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Delaney abrió su libro de citas y clavó los ojos en la página en blanco. Había tenido algunos novios y ciertamente habían usado su cuarto de baño. Pero por una razón que no podía explicar, era diferente con Nick. Más personal. Casi intimo. Como si él fuera su amante en lugar del tipo que la había provocado la mayor parte de su vida y luego la utilizó para vengarse de Henry.

Oyó la puerta del cuarto de baño abrirse, y tomó un sorbo largo de café.

– ¿Probaste la puerta principal?- preguntó, los talones de sus botas resonando pesadamente en el linóleo cuando caminó hacia ella.

– Todavía no-. Ella miró por encima del hombro y lo vio acercarse-. Gracias por los cerrojos nuevos. ¿Cuánto te debo?

– Funciona. Ya lo comprobé por ti, -dijo en lugar de contestar a su pregunta. Se detuvo al lado de ella, luego recostó su cadera en el mostrador al lado de su codo derecho-. Eso estaba en el suelo cuando cambié el cerrojo delantero, -dijo y apuntó hacia un sobre posado sobre la parte superior de la caja registradora-. Alguien lo ha debido meter bajo tu puerta.

Su nombre era lo único escrito a máquina en el papel blanco, y supuso que era probablemente algún tipo de aviso de una asociación mercantil del centro informándola o algo igual de excitante.

– Tus mejillas están rojas.

– Hace un poco de frío aquí dentro, – dijo, pero no estaba segura de que todo fuera culpa de la temperatura.

– No vas a soportar el invierno-. Él cerró las manos alrededor de la taza de café durante unos segundos, luego las posó en la mejilla de ella-. ¿Alguna otra parte de tu cuerpo necesita que la caliente?

Uff-. No.

– ¿Segura?- Con las yemas de los dedos le puso el pelo por detrás de las orejas-. Te calentaré realmente bien-. Su pulgar se deslizó por su barbilla, luego acarició su labio inferior-. Fierecilla.

Ella cerró la mano en un puño y le dio puñetazos en el estómago.

En lugar de enojarse, él se rió y dejó caer sus manos a los costados-. Solías ser más divertida.

– ¿Cuándo fue eso?

– Cuando abrías mucho los ojos, como si estuvieras loca, y me mirabas como si quisieras golpearme pero eras tan santurrona que no lo hacías. Tu mandíbula se tensaba y arrugabas los labios. En primaria, todo lo que tenía que hacer era mirarte, y te escapabas.

– Eso era porque prácticamente me dejaste inconsciente con una bola de nieve.

Un ceño fruncido se dibujó en su frente y se enderezó-. Lo de la bola de nieve fue un accidente.

– ¿En serio, qué parte? ¿Cuándo accidentalmente hiciste una bola dura de nieve, o cuándo accidentalmente me la lanzaste?

– No tenía intención de hacerte daño.

– ¿Por qué me la tiraste?

Él pensó un momento y luego dijo, – Estabas allí.

Ella puso los ojos en blanco-. Realmente brillante, Nick.

– Es la verdad.

– Tendré que recordarlo la próxima vez que te vea en un paso de peatones y me pique el pie por atropellarte.

Su sonrisa mostró sus dientes blancos-. Te has convertido en una pequeña sabelotodo desde que te fuiste.

– Me he convertido en una persona.

– Creo que me gusta.

– ¡Caramba!, creo que ya puedo morir feliz.

– Eso me hace preguntarme en que otras cosas has cambiado-. Él extendió la mano e hizo balancear la lengüeta de su cremallera. El metal fresco golpeó su clavícula y se detuvo contra su piel.

Delaney respiró profundamente negándose a mirarlo. Él deslizó la mirada hacia su garganta y ella lo miró a los ojos. En un segundo, había pasado de ser un tío majo a ser el niño imposible con quien había crecido. Había visto ese destello plateado muchas veces cuando él merodeaba a su alrededor y le gritaba o la hacía correr como una loca. Haciéndola pensar que le iba a tirar un gusano o algo igualmente horrendo. Se negó a dejarse intimidar. Siempre lo había dejado ganar, y ahora mantuvo su posición por todas esas veces que ella había perdido-. No soy la misma chica con la que te metías todo el tiempo. No te tengo miedo.

