Cuando él y Louie habían decidido trasladar su compañía a Truly, sabían que los viejos del pueblo se resistirían al desarrollo y al crecimiento de cualquier tipo. Pero igual que Henry, esas personas se estaban muriendo y eran reemplazadas por yuppies. Según a quien escucharas, los chicos Allegrezza o eran hombres de negocios o saqueadores de tierras. O los amaban o los odiaban. Pero, siempre había sido así.
Se levantó y estiró los brazos sobre la cabeza. Los requisitos para un campo de golf de nueve hoyos y el anteproyecto para un montón de metros cuadrados de condominios se extendían ante él. Incluso con un presupuesto conservador, Construcciones Allegrezza iba a hacer una fortuna. Y esa era solamente la primera etapa de desarrollo. La segunda etapa iba a hacer aun más dinero, con casas de un millón de dólares construidas a poca distancia de la verde extensión. Ahora todo lo que Nick necesitaba era vía libre a los cuarenta acres que Henry le había dejado en herencia. En junio la tendría.
Nick sonrió en la oficina vacía. Había hecho su primer millón construyendo todo tipo de cosas, hasta casas de lujo en Boise, pero un chico siempre guarda un poco de dinero extra para emergencias.
Cogió la chaqueta del perchero y se dirigió a la puerta trasera. Después de llevar a cabo sus planes para Silver Creek, pensaría que quería construir en Angel Beach. O quizá no construyera allí. Se paró el tiempo suficiente para apagar las luces antes de cerrar la puerta detrás de él. Su Harley Fat Boy estaba aparcada al lado del Miata de Delaney. Miró hacia arriba, a su apartamento, y a la puerta verde iluminada por una luz débil. Era un misterio.
Podía entender que quisiera irse de casa de su madre. Él no podría estar cerca de Gwen ni tres segundos sin querer estrangularla. Pero lo que no entendía era porque Delaney había preferido mudarse a un estercolero. Sabía que en el testamento de Henry estipulaban un ingreso mensual, y sabía que podía pagarse un lugar mejor. No le llevaría mucho a ningún hombre sacar la maldita puerta a patadas fuera de los goznes.
Cuando tuviera tiempo, tenía intención de reemplazar las cerraduras. Pero Delaney no era su problema. Donde vivía o lo que prefería hacer no le concernía. Si quería vivir en un agujero y llevar puesta una falda de vinilo que apenas le cubría el culo, entonces era su problema. A él no le importaba nada. Estaba seguro de que no le dirigiría más que un pensamiento fugaz si ella no viviera prácticamente encima de él.
Pasando una pierna sobre la Harley, enderezó la moto. Si hubiera visto a cualquier otra mujer con esa locura de vinilo, entonces la habría apreciado como se merecía, pero no a Delaney. Verla envuelta en plástico apretado como un bocadillo del deli lo habían hecho desear despegar el plástico y tomar un mordisco. Había pasado de nada a duro en tres segundos.
Pateó el apoyo con el talón de su bota y presionó el botón de ignición. El motor volvió a la vida, rugiendo en el aire quieto de la noche, y vibrando entre sus muslos. Ponerse duro por una mujer que no planeaba llevar a la cama no le molestaba. Ponerse duro por esa mujer en particular si lo hacía.
Aceleró la moto y salió disparado del callejón, apenas frenó para incorporarse a La Calle Primera. Estaba inquieto y fue a casa sólo el tiempo suficiente para darse una ducha. El silencio le ponía nervioso y no sabía por qué. Necesitaba un entretenimiento, una distracción, y acabó en Hennesey con una cerveza en la mano y Lonna Howell en su regazo.
Su mesa estaba encima de la pista de baile, oscura y llena de cuerpos, moviéndose al ritmo sensual del lánguido blue que fluía del quinteto que estaba tocando. Los rayos de luz iluminaban la banda y varias ráfagas relampagueaban por la pista e iluminaban la barra. Pero en su mayor parte el local estaba tan oscuro como el pecado así que una persona podría conseguir cosas pecaminosas.
Nick no planeaba ningún pecado en particular, pero la noche era joven y Lonna estaba más que dispuesta.
