—Ve tú, Matilde. Yo cogeré un taxi.
La recuerdas subiendo al automóvil. Se inclinó para entrar, y viste su cuello más largo que nunca, su nuca despejada. Puedes ver incluso el pasador que adornaba su pelo recogido en un moño. Tu regalo en vuestro primer aniversario de boda. La plata destacaba en su cabello rojizo.
No quisiste ver la rabia en sus ojos mientras cerrabas la portezuela del automóvil, no la miraste.
Y ahora te preguntas qué pasó entre ellos en ese espacio que no te pertenece, que no compartiste con ella. Por qué no le pediste esa misma noche que te hablara de Ulises, por qué dibujaste con tu silencio una línea infranqueable.
El taxi en el que viajabas chocó contra un turismo; tú esperaste sentado en el interior hasta que los conductores terminaron de discutir. Tranquilo. Tardaste demasiado en llegar.
De qué hablaron durante aquel primer encuentro, los dos solos, mientras te esperaban más tiempo del previsto.
Y ahora no puedes dormir.