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Pasar de una interjección tan desconsolada como ésta a una interpelación directa, del género, Y después qué hizo, no era fácil, requería tiempo y tacto, por eso don José se quedó callado, a la espera de lo que viniese.

Como si también lo supiese, la mujer preguntó, Quiere más té, él acepto, Por favor, y acercó la taza. Después la mujer dijo, Hace unos días telefoneé a su casa, Y entonces, Nadie atendió, me respondió un contestador, Sólo telefoneó una vez, El primer día, sí, pero en los días sucesivos lo hice varias veces y a horas diferentes, le telefoneé por la mañana, le telefoneé por la tarde, le telefoneé después de la hora de cenar, llegué incluso a llamar a medianoche, Y nada, Nada, pensé que tal vez se hubiese ido fuera, Ella le dijo dónde trabajaba, No. La conversación ya no podía proseguir alrededor del pozo negro que escondía la verdad, se aproxima el momento en que don José diga Su ahijada murió, es más debía haberlo dicho así que entró, de eso la mujer lo acusará no tardando mucho, Por qué no me lo dijo en seguida, por qué hizo todas esas preguntas si ya sabía que ella estaba muerta, y él no podría mentir alegando que se calló para no darle de golpe, sin preparación, sin respecto, la dolorosa noticia, verdaderamente la causa única de este largo y lento diálogo habían sido las palabras que ella dijo a la entrada, también tengo alguna cosa que contarle, en ese momento le faltó a don José la serenidad resignada que le habría hecho rechazar la tentación de tomar conocimiento de esa pequeña cosa inútil, fuese la que fuese, le faltó la resignación serena de decir No vale la pena, ella murió. Era como si aquello que la señora del entresuelo derecha tuviera que comunicarle pudiese aún, no sabe cómo, hacer correr el tiempo hacia atrás y, en el último de los instantes, robarle a la muerte la mujer desconocida. Cansado, sin otro deseo ahora que el de retardar durante unos segundos más lo inevitable, don José preguntó, No se le ocurrió ir a su casa, preguntó a los vecinos si la habían visto, Claro que llegué a pensar en eso, pero no lo hice, Por qué, Porque sería lo mismo que entrometerme, podría no gustarle, Pero telefoneó, Es diferente. Se hizo un silencio, después la expresión del rostro de la mujer comenzó a cambiar, se tornó interrogativa, y don José comprendió que ella le iba a preguntar, por fin, qué cuestiones relacionadas con el asunto lo habían conducido hoy a su casa, si habían llegado a encontrarse y cuándo, si el problema de la Conservaduría General se había resuelto y cómo, Querida señora, lamento tener que informarle de que su ahijada ha muerto, dijo don José rápidamente.