Capítulo Seis
Delaney entrelazó las manos detrás del cuello de su antiguo novio y se movió con él al ritmo lento de la guitarra de blues. Estar así cerca de Tommy otra vez tenía un aire deja vu, sólo era diferente porque los brazos que la rodeaban ahora pertenecían a un hombre, no a un niño. De niño no había tenido ritmo, seguía sin tenerlo. En aquel entonces, él siempre había olido a jabón Irish Spring. Ahora llevaba colonia, no el perfume fresco que siempre había asociado con él. Había sido su primer amor. Había hecho latir su corazón y acelerado su pulso. Ahora no sentía ninguna de esas cosas.
– Recuerdame como era antes – él habló en el oido de Delaney, – ¿por qué no podemos ser amigos?
– Porque tu esposa me odia.
– Oh, bueno-. la atrajo más cerca, pero mantuvo sus manos en la pequeña cintura-. Pero a mí me gustas.
Su flirteo desvergonzado se había iniciado hacía una hora, inmediatamente después de que Lisa se fuera. Le había hecho una proposición dos veces, pero había sido tan encantador, que no podía enfadarse con él. La hacía reírse y la hizo olvidarse de que le había roto el corazón escogiendo a Helen.
– ¿Por qué no te acostaste conmigo en secundaria?- preguntó.
Realmente había querido hacerlo. Había estado locamente enamorada y llena de las hormonas rugientes de los adolescentes. Pero más avasallador que su deseo por Tommy había sido el terror por su madre y por Henry si averiguaban que había estado con un chico-. Te deshiciste de mí.
– No. Fuiste tú la que se deshizo de mí.
– Sólo después de que te cogiese con Helen cabalgando encima.
– Oh, bien.
Ella se echó hacia atrás para mirarle a la cara, apenas visible en la oscura pista de baile. Su risa se unió a la suya cuando ella dijo, – Eso fue horrible.
– Joder. Siempre me sentí realmente mal por lo que ocurrió, pero nunca supe que decirte después, – se acusó-. Sabía lo que quería decirte, pero pensé que no te gustaría oírlo.
– ¿Qué?
Sus dientes blancos centellearon en la tenue luz-. ¿Qué lamentaba que me hubieras pillado con Helen, pero que todavía podíamos estar juntos?
Hubo una época en que ella había escrito su nombre en todas sus libretas, cuando tenía el sueño de vivir en una casa con cerca blanca con Tommy Markham.
– ¿Lo hubieras hecho?
– No – contestó ella, verdaderamente agradecida de que no fuera su marido.
Él se inclinó hacia adelante y la besó suavemente en la frente-. Eso es lo que más recuerdo de ti. La palabra “no”, -dijo contra su piel. La música se detuvo y él se echó para atrás y sonrió-. Me alegro de que hayas vuelto-. La escoltó a la mesa y cogió su chaqueta-. Ya nos veremos.
Delaney le vio marcharse y cogió la cerveza que había dejado sobre la mesa. Mientras llevaba la botella a sus labios, se apartó el pelo de su cuello con la mano libre. Tommy no había cambiado mucho desde secundaria. Tenía buena apariencia. Todavía hechizaba y todavía era un tocón. Casi sintió lástima por Helen, casi.
– ¿Planeando una cita con tu antiguo novio?
Ella supo de quien era la voz incluso antes de girarse. Bajó la botella y contempló al hombre que le había causado más sufrimiento que todos sus novios juntos-. ¿Celoso?- Pero a diferencia de Tommy, nunca olvidaría lo que sucedió una cálida noche de agosto con Nick Allegrezza.
– Chinche.
– ¿Has venido a discutir conmigo? Porque no quiero discutir. Como me dijiste el otro día, ambos estaremos en la comitiva de la boda de tu hermano. Tal vez deberíamos tratar de llevarnos bien. Ser más amigables.
Una lenta sonrisa sensual curvó sus labios-. ¿Cómo de amigables?
– Amigos. Sólo amigos -dijo aunque dudaba que pasara alguna vez. Pero tal vez podrían dejar de lanzarse pullas. Sobre todo cuando parecía que ella siempre perdía.
– ¿Colegas?