Podría estar bien-. Eso mismo.
– ¿Camaradas?
– Claro.
Él negó con la cabeza-. Nunca ocurrirá.
– ¿Por qué?
Él no le contestó. En vez de eso le quitó la botella de la mano y la colocó en la mesa. El cantante de la banda de blues empezó un tema lento, “I've Been Loving You Too Long”, mientras Nick la arrastraba hacia la abarrotada pista de baile. La apretó contra él, luego movió sus caderas al ritmo de la sensual música de blues. Ella lo empujó tratando de poner un poco de distancia entre sus pechos y su tórax, pero sus manos grandes en la espalda la mantuvieron justo donde él quería. No tuvo otra opción que colocar las palmas de sus manos en sus anchos hombros. Su pelo acarició sus nudillos como un roce de seda fresca, y el calor de su recio cuerpo se filtró a través de los vaqueros, la franela y el jersey para calentarle la piel. A diferencia de Tommy, el ritmo surgía de Nick, fácil y natural, como una lánguida corriente sin prisa por llegar a ningún sitio-. Me podías haber preguntado si quería bailar -dijo, hablando por encima de los fuertes latidos de su corazón.
– Tienes razón. Podría.
– Estamos en los noventa. La mayoría de hombres han abandonado la caverna-. El olor de él llenó su cabeza del aroma del algodón limpio y masculino.
– ¿Hombres como tu ex novio?
– Sí.
– Tommy piensa con su polla.
– Como tú.
– Ya estamos otra vez – él hizo una pausa y su voz bajó un poco, – piensas que lo sabes todo sobre mí.
Su estómago se comprimió ante las emociones conflictivas. Cólera y deseo, anticipación jadeante y miedo se mezclaron en su vientre. Tommy Markham, su primer amor, no había creado tal caos dentro de ella. ¿Por qué Nick? Había sido un borde muchas más veces de las que había sido agradable. Tenían un pasado que creía que ya estaba enterrado-. Todo el mundo en el pueblo sabe que pasas el tiempo con un buen número de mujeres.
Él se apartó un poco para bajar la vista y mirarla. La luz del escenario iluminaba la mitad de su apuesta cara. -Aun si eso fuera cierto, hay una diferencia. No estoy casado.
– Casado o no, el sexo indiscriminado todavía es asqueroso.
– ¿Se lo dijiste también a tu novio?
– Mi relación con Tommy no es asunto tuyo.
– ¿Relación? ¿Vas a encontrarte con él más tarde para mantener ese sexo indiscriminado que encuentras tan repugnante?- Sus manos subieron por su espalda hasta la base de su cabeza-. ¿Te pone caliente?- Extendió sus dedos por debajo de su pelo, sosteniendo su cabeza con las palmas de las manos. Sus ojos eran tan duros como el granito.
Ella le empujó los hombros, pero él apretó con fuerza, presionando sus dedos firmemente en su cuero cabelludo. No la lastimaba, pero no la dejaba ir-. Estás enfermo.
Él bajó su cara y le preguntó contra sus labios – ¿Te enciende?
Ella respiró profundamente.
– ¿Duele?
El corazón de Delaney golpeaba su pecho y no podía contestar. Suavemente él acarició su boca con la suya y deslizó la punta de la lengua por la unión de sus labios. Una corriente de placer atravesó sus pechos. La reacción inmediata de su cuerpo la sorprendió y alarmó. Nick era el último hombre por el que quería sentir un deseo tan doloroso. Su pasado era demasiado desagradable. Ella tuvo la intención de apartarlo, pero él presionó con vehemencia y el beso se volvió carnal. Su lengua entró en su boca en un asalto caliente, devorándola, consumiendo su resistencia y creando una succión deliciosa con sus labios.
Ella quiso odiarle. Incluso mientras le devolvía el beso y su lengua le incitaba. Incluso mientras envolvía sus brazos alrededor de su cuello y se aferraba a él como si fuera lo único estable en un mundo caótico y mareante. Sus labios eran calientes. Firmes. Y ella le devolvía el beso con la misma pasión fogosa.
