Una vez que estuvo sola, Delaney miró alrededor del cuarto. Pisó su bolso con el pie izquierdo, una chinela de terciopelo estaba debajo de una escalera de mano, y la otra al lado de un cubo vacío. Sin Nick para perturbarla, los pensamientos y las autorecriminaciones se abalanzaron sobre ella. No se podría creer lo que había hecho. Había tenido sexo sin protección con Nick Allegrezza en un almacén para la ropa del Lake Shore Hotel. Y la había hecho perder completamente el control con nada más que un beso, y si no fuera por la persistente prueba física, probablemente aún ahora no se lo creería.
Estaba sentada sobre una escalera de mano poniéndose la ropa interior. Justo el mes pasado había asegurado a Louie que Nick y ella no harían nada para causar rumores en su boda, pero había tenido sexo salvaje con su hermano detrás de una puerta sin llave donde cualquiera los podía haber atrapado. Si alguien se enterase, entonces no podría vivir. Probablemente tendría que suicidarse.
Mientras se subía las medias a la cintura y metía los pies en los zapatos, la puerta se abrió y Nick entró en el almacén. Ella tuvo problemas para mirarle mientras él le sujetaba el abrigo para que se lo pusiera-. Necesito decir a Lisa que me voy.
– Le dije que te pusiste enferma y que te llevo a casa.
– ¿Te creyó?- Ella miró hacia arriba rápidamente, luego metió los brazos en su abrigo de lana.
– Narcisa te vio salir del comedor y le dijo a todo el mundo que parecías una muerta.
– Córcholis, puede que se lo tenga que agradecer.
Salieron por una puerta lateral, y una ligera nieve blanca caía suavemente del cielo negro y llenaron su pelo y sus hombros. Un poco se deslizó dentro de las chinelas de Delaney mientras caminaba por el aparcamiento hacia el Jeep de Nick. Sus pies patinaron, y se habría caído sobre el trasero si él no hubiese extendido la mano y la hubiese sujetado del brazo. La agarró un poco más fuerte mientras atravesaron hábilmente el suelo nevado, pero ninguno de ellos habló, el único sonido era el crujido de la nieve bajo las suelas de sus zapatos.
La ayudó a entrar en el Jeep, pero no esperó a que el motor se calentara antes de meter la marcha y dirigirse fuera del Lake Shore. El interior del Jeep estaba oscuro y olía a asientos de cuero y a Nick. Se detuvo en la esquina de Chipmunk y Main y la cogió, poniéndola prácticamente en su regazo. Las puntas de sus dedos tocaron su mejilla mientras miraba su cara. Entonces lentamente su cabeza bajó y él presionó su boca sobre la de ella. La besó una vez, dos veces, y la tercera vez dejó un beso suave más tiempo en sus labios.
Se echó hacia atrás y murmuró, – Abróchate el cinturón-. Las anchas llantas con cadenas derraparon, y el aire fresco llegó a las mejillas calientes de Delaney desde los respiraderos delanteros. Enterró la barbilla en el cuello de su abrigo y lo miró de reojo. La luz del cuadro de mandos incidía en su cara y sus manos con una incandescencia verde. La nieve derretida refulgía como esmeraldas diminutas en su pelo negro y en los hombros de la chaqueta del esmoquin. Un poste de alumbrado eléctrico iluminó el interior del Jeep durante varios segundos mientras pasaban por delante de su peluquería.
– Te pasaste mi apartamento.
– No, no lo hice.
– ¿No me llevabas a casa?
– Si. A mi casa. ¿Pensabas qué habíamos terminado?- Él cambió de marcha y dobló a la izquierda en la carretera que iba por el este del lago-. Aun no hemos empezado.
Ella se giró en el asiento y lo miró-. ¿Empezar qué exactamente?
– Lo que hicimos en ese almacén no fue suficiente.
El pensamiento de su cuerpo completamente desnudo presionando el de ella no era exactamente aborrecible, de hecho revolvió sus entrañas ardientes. Como Nick había dicho antes, el daño estaba hecho. ¿Por qué no pasar la noche con un hombre que era muy bueno en hacer que su cuerpo cobrase vida de formas que ella nunca había creído posible? Había estado en el dique seco bastante tiempo y probablemente no dejaría de estarlo en un futuro próximo. Una noche. Una noche que probablemente lamentaría, pero ya se preocuparía por eso mañana-. ¿Estás tratando de decirme de manera típicamente machista que quieres hacer el amor otra vez?
