Él la miró de una manera dudosa.
– ¡Lo tengo!
Él bajó su barbilla rozando su rostro-. Entonces tal vez lo que necesitas es alguien que sepa lo que está haciendo.
– ¿Estás ofreciendo tus servicios?
Su boca ágilmente acarició la suya mientras negaba con la cabeza-. No.
La respiración de Delaney se atascó en su garganta-. ¿Entonces por qué me estás haciendo esto?
– Se siente bien -dijo apenas por encima de un susurro y prodigó besos suaves en la comisura de sus labios-. Sabe bien, también. Siempre supiste bien, Delaney-. Acarició sus labios con los suyos-. En todas partes, -dijo y abrió su boca de par en par sobre la de ella. Su cabeza se inclinó y en un instante todo cambió. El beso se volvió cálido y mojado igual que cuando chupaba el jugo de un melocotón. Devoró su boca exigiendo que ella lo hiciera a su vez. Chupó su lengua. El interior de su boca era caliente y húmedo, y ella sintió que sus huesos se derretían. Estaba indefensa para detenerle ahora. Se dejó ir y lo besó, igualando su hambre. Él era tan bueno. Tan bueno como para hacerla sentir esto. Haciendo que estuviera encantada de hacer cosas que no tenía intención de hacer. Haciéndola jadear. Haciendo que su piel ardiera y temblara.
Sus manos se movieron hacia sus rodillas y las separó. Ella notó el roce de sus Levi’s cuando se situó entre sus muslos, sintió como agarraba sus muñecas y llevaba sus manos hacia sus hombros. Una de sus manos ahuecó su pecho y ella gimió profundamente. Su estómago se encogió y su pezón se tensó. A través del suéter y de su sostén de raso, sintió el calor de la palma de su mano. Se arqueó hacia él, queriendo más. Sus manos se deslizaron sobre sus anchos hombros hasta su cabeza. Sus pulgares rozaron su mandíbula, y ella dejó resbalar las palmas de las manos por los lados de su cuello. Sintió el latido pesado de su pulso y la respiración entrecortada de su pecho y una pura satisfacción femenina se derramó a través de ella. Sus dedos se movieron a la parte delantera de su camisa y desabrocharon los botones. Diez años antes él había visto casi cada centímetro de su cuerpo desnudo mientras que ella no había tenido ni un vislumbre de su pecho. Abrió la camisa para satisfacer una vieja curiosidad. Luego se apartó del beso para echarle una buena mirada y no la desilusionó. Él tenía el tipo de pecho que inspiraba a las mujeres a meterle dinero bajo sus pantalones. Los pezones oscuros y los músculos dibujados, la piel tensa y el vello negro que se arremolinaba en su estómago plano, rodeando su ombligo, y desapareciendo en la cinturilla de sus pantalones vaqueros. Sus ojos bajaron a la parte delantera de sus pantalones y a la gruesa protuberancia bajo su bragueta. Levantó la mirada. Él la observaba con los párpados bajos, con la boca todavía mojada por su beso. Ella deslizó las manos por su pecho y enterró sus dedos en su pelo suave. Bajo su toque, sus músculos se tensaron.
– Espera un minuto – dijo, con voz ronca, como si acabara de salir de la cama-. A menos que quieras que la señora de pelo azul de la puerta sepa lo que estamos haciendo.
Ella se quedó petrificada-. ¿Estás bromeando, verdad?
– No. Y se parece a mi maestra de primero, la Sra. Vaughn.
– ¡Laverne! – susuró y miró sobre su hombro-. ¿Qué querrá?
– Tal vez un corte de pelo -dijo y arrastró sus pulgares sobre sus pezones.
– Detente-. se giró y apartó sus manos-. No me puedo creer que me ocurra esto otra vez. ¿Sigue ahí?
– Si.
– ¿Nos puede ver, qué crees?- preguntó.
– No lo sé.
– ¿Qué hace?
– Tiene los ojos clavados en mí.
– No me lo puedo creer. Justo la noche pasada, la bruja de mi madre me echó la bronca por mi escandaloso comportamiento contigo en Hennesey-. Ella negó con la cabeza-. Y ahora esto. Laverne se lo dirá a todo el mundo.
– Probablemente.
Ella le contempló, quieta entre sus muslos-. ¿No te importa?
