Desde aquella noche, vuestra vida cambió, desde que fuiste consciente de que tu intimidad con Matilde no existía, de que en realidad no había existido nunca.
Antes de irte a dormir, entraste en tu estudio. Observaste la delicadeza con que Matilde lo había preparado para ti. ¿No era eso amor? Te sentaste en el sillón que ella había situado frente a la ventana, junto a una lámpara de pie, «Un rinconcito para leer —te había dicho al enseñarte la habitación—, para cuando te canses de trabajar».
No encendiste la luz. En la penumbra, veías las flores que Matilde había comprado, en tu mesa de trabajo desordenada por ti esa misma mañana, cuando te encontrabas perdido. Perdido. Penélope, Calipso, Molly Bloom. Matilde, Matilde, Matilde. Y de pronto, reconociste el lugar donde Matilde te había hecho el amor hacía apenas dos semanas. Un estremecimiento súbito te llevó al llanto. Era allí, en el estudio, bajo la ventana, en el lugar que ocupabas ahora sentado en el sillón.
Lloras, mientras te preguntas si aquella entrega en la casa desnuda fue un acto de amor. Y buscas respuestas. Sí, así podría ser siempre. Sí, su desmesura indicaba cómo podía ser vuestro matrimonio, o lo que podría haber sido. O quizá se había prostituido entre tus brazos en aquella ocasión. No. No. En la entrega con desgana de esta noche. Su entrega repetida y pasiva, la acostumbrada, la convertía en prostituta a tus ojos. Cómo acercarte, a partir de ahora, a Matilde.
Te levantaste del sillón como si hubieras sido despedido de él, catapultado, y te acercaste a los libros abiertos, a los cuadernos, a las notas, a tu ambición. El desorden que veías en tu mesa señalaba otros desórdenes. Y resolviste, de pronto, que la manera de recuperar a tu esposa pasaba por demostrar tu talento. Pero no a ella, se lo demostrarías a Ulises. Ulises lo reconocería, y Matilde asistiría a ese reconocimiento. Doble conquista. Y los uniste a los dos en el empeño.
Olvidaste las lágrimas, encendiste la luz, y te pusiste a escribir.
NOTAS
—El color de la película será el azul, como las tapas que Joyce quiso para la primera edición de Ulises.
—Se desarrollará a lo largo del día 16 de junio, fecha en la que Joyce sitúa su Ulisespara recordar el primer paseo nocturno con su mujer, Nora Barnacle.
—Ha de ser una película donde lo que importe sea el pequeño detalle.
—Homero era ciego, se dice. La ceguera obliga a mirar hacia dentro, a la reflexión más profunda. En el Ulises, Joyce obliga a sus personajes también a esa mirada, y nos lo muestra con la palabra interior, lo que algunos llaman monólogo interior.