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Aisha encontró en Farida el consuelo. La aliviaba con su ternura y con la forma que tenía de llamarla: Auisha, el diminutivo de su nombre que siempre había negado a los otros porque la hacían sentirse una niña pequeña. Juntas rezaban sus oraciones y juntas pasaban hambre en el Ramadán.

De Farida aprendió que debía mentir a la policía si le pedían los papeles. Fue ella quien le enseñó a adaptarse a su situación de ilegal. Tenía que darles un nombre falso, y decir que era argelina, para que no la expulsaran del país. Farida le enseñó a Aisha los trucos que había aprendido nada más llegar.

A las dos las detuvieron juntas. Pidieron un recurso de acogida, pero sólo una vez. Tuvieron suerte. Juntas acudieron al programa de alfabetización, y juntas conocieron a Pedro, y a Yunes.

Pedro se enamoró de Aisha nada más verla. Y Aisha se fue enamorando poco a poco.

—Aisha pena nigra en alma. Tarda olvido.

Aisha consiguió la nacionalidad después de cinco años de trámites, cuando ya estaba casada con Pedro. Y Farida y Yunes no consiguieron papeles jamás.

—Guapo Yunes argelino moreno rizos en pelo. Farida enamora y casan antes Pedro y mí. Tú conoce algún día. Farida tamién guapa, grande pero guapa enamora a Yunes tamién.

Y Aisha le cuenta a Matilde —y después ella te lo contaría a ti— que Yunes escapó de Argelia huyendo del integrismo, cuando un grupo parapolicial asesinó a su hermana Maryam, casada con un profesor universitario, embarazada de ocho meses. Le atravesaron el vientre antes de degollarla, para que no naciera otro intelectual. Y después, mataron a su marido.

Fugitivo a través de Marruecos, Yunes llegó a pie a Calamocarro, un miserable campamento a las afueras de Ceuta, y allí volvió a sentirse acosado, recluido en un lugar infecto, rechazado por los ciudadanos que prefieren ignorar la miseria que les viene de fuera, y obligan a los fugitivos a alzar sus propias murallas.

—A Yunes aprieta corazón en Calamocarro. País de él está en muy dentro de Yunes. Dice muralias pero no muralias, sólo canias y yerba hacen pared y cartones tamién donde vive. Mucho tarda venir en España a vivir y llora.

Matilde se había llevado las manos a la boca para reprimir un grito, cuando escuchó la historia de Maryam. Ahora se tapaba la cara.

—Yunes busca en ruina noticias pueblo suyo. Dicía que a veces más muy bien alguno veniera de allí. Farida, Yunes, Pedro y Aisha todas semanas primero todos estamos en ruina después menos.

Yunes convenció a las mujeres de que dejaran de buscar a sus muertos. Y las dos comenzaron a esperar noticias de los que habían dejado en Marruecos.

—¿Y nunca escribiste una carta?

—Aisha mucha culpa dentro. A lo primero pena madre de Munir, espero que aparece para no dicir que no aparece, después pena más grande escribir que muerto, después vergüenza no escribido antes.

Con Pedro, y con sus amigos Farida y Yunes, asistía a las reuniones periódicas en casas abandonadas. Ella no había perdido la esperanza de encontrar entre los recién llegados a algún familiar o conocido que le trajera noticias de su pueblo. Pedro quiso llevarla a Marruecos en más de una ocasión, pero ella se negó siempre, Aisha pensaba que la añoranza era un castigo y que los castigos deben cumplirse para limpiar el alma. Los intentos de su marido para que abandonara la dureza con la que se trataba a sí misma fueron siempre en vano, y la llevaba a Punta Algorba cada vez menos, para evitarle la desolación del regreso de una búsqueda inútil.

La intimidad. Matilde escuchó las confidencias de Aisha, y ella las de Matilde. Con Aisha verbalizó tu mujer sus temores. A ella le confesó que estaba perdiendo al hombre que amaba. A ella le dijo que te perdía, sin saber el porqué, pero que no se sentía culpable, como Aisha tampoco debía sentirse por la muerte de su novio.

Matilde le contó a Aisha tu historia, y a ti te contó la historia de Aisha. De noche, frente a la ventana de vuestro dormitorio, conmovida, emocionada, compartiendo contigo el insomnio. Y tú, ahora, no puedes dormir.