Deberías estar más tranquilo, ahora que la realidad te ha alcanzado. Pero tú no sabes qué hacer con la realidad. Tú que prefieres saberlo todo, habrías preferido la sospecha de la infamia. Habrías preferido incluso descubrir una traición. Tú que siempre habías sostenido que no soportabas la traición. ¿Quién la soporta? Matilde, no. Matilde no te traicionó, y no puedes dolerte de ello. Sería más fácil si la encontraras culpable, si pudieras utilizar su culpa contra tu inocencia. Buscas su abandono en tu memoria, como si se tratara de un espejo, para reconocerte víctima.
Matilde te abandonó antes de que tú quisieras verlo; y cuando comenzaste a contarle a Estela la historia de Aisha, te dio la espalda para siempre.
Ulises la alcanzó cuando se disponía a subir las escaleras:
—No te vayas así. Toma una copa conmigo.
Ella aceptó, y le tendió la mano.
Caminaron hacia el gabinete de música, apreciando los dos el calor en la mano del otro. Sobre el tapete verde destacaba el marfil de los dados. GRUTA MAÑANA MEDIODÍA.
—¿Sigue en pie?
—Sí, necesito volver a esa cueva.
Era la primera vez que se encontraban a solas, desde que llegasteis a Aguamarina. Desde que los dos se bajaron del automóvil de Ulises con la decisión de negarse a otro beso. Matilde deshizo el mensaje, reunió los dados y los depositó en las manos de Ulises:
—¿Quieres que juguemos?
—Sí.
Mientras tú contabas la historia de Aisha, ellos se intercambiaron palabras con el juego de azar.
Le tocaba jugar a Ulises, escribió MATILDE,
Ulises repetía en voz alta el nombre de tu mujer. Tú lo viste en sus labios, y sentiste que lo perdías.
Estela se colgó a tu brazo y al de Estanislao; por su pequeña estatura, parecía ir en volandas entre los dos:
—Matilde, querida —la estridencia de su voz al pronunciar el nombre de tu mujer chocó con la dulzura con la que Ulises lo retuvo en su boca—. La historia de la guardesa es realmente un drama emocionantísimo. He propuesto a estos caballeros que vayamos un día a la casa donde se reúnen los moros —ante la dureza de la mirada de Matilde, rectificó—. Perdón, el colectivo magrebí. Me gustaría conocer también a Farida y a Yunes.