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A menudo había pensado que las reuniones después de los funerales para comer como cerdos y emborracharse eran un poco extrañas, pero suponía que eran para acompañar y consolar a la familia. Delaney no se sentía confortada en lo más mínimo. Se sentía como en un escaparate, pero siempre había sentido eso en Truly. Había crecido como la hija del alcalde y de su muy bella esposa. Delaney siempre se había sentido fuera de lugar en cierta forma. Nunca había sido extrovertida o bulliciosa como Henry y nunca había sido bella como Gwen.

Entró en la sala donde los colegas de Henry del Moose Lodge estaban ocupando la barra y degustando Johnnie Walker. Le prestaron poca atención mientras se servía un vaso de vino y se quitaba los zapatos de tacón bajo que su madre había insistido en prestarle.

Si bien Delaney asumía que algunas veces era un poco compulsiva, sabía que sólo tenía una adicción. Era adicta a los zapatos. Aunque pensaba que Imelda Marcos había obrado mal. Delaney amaba los zapatos. Todos los zapatos. Exceptuando algunos deportivos con talones espantosos. Eran demasiado aburridos. Su gusto se inclinaba por tacones de aguja, botas divertidas, o sandalias tipo Hercules [5]. Sus ropas no eran exactamente convencionales, dicho sea de paso. Durante los últimos los años había trabajado en Valentina, una peluquería de moda donde los clientes pagaban cien dólares por cortarse el pelo y querían ver a su estilista con ropas a la última. Con su dinero, los clientes de Delaney pagaban por ver minifaldas eléctricas de plástico, pantalones de cuero o blusas transparentes con sujetadores negros. No era la ropa más indicada para ser llevada a un funeral por la hijastra del hombre que había regido el pequeño pueblo durante largos años.

Delaney estaba a punto de volver al salón cuando una conversación la detuvo.

– Don dice que parecía un trozo de carbón vegetal cuando lo sacaron.

– Una manera horrible de morir.

Los hombres asintieron con las cabezas colectivamente y dieron un sorbo a su bebida. Delaney sabía que el incendio fue en un cobertizo que Henry había construido en el pueblo. Según Gwen, él tenía un reciente interés por la cría de Appaloosas, pero no quería oler el estiércol cerca de su casa.

– Henry amaba esos caballos, – dijo Moose con un traje de vaquero arreglado-. Oí que una chispa hizo arder también el granero. Allí ya no queda mucho de esos Appaloosas, sólo algunos huesos de fémur y una pezuña o dos.

– ¿Crees que fue un incendio premeditado?

Delaney puso los ojos en blanco. Incendio premeditado. Como cualquier pueblo al que aún no había llegado la televisión por cable, Truly amaba más que nada escuchar chismes y propagar intrigas. Vivian para eso. Era como si fuera una comida más.

– Los investigadores de Boise creen que no, pero no se ha descartado.

Hubo una pausa en la conversación antes de que alguien dijese, – dudo que el fuego fuera intencionado. ¿Quién le haría eso a Henry?

– Tal vez Allegrezza.

– ¿Nick?

– Él odiaba a Henry.

– Y mucha más gente, si te digo la verdad. Pero quemar a un hombre y a sus caballos es mucho odio de nuestro Señor. No sé si Allegrezza odiaba tanto a Henry.

– Henry estaba muy pendiente de esos condominios que Nick está construyendo en Crescent Bay, y los dos casi se dieron de hostias por ellos en el Chevron hace uno o dos meses. No sé cómo consiguió que Henry soltara ese trozo de terreno, pero lo hizo. Después fue y construyó condominios por todo el maldito lugar.

Otra vez movieron sus cabezas y vaciaron sus vasos. Delaney había pasado un montón de horas descansando sobre las blancas arenas y nadando sobre las aguas azules de Crescent Bay. Codiciada por casi todo el pueblo, Bay era un trozo de terreno en mitad de una playa virgen. La propiedad había estado en la familia de Henry durante generaciones y Delaney se preguntó cómo Nick había puesto sus manos sobre ella.

– Por último oí que esos condominios [6] van a hacer que Allegrezza gane una fortuna.

– Sí. Son muy codiciados por los californianos. Por lo que sé, seremos invadidos por “progres”, “fumados” y “afeminados”.

– O peor todavía, por actores.

– No hay nada peor que a un tío como Bruce Willis se le ocurra mudarse y tratar de cambiarlo todo. Él es lo peor que le podría haber ocurrido a Hailey. Caramba, subirá aquí, reformará algunos edificios, luego creerá que le puede decir a todo el mundo de esté maldito estado a quien votar.