Él levantó una ceja negra en su frente morena-. ¿No?

– No.

Con la mirada fija en la de ella cogió otra vez la lengüeta de metal de la cremallera otra vez. Y lentamente la bajó dos centímetros por su escote-. ¿Tienes miedo ahora?

Sus manos se cerraron con fuerza a los costados. Él la estaba probando. Intentaba que se echara para atrás. Negó con la cabeza.

La lengüeta bajó otro poco más, luego se detuvo-. ¿Y ahora?

– No. Nunca más me asustarás. Sé lo que eres.

– Ajá-. La cremallera se deslizó otro centímetro, sobre el collar-. Dime lo que crees que sabes.

– Vas de farol. No vas a lastimarme. Ahora mismo quieres que piense que me vas a desnudar ante la vista de cualquiera que pase delante de mi gran ventana. Se supone que me voy a acojonar, y luego te marcharás con una gran sonrisa en tus labios. ¿Pero sabes qué?

Él deslizó la lengüeta sobre la piel rosada y el raso dorado de la parte delantera de su sostén-. ¿Qué?

Inspiró profundamente y entonces ella soltó su farol-. No lo harás.

Zzziiiiip.

La boca de Delaney se abrió involuntariamente, y miró hacia abajo a la parte delantera de su suéter. El ribete negro estaba totalmente abierto, los bordes estaban separados unos centímetros, revelando su sostén de leopardo y la parte henchida de sus pechos. Luego antes de que Delaney supiese lo que pasaba, se encontró siendo elevada y sentada sobre su libro de citas. Con la suave tela de sus pantalones vaqueros acariciando sus rodillas y con la parte superior de la formica verde fresca bajo sus muslos-. ¿Qué crees que estás haciendo?- dijo sin aliento mientras agarraba firmemente la parte delantera de su suéter.

– Shh…-. él puso un dedo sobre sus labios. Su mirada estaba fija en los grandes pies que pasaban por la ventana detrás de Delaney-. El dueño de la librería está pasando. ¿No querrás que te oiga y presione la nariz contra el cristal, verdad?

Delaney miró por encima del hombro, pero la acera estaba vacía-. Déjame bajar – pidió.

– ¿Tienes miedo ahora?

– No.

– No te creo. Parece como si estuvieras a punto de morirte de miedo.

– No tengo miedo. Sólo que soy demasiado lista para jugar contigo.

– No hemos comenzado a jugar aún.

Pero lo hacían, y él era uno de los hombres con el que no quería jugar. Era demasiado peligroso y ella lo encontraba demasiado encantador-. ¿Obtienes algún tipo de retorcido placer con todo esto?

Una sensual sonrisa curvó sus labios lentamente-. Absolutamente. Ese sujetador de leopardo es bastante salvaje.

Delaney cogió los bordes del suéter y los acercó para cerrarlo con la cremallera otra vez. Una vez que estuvo cerrado ella se relajó un poco-. Bueno, no te entusiasmes. Sé que no lo soy.

Su profunda risa la rodeó-. ¿Estás segura?

– Absolutamente.

Su mirada fue hacia su boca-. Supongo que tendré que ver lo que puedo hacer con eso.

– No ha sido un desafío.

– Lo es, Delaney-. Acarició su mejilla con los nudillos y su respiración comenzó a ser menos profunda-. Un hombre sabe cuándo está siendo desafiado por una mujer.

– Lo retiro.-dijo y rodeó su muñeca con la mano.

Él negó con la cabeza-. No puedes. Ya lo has hecho.

– Oh, No-. Delaney bajó su mirada hacia su barbilla totalmente terca. A algún sitio inofensivo, lejos de sus ojos hipnóticos-. No. No hice nada.

– Tal vez sea porque estás muy tensa. Necesitas sexo.

Sus miradas se encontraron y apartó su mano de su mejilla-. No necesito sexo. Tengo sexo todo el tiempo -mintió ella.