– ¿Dónde está?
Otra vez se tomó su tiempo-. Supongo que lo sabrás pronto de todas maneras. Ha dejado el pueblo.
Las palabras lo golpearon en el pecho como si lo hubiera atropellado un todoterreno-. Mierda-. Nick se hundió en una silla y frotó su mandíbula con una mano-. ¿Dónde ha ido?
– No me lo dijo.
– ¿Cómo que no lo hizo?- dejó caer su mano sobre el muslo-. Dijiste que te llamó.
– Lo hizo. Llamó para decirme que había dejado el pueblo, y que había roto las condiciones del testamento. No me dijo ni a dónde iba, ni que iba a hacer. Le pregunté, pero no me lo dijo. Supongo que pensó que se lo diría a su madre antes de que ella quisiera que Gwen lo supiera-. Max inclinó la cabeza hacia un lado-. Esto quiere decir que consigues la parte de Delaney. Felicidades, ven en junio, y lo tendrás todo.
Nick sacudió la cabeza y se rió sin humor. Sin Delaney no había nada. No tenía nada. Miró al abogado de Henry y dijo, – Delaney y yo mantuvimos una relación sexual antes de que se fuera del pueblo. Díselo a Frank Stuart y hacer lo que sea que tengáis que hacer para aseguraros que ella recibe esas propiedades en Angel Beach y Silver Creek.
Max lo miró sumamente indignado y harto de todo ese lío. Nick conocía la sensación.
Dos semanas después de visitar a Max, todavía no sabía nada. Había perseguido persistentemente a Gwen y Max Harrison, y había llamado a la peluquería en la que Delaney había trabajado en Scottsdale. No habían sabido nada de ella desde que los había dejado en junio. Nick se estaba volviendo loco. Ya no sabía donde buscar. Nunca sospechó