– Nick-. Fue depositando besos por todo su cuello bajando hasta el hueco de su garganta-. Te deseo, Nick.
– ¿Aquí?- Sus manos se movieron a sus caderas, a su trasero, atrayéndola contra él, presionando contra su muslo suave.
– Sí.
– ¿Ahora? ¿Dónde cualquiera puede llegar y encontrarnos?
– Sí-. Ella estaba más allá de lo que consideraba importante. Estaba dolorida por el deseo y el vacío con la urgente necesidad de que la llenara de placer-. Dime que me deseas también.
– Siempre te he deseado – él suspiró en su pelo-. Siempre.
La tensión dentro de ella creció y despegó e hizo que su mente no pensara en nada excepto él. Quería subirse encima de él. Dentro de él y quedarse allí para siempre. Él frotó su tensa erección una y otra vez contra su carne ansiosa.
Nick apartó su pierna de él, enrolló la bastilla de su vestido en un puño y sujetándolo le bajó bruscamente las medias y las bragas de seda desde sus muslos hasta las rodillas. Poniendo el pie en la entrepierna de su ropa interior, empujó las prendas a sus pies. Delaney se liberó de ellas y la mano de Nick se movió entre sus cuerpos y la tocó entre sus piernas. Sus dedos se deslizaron sobre sus pliegues resbaladizos y ella se estremeció, sintiendo como lentamente cada caricia la propulsaba hacia el clímax. Un gemido se escapó de sus labios, un sonido ronco de necesidad.
– Quiero estar profundamente dentro de tí-. Su mirada buscó la de ella y él no hizo caso de sus tirantes, dejándolos colgar a los lados. Sus manos se movieron a la bragueta, palpando el botón y la cremallera que cerraba su pantalón de lana. Delaney lo alcanzó y empujó sus calzoncillos cortos de algodón. Su pene saltó libre y suave en su mano, enorme y duro y como madera pulido. Su piel estaba estirada estrechamente y él lentamente se empujó contra su mano apretada-. Tengo que tenerte ahora.
Nick la elevó y ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura y los brazos alrededor de su cuello. La cabeza voluptuosa de su erección caliente se acercó a su resbaladiza abertura. Su carne hizo contacto, y él alcanzó entre sus cuerpos y su mano se envolvió alrededor del eje de su pene. Él la forzó a bajar mientras él empujaba hacia arriba y hacia dentro, la penetró hasta que una punzada de dolor invadió la neblina erótica de Delaney, pero él se retiró, luego se sepultó profundamente y no hubo nada más que un intenso placer. La penetración fue tan poderosa y completa, que las rodillas de Nick cedieron y por un momento tenso temió que la podría dejar caer, pero no lo hizo. Agarró fuertemente sus caderas; Él se retiró y luego se zambulló en ella otra vez, más profundo-. Dios mío,- él se quedó sin aliento mientras su cuerpo poderoso la aplastaba contra la puerta. Su pecho se alzó mientras luchaba por llenar de aire sus pulmones, y su respiración entrecortada sonó contra su sien, el sonido de su pasión y su placer al mismo tiempo.
Con las piernas apretadas alrededor de su cintura, ella se movió con él, lentamente al principio, luego más rápido y más rápido mientras la tensión aumentaba. Su corazón martilleaba en sus oídos mientras empujaba dentro ella, repetidas veces, acercándola cada vez más al orgasmo con cada envite de sus caderas. Como su apareamiento frenético, nada era lento o sencillo en el placer intenso que la desgarró, debilitándola y encendiendo su interior. Varios temblores la sacudieron, ondearon a través de su piel, y la dejaron sin respiración. Se sintió ingrávida, y un pequeño huracán tronó en su cabeza. Su espalda se arqueó y se agarró a su camisa. Abrió su boca para gritar, pero el sonido murió en su garganta seca. Sus fuertes brazos la aplastaron contra él, sus grandes hombros se estremecieron, y la apretó contra su pecho mientras una ola tras otra de intenso placer la atravesaban. Sus músculos se contraían, reteniéndolo apretado dentro de ella. Sus espasmos apenas habían disminuido cuando los de él comenzaron. Un gemido profundo retumbó en su pecho mientras se zambullía en ella. Sus músculos se pusieron más duros que una piedra, y él murmuró únicamente su nombre una última vez.