Él deslizó sus grandes manos hacia abajo, luego las metió debajo del borde suelto de su suéter. Sintió como sus dedos acarician suavemente su espalda, la caricia de cada uno de ellos sobre su piel. Luego las palmas de sus manos calientes y callosas resbalaron hasta su cintura y sus pulgares rozaron su abdomen, desplegándose suavemente sobre su piel caliente. El nudo en su estómago se apretó aún más y los pinchazos cosquillearon sus pechos, dibujando sus pezones tensos como si la hubiera tocado allí. La hizo olvidarse de que estaba de pie sobre una pista de baile abarrotada. La hizo olvidarse de todo. Sus manos acariciaron ambos lados de su cuello, y enredó los dedos en su pelo. Luego el beso cambió, se volvió casi suave, y él lentamente presionó los pulgares en su ombligo. Él deslizó los dedos bajo la cinturilla de sus pantalones vaqueros y la apretó contra la protuberancia dura que había justo debajo del botón.
Su propio gemido trajo un instante de cordura, y ella desprendió su boca de la de él. Estaba sin respiración, avergonzada y consternada por la reacción indomable de su cuerpo. Él ya le había hecho esto antes, pero esa vez no lo había detenido.
Lo empujó y dejó caer las manos. Cuando finalmente lo miró a la cara, vio que su mirada era oscura y vigilante. Luego su mandíbula se endureció y sus ojos se estrecharon.
– No deberías haber regresado. Deberías haberte marchado, – dijo, luego se dio la vuelta y se abrió paso a empujones a través de la multitud.
Atontada por su comportamiento y el de él y con el silencioso deseo despertándose en sus venas, Delaney fue incapaz de moverse durante un largo rato. El blues continuó sonando por los altavoces y las parejas alrededor de ella continuaron moviéndose al son como si nada extraño hubiese ocurrido. Sólo Delaney lo sabía. No regresó a su mesa hasta que la música cesó. Tal vez él estaba en lo cierto. Tal vez debería haberse marchado, pero había vendido su alma por dinero. Mucho dinero, y no podía irse ahora.
Delaney metió los brazos bruscamente en la chaqueta y caminó hasta la entrada. Sólo había una forma de sobrevivir a los siguientes siete meses. Volver al plan A y evitar a Nick lo máximo posible. Levantando la cabeza, salió al aire fresco. Su aliento calentaba su cara cuando cerró la cremallera del abrigo.
El trueno inconfundible de la Harley de Nick tembló en la noche y Delaney miró por encima del hombro. Él estaba parado con la gran moto entre sus piernas abiertas, dándole la espalda, y una gastada cazadora negra de cuero realzaba sus hombros. Extendió la mano y una de las gemelas Howell montó de un salto atrás, pegándose a su culo como si les hubieran echado pegamento.
La cabeza de Delaney volvió al frente y metiendo las manos en los bolsillos emprendió el corto camino a casa. Nick tenía los principios morales de un gato. Siempre los había tenido, pero por qué él la había besado cuando estaba con una de las chicas Howell estaba más allá de la comprensión de Delaney. De hecho, que la besara ya desbordaba su comprensión. Ella no le gustaba. Eso si estaba claro.
Y por supuesto, no le había gustado hacía diez años. La había usado para vengarse de Henry, pero Henry ahora estaba muerto, y liándose con ella sólo haría que perdiera la herencia que Henry le había dejado. Nick era muchas cosas, todas complicadas, pero no era estúpido.
Dobló a la izquierda en el callejón y caminó hacia las escaleras que conducían a su apartamento. No tenía sentido, pero la mayoría de cosas que Nick hacía no lo tenían.
En cualquier otro sitio, Delaney habría tenido miedo de recorrer las calles después de anochecer, pero no en Truly. Ocasionalmente en las casas de verano de la parte norte había algún robo. Pero nunca había ocurrido nada realmente malo. La gente no cerraba sus coches, y la mayoría de las veces, no se molestaban en cerrar sus casas.
Delaney había vivido en demasiadas ciudades grandes para ausentarse sin cerrar su apartamento. Una vez que subió las escaleras y estuvo dentro, aseguró la puerta detrás de ella y puso las llaves sobre la mesita de café. Mientras se desataba las botas, pensó en Nick y su loca reacción hacia él. Durante un momento de descuido, le había deseado.