Él la recorrió con la mirada-. No trato de decirte nada. Te deseo. Tú me deseas. Alguien va a terminar por llevar puesta nada más que una sonrisa satisfecha en sus labios.
– No sé, Nick, podría hablar luego. ¿Crees que lo puedes manejar?
– Puedo manejar cualquier cosa que se te ocurra, y algunas en las que tú probablemente nunca has pensado.
– ¿Tengo opciones?
– Seguro, Fierecilla. Tengo cuatro dormitorios. Puedes escoger cuál usamos primero.
Nick no la asustaba. Sabía que no la obligaría a hacer nada en contra de su voluntad. Por supuesto, con él cerca, solía abandonar todo lo que se parecía a su voluntad.
El Jeep frenó y se metió en un ancho camino de acceso con Ponderosas y Pinos a ambos lados. Fuera del denso bosque se elevaba una casa enorme de troncos y piedras del lago. Sus ventanas de vidriera iluminaban la nieve recién caída. Nick alcanzó el mando y abrió la puerta central del garaje de tres plazas. Aparcó entre la lancha y la Harley.
El interior de la casa era tan impresionante como el exterior. Montones de luces indirectas, colores neutros y maderas naturales. Delaney se detuvo delante de una pared de ventanas y miró fuera, a la terraza. Todavía nevaba, y los copos blancos se acumulaban en el suelo y aterrizaban en el Jacuzzi. Nick había recogido su abrigo, y con un techo tan alto y el espacio tan abierto, estaba asombrada de no tener frío.
– ¿Qué piensas?
Ella se giró y lo miró acercarse desde la cocina. Se había quitado la chaqueta y los zapatos. El botón del cuello de la blanca camisa plisada estaba abierto, y se había enrollado las mangas hasta los codos. Los tirantes negros resaltaban contra su pecho ancho. Le dio una Budweiser, luego tomó un trago de la suya. Sus ojos la miraron sobre la botella, y tuvo el presentimiento de que le preocupaba su respuesta más de lo que quería que supiera.
– Es preciosa, pero enorme. ¿Vives aquí solo?
Él bajó la cerveza-. Por supuesto. ¿Quién más iba a vivir?
– Oh, no sé. Tal vez una familia de cinco miembros-. Ella recorrió con la vista el pasillo del piso superior abierto hacia el salón y que presumía que era donde estaban esos cuatro dormitorios que había mencionado-. ¿Tienes pensado tener familia numerosa con montones de niños algún día?
– No tengo intención de casarme.
Su respuesta la complació, pero no entendía por qué. No era como si a ella le importase que el quisiera pasarse la vida con otra mujer, o besarla, o hacer el amor con ella, o abrumarla con sus caricias.
– Y además, nada de niños…a menos que estés embarazada-. Él recorrió con la mirada su estómago como si pudiera averiguarlo-. ¿Cuándo lo sabrás con seguridad?
– Ya lo sé.
– Espero que estés en lo cierto-. Él se movió a la ventana y miró hacia la oscura noche-. Sé que hoy en día las solteras se quedan embarazadas a propósito. Ser ilegítimo no es el estigma que solía ser, pero no por eso es más fácil. Sé lo que es crecer con eso. No quiero hacerle eso a ningún pobre niño.
La Y de sus tirantes estaba tensa contra su espalda y sobre sus grandes hombros. Ella recordó las veces que había visto a su madre y Josu sentados en el gimnasio mirando algún partido de la escuela o las funciones de los día de fiesta. Henry y Gwen habían estado allí también, en alguna parte. Nunca había pensado en lo que debía haber sido aquello para Nick. Ella colocó su botella en una mesa para café de cerezo y se movió hacia él.
– Tú no eres como Henry. Tú no negarías a tu hijo-. Quiso deslizar sus manos alrededor de su cintura hacia su estómago plano y presionar su mejilla contra su espalda, pero se contuvo.
– Henry debe revolverse en su tumba.