Cuando todo terminó, ella se sintió destrozada y magullada, como si acabara de salir de una dura batalla. Nick apoyó la frente sobre la puerta detrás de ella hasta que su respiración se normalizó y se echó atrás lo suficiente como para mirarla a la cara. Él estaba todavía incrustado profundamente dentro de su cuerpo y sus ropas estaban desarregladas. Con cuidado se retiró de su interior, y ella bajó los pies al suelo. Su vestido se deslizó por sus caderas y sus muslos. Sus ojos grises escrutaron los de ella, pero no pronunció ni una palabra. La estudió por un momento, su mirada era más precavida cada segundo que pasaba, luego él alcanzó sus pantalones y se los subió a la cintura.
– ¿No vas a decir nada?
Él la recorrió con la mirada, luego volvió a mirar sus pantalones-. ¿No me digas que eres una de esas mujeres que les gusta hablar después?
Algo maravilloso y horrible acababa de ocurrir, pero no estaba segura de cuál de las dos cosas prevalecía. Era algo más que sexo. Había compartido orgasmos en el pasado, algunas veces muy buenos, también, pero a todas esas experiencias las llamaba buenas relaciones. Eran más apretones de manos que la tierra temblando debajo de ella. Nick Allegrezza había tocado alguna parte de ella que nadie había tocado antes, y ella tenía ganas de dejarse caer y llorar por él. Un sollozo escapó de su garganta, y se apretó la boca con la mano. No quería llorar. No quería que él la viera llorar.
Su mirada la atravesó mientras metía los faldones de su camisa dentro del pantalón-. ¿Estás llorando?
Ella negó con la cabeza, pero sus ojos comenzaron a lagrimear.
– Sí, lo estás haciendo-. metió los brazos por los tirantes y los puso en su lugar.
– No lo hago-. Él sólo le había dado el placer más intenso de su vida, y ahora tranquilamente se vestía como si ese tipo de cosas le ocurrieran todo los días. Tal vez era así. Quería gritar. O darle un puñetazo. Ella había pensado que habían compartido algo especial, pero obviamente no lo habían hecho. Se sintió desnuda y expuesta, su cuerpo todavía latía por sus caricias. Si le decía cualquier cosa repugnante, tenía miedo de que la destrozara anímicamente-. No me hagas esto, Nick.
– El daño está hecho -dijo mientras recogía la chaqueta del suelo-. Dime que estás tomando la píldora o algo similar.
Ella notó como su cara se quedaba sin sangre y ella negó con la cabeza. Recordó cuando había tenido el último período y sintió un ligero alivio-. No es el momento adecuado para que me quede embarazada.
– Querida, soy católico. Muchos de nosotros somos concebidos en el momento inadecuado del mes-. Metió los brazos en las mangas de su chaqueta y enderezó el cuello-. No me he olvidado de un condón en diez años. ¿Y tú?
– Ah…-. Era una mujer de los años noventa. Consciente de su vida y su cuerpo, pero por alguna razón no podía hablar de eso con Nick sin avergonzarse-. Sí.
– ¿Qué significa exactamente “ah… sí”?
– Que eres el primero en mucho tiempo, y que antes, tenía cuidado.
Él la estudió por un momento-. De acuerdo- dijo y le lanzó su braga y sus medias-. ¿Dónde está tu abrigo?
Ella agarró firmemente las prendas de vestir contra su pecho, repentinamente sintiéndose desnuda y avergonzada. Una curiosa reacción tardía, considerando lo que tenía en las manos, o lo que había tenido unos momentos antes-. En una percha en el ropero. ¿Por qué?
– Te llevo a casa.
Ir a casa nunca había sonado tan bien.
– Vístete antes de que una camarera decida que necesita algunas toallas o algo por el estilo-. Su mirada ilegible se quedó fija en la de ella mientras se abrochaba los puños de la camisa-. Vengo enseguida – dijo, luego lentamente abrió la puerta-. No vayas a ninguna parte.