Prudencia, hija, deberías haber aprovechado y hablar con el representante, ya ves cómo los hombres no son todos iguales, como dices tú. Contarle tus penas. Porque de mí estás ya un poco cansada y yo de ti, Prudencia. Por eso esta mañana, cuando me dijiste que tú también ibas a morirte, me entró alivio por dentro y no te pregunté de qué.
Todo el día mirándome sin decir nada. Y yo mirándote todo el día. ¿Es
Sólo quiero dormir, Prudencia, dormir.