrededor.

Unas olas remolinantes de placer interminable rompieron sobre ella, Miró el increíble rostro de él y Jack se puso a embestirla con más fuerza. No podía pensar ni respirar. Los cuerpos se movían al unísono, más y más deprisa, hasta que la resistencia de Mallory se convirtió en el punto focal del placer erótico.

– Sí, sí… -soltó un grito de placer con una voz que no reconoció como propia,

– Sí -fue el eco de Jack al estallar dentro de ella y temblar con el poder de su orgasmo.

Y el mundo que ella conocía se fragmentó en millones de haces de luz que la cegaron, y la belleza de alcanzar juntos el orgasmo le provocó lágrimas.

Respiró de forma entrecortada mientras bajaba el cuerpo para descansar sobre él.

– Te amo -las palabras escaparon de su boca antes de que pudiera detenerlas.

Mallory yacía encima de él, jadeante, saciada… y esperando una respuesta. Pero no tenía nada que decirle. En todo caso, nada que ella quisiera oír.

Antes de Mallory, siempre había tenido sexo. Pero no se había equivocado al entrar y tener la corazonada de que eso era mucho más. No era ella la única que se enamoraba.

Años de ideas preconcebidas y de estadísticas de divorcio lo informaban de que no tenían ni una sola posibilidad, pero, por primera vez, consideró las otras estadísticas. Los matrimonios que habían sobrevivido. Las personas que permanecían juntas por razones que trascendían la conveniencia y la seguridad.

No se le escapaba la ironía de la situación. La única vez que estaba dispuesto a encarar el futuro, no disponía de ninguno.

Mallory suspiró.

– No te mentiré y afirmaré que fue en el calor del momento, pero no te preocupes, no espero que respondas «yo también te amo».

– Me importas -«más de lo que es prudente». -Y desearía poder decir las palabras -pero no podía, porque hacerlo significaría poner en peligro todo lo que ella quería de la vida.

Jack era la persona menos altruista que conocía, pero proteger a Mallory y las cosas que ella valoraba se había convertido en su prioridad.

– Eh, desearlo no hace que las cosas sucedan, y los dos conocemos las reglas.

– Estas cambian -no se tragó su tono ligero.

– Pero no los puntos de vista. Y los dos conocemos cuáles son los tuyos.

Forzó una risa que no sentía.

– Sí, iguales que los tuyos. La carrera es lo primero. Todo lo demás va en un segundo lugar.

– Exacto.

Pero la idea de volver a su vacío apartamento de Nueva York no le resultaba tan liberadora como en el pasado.

Pero él ya era socio, ya había alcanzado su sueño. Y esa era la meta de ella, para la que se había afanado durante años.

«Te amo».

No podía reconocer que él sentía lo mismo. No podía enfrentarse a sus propios demonios y decidir si corría el riesgo y le confiaba el corazón a Mallory. No tenía otra alternativa que hacer a un lado la verdad.

Por el bien de ella.

Por violar la política de no romances del bufete, la vieja guardia consideraría los actos de Mallory con desdén. No la despedirían, no sin arriesgarse a una demanda, pero podrían frenar su ascenso y hacerle la vida imposible hasta que dimitiera. Mientras tanto, Jack solo recibiría una reprimenda, un cachete en la mano y quizá una broma obscena para que controlara sus impulsos más bajos. Pero seguiría siendo socio y su carrera estaría intacta. Injusto pero cierto.

– ¿Jack?

Se puso de costado y la arrastró con él. Miró su rostro preocupado y ante sí mismo reconoció que le importaba demasiado.

– Estoy aquí.

«Pero no me ama», pensó Mallory. El corazón se le encogió. Aunque el destino dictara que no tenían futuro, deseó que Jack sintiera lo mismo.

– ¿Qué pasó en tu casa? -preguntó, cambiando de tema.

– Al final mis padres van a divorciarse.

– De modo que tu padre plantó cara. Debes de estar satisfecho.

– «Satisfecho» no describe lo que siento. Mi madre se presentó en casa a recoger sus cosas… acompañada de su último novio.

– Es muy poco sensible.

– Así es mi madre -repuso con expresión inescrutable.

Mallory comprendió que de ahí nacían sus ideas sobre las relaciones a largo plazo y las mujeres,

– Adelante y arriba -continuó él. -Constantemente quiere más y mejor y no le importa quién resulta herido en el camino.

– Entonces, ¿por qué se quedó tanto tiempo con él? -preguntó.

– Seguridad financiera. Y mi padre lo permitió.

– No todas somos como ella -supo que las palabras eran necesarias.

– Sé que tú no lo eres -tuvo un tic en la mandíbula. -Pero perdóname por no haber puesto a prueba la teoría. Los divorcios y las estadísticas que he visto bastaron para convencerme de mantenerme al margen.

Ella asintió. Al final, de poco importaba que la creyera diferente, porque había caído en un estereotipo demasiado difícil de superar por cualquier mujer. En particular por Mallory, quien había convertido su «adelante y arriba» en objetivo público en un mundo dominado por hombres.

Posó una mano sobre los labios de él. Ya le había revelado suficientes cosas como para convencerla de que confiaba en ella.

– Se me ocurren cosas más divertidas que volvernos demasiado emotivos.

– ¿Qué tienes en mente? -preguntó Jack.

Ella forzó una sonrisa relajada,

– Me llamó nuestro detective privado y dispongo de bastante información sobre la señora Lederman -pero al estar desnuda con Jack, en lo que podía ser la última vez, no quería hablar de trabajo. Y menos de un tema que cada vez que pensaba en él le producía dolor.

– No tenías trabajo en la mente -apoyó la mano en su cadera.

– Además -convino-, a medianoche no podremos hacer nada al respecto.

– Tienes razón. Sea lo que fuere, puede esperar -le dio un beso en los labios, profundo y sentido. Y cuando le mordió el labio inferior, Mallory gimió.

Tomó el pañuelo que él le había devuelto y se sentó sobre su estómago. Se pasó la seda alrededor de las manos y tiró de ambos extremos. Los ojos de él se oscurecieron en anticipación.

– ¿Qué es lo que planeas hacer con eso exactamente?

– He oído que si le vendas los ojos a un hombre, sus otros sentidos se agudizan.

– Interesante teoría -musitó.

– Lo mismo pensé yo -sonrió. -¿Crees que es aplicable a las mujeres?

– Desde luego, pretendo averiguarlo.

Se incorporó para mordisquear un pezón. Ella echó la cabeza atrás y soltó un grito ahogado.

Mientras estaba distraída, Jack le quitó el pañuelo.