Blanca estaba subyugada por la encantadora excitación de Heiner, que cautivó también a Maren, a Curt, incluso a Peter. Recorrían la ciudad como si la descubrieran, como si la estuvieran viendo por primera vez. Pasearon por la ausencia del Muro y de nuevo les hechizaron sus explicaciones. En el año 1961, el 13 de agosto, se colocaron alambres de espino, el día 15 comenzó la constitución del Muro. Vigilado por «Grepos», soldados de Berlín Oriental, desde más de 250 atalayas. El Muro de la vergüenza yace aquí, dijo Heiner señalando los restos, en un tímido ademán de guía primerizo, propio de alguien que no está acostumbrado a acaparar la atención.
Todos recogieron restos de hormigón, prefiriendo los que estuvieran pintados, o se vieran atravesados por cables de acero. Blanca acaparó tantas piedras que casi no podía cargar con ellas, le llevaría a Carmela, a sus sobrinos, y a José. Sí, también a José.