Los hombres asintieron con una inclinación de cabeza simultánea y una sonrisa desganada. Cuando la conversación pasó a ser sobre estrellas de cine y películas de acción, Delaney salió discretamente de la habitación. Se movió a lo largo del vestíbulo hasta el estudio de Henry y cerró las puertas correderas detrás de ella. En la pared detrás del escritorio macizo de caoba, la cara de Henry la miraba fijamente. Delaney recordaba cuando le habían pintado ese retrato. Ella tenía trece años, fue la época en la que intentó tener un poco de independencia. Primero quiso agujerearse las orejas. Henry dijo que no. No fue ni la primera ni la última vez que ejerció su control sobre ella. Henry siempre quería tener el control.

Delaney se sentó en la enorme silla de cuero y se sorprendió de ver una foto suya sobre el escritorio. Recordó el día que Henry le había sacado esa foto. Fue el día en el que su vida entera dio un giro de trescientos sesenta grados. Tenía siete años y su madre se acababa de casar con Henry. Fue el día que salió de una caravana de las afueras de Las Vegas y, después de un rápido vuelo, entró en una casa victoriana de Truly.

La primera vez que vio la casa, con sus torres gemelas y su tejado de tejas, pensó que era un palacio, lo cual quería decir que obviamente Henry era un rey. El bosque rodeaba la mansión por tres de sus lados, que se interrumpía delante del edificio para mostrar un bello jardín, al tiempo que la parte trasera se inclinaba suavemente hacia las aguas del Lago Mary.

En unas horas, Delaney salió de la pobreza y aterrizó en uno de los cuentos de sus libros. Su madre era feliz y Delaney se sentía como una princesa. Y ese día, dentro de un vestido blanco lleno de lazos que su madre la había obligado a ponerse, se había enamorado de Henry Shaw. Era más viejo que los otros hombres de la vida de su madre y también más agradable. Él no gritaba a Delaney y no hacía llorar a su madre. La hacía sentir a salvo y segura, algo que no había sentido con frecuencia en su joven vida. La adoptó y fue el único padre que conoció. Aunque sólo fuera por eso, quería a Henry y siempre lo haría.

Fue también la primera vez que había puesto los ojos en Nick Allegrezza. Él había salido de pronto de los arbustos del patio de Henry, proclamando su odio en sus ojos grises, con las mejillas rojas por la cólera. La había asustado, pero al mismo tiempo se había sentido fascinada. Nick había sido un niño hermoso, de pelo negro, suave piel morena y ojos como el humo.

Se plantó sobre el césped, con los brazos a los costados, rígidos por la furia y el desafío. Toda esa rebelde sangre vasca e irlandesa ardiendo dentro de sus venas. Él los había mirado a los dos, luego se había dirigido a Henry. Años más tarde Delaney no podía recordar las palabras exactas, pero nunca olvidaría el sentimiento de enojo que transmitían.

– Asegúrate de que te alejas de él, -había dicho Henry cuando lo vieron volverse y desaparecer de su vista con la barbilla alta y dándoles la espalda.

No sería la última vez que le advertía que se mantuviera lejos de Nick, pero años más tarde, fue una advertencia que deseó haber escuchado.

Nick metió las piernas en sus Levi's, luego se abrochó el botón. Miró por encima del hombro a la mujer enredada en las sábanas del motel. Su cabello rubio estaba extendido alrededor de la cabeza. Sus ojos estaban cerrados, su respiración era lenta y fácil. Gail Oliver era hija de un juez y la madre recientemente divorciada de un niño pequeño. Para celebrar el fin de su matrimonio, se había hecho la liposucción y se había puesto pechos de silicona. En el entierro de Henry se había acercado a él con audacia y le había anunciado que quería que fuera el primero en ver su nuevo cuerpo. Él había leído en sus ojos que ella pensaba que debería sentirse halagado. Pero no lo estaba. Sólo había querido una distracción y ella se la había ofrecido. Ella se había sentido ofendida cuando había detenido la Harley delante del Starlight Motel, pero no le había pedido que la llevara a casa.

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[5] Marca de zapatos, botas y sandalias tipo Campers o Doc Martens, es decir, anchas, cómodas y muy personales, con la suela corrida y a veces con una ligera plataforma. (N de T)

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[6] Es un tipo de apartamentos, donde entre otras condiciones, sólo pueden vivir propietarios, no se pueden alquilar, para comprar uno al comprador tiene que aceptarlo la comunidad de vecinos…y algunas lindezas más. (N de T)