– ¿Exactamente por qué tengo que preocuparme? ¿Porqué estábamos pasándolo bien? ¿Porque mi mano estaba en tus pechos y tus manos vagaban por todo mi pecho y ambos estábamos encantados? Qué me importa a mi eso. No llegamos hasta el final. Así que no esperes que me preocupe que una vieja mire por la ventana y me vea. ¿Por qué debería afectarme lo que digan en el pueblo sobre esto? La gente ha hablado de mí desde que nací. Ya hace tiempo que dejó de importarme.
Delaney empujó sus hombros y retrocedió un paso. Con el deseo pulsando silenciosamente por sus terminaciones nerviosas, bajó del mostrador y se dio la vuelta a tiempo de ver marcharse a la Sra. Vaughn con un mandilón rosa y calcetines-. Las personas en este pueblo ya piensan que dormimos juntos. Y deberías preocuparte porque puedes perder la propiedad que Henry te dejó.
– ¿Cómo la voy a perder? Para que fueran relaciones sexuales, la última vez que las mantuve en algún momento alguien se corrió. De otra manera no es nada más que un manoseo.
Delaney gimió y metió la cabeza entre sus manos-. No tengo sitio aquí. Odio este pueblo. Odio todo esto. No puedo esperar a marcharme. Quiero recuperar mi vida.
– Mira el lado bueno de las cosas – dijo, y oyó el ruido sordo de su bota mientras él se alejaba dándole la espalda-. Cuando te vayas, serás una mujer rica. Ya has visto el saldo de Henry, estoy seguro de que vale la pena.
Ella le contempló-. Eres un hipócrita. También estuviste de acuerdo con tu parte del testamento.
Él entró en el almacén y volvió unos segundos más tarde-. Cierto, pero hay una diferencia-. Con su camisa todavía desabrochada, se puso su chaqueta de cuero-. Esa estipulación en particular no supone ninguna dificultad para mí.
– ¿Entonces por qué intentaste sacarme el suéter?
Él se inclinó y recogió su taladro-. Para ver si me dejabas. No te lo tomes como algo personal, pero podrías haber sido cualquiera.
Sus palabras la golpearon como un puñetazo en el estómago. Se mordió el interior de la mejilla para abstenerse de llorar o gritarle o las dos cosas a la vez-. Te odio – susurró, pero él la oyó.
– Seguro que lo haces, Fierecilla -dijo mientras envolvía el cable alrededor del taladro.
– Deberías crecer y hacerte adulto, Nick. Los hombres maduros no tienen que andar manoseando mujeres sólo para ver si les dejan. Realmente los hombres ya no buscan a las mujeres como juguetes sexuales.
Él clavó los ojos en ella a través de la distancia que los separaba-. Si te crees eso, entonces eres la misma chica ingenua y tonta que fuiste siempre-. Abrió bruscamente la puerta trasera-. Tal vez deberías seguir tu consejo – dijo, luego cerró la puerta tras él.
– ¡No seas niño, Nick! -gritó y después añadió-. Y… y… córtate el pelo-. No supo por qué añadió la última parte. Quizá porque quería lastimarle, que se sintiera ridículo. Ese hombre no tenía sentimientos. Se dio la vuelta y clavó los ojos en su libro de citas en blanco. Su vida se estaba convirtiendo en una verdadera mierda. Dos horas, pensó. Le daba dos horas a los rumores hasta que le llegaran a su madre, y sólo porque a Laverne le llevaría una hora llegar a su coche.
Lágrimas furiosas nublaron la vista de Delaney y su vista cayó en el sobre encima de la caja registradora. Lo abrió. Una hoja cayó fuera con tres palabras atrevidas escritas a máquina en el centro. TE ESTOY VIGILANDO decía. Delaney estrujó la nota y la tiró a través del salón. ¡Genial! Era lo que faltaba. Helen, la psicópata, observándola y metiendo notas bajo su puerta.
Capítulo Diez
Nick apretó el volante hasta que sus nudillos se pusieron blancos. El latido insistente en su ingle le urgía a darle la vuelta al Jeep y aliviar su necesidad dolorida entre los suaves muslos de Delaney. Imposible, desde luego. Por muchas razones.
Si quisiera, podía llamar a Gail al móvil y encontrarse con ella. Había algunas otras que podía llamar, también, pero no quería eso. No quería tener relaciones sexuales con una mujer mientras pensaba en otra. Mientras quería a otra. No era un bastardo tan grande. Ni tampoco estaba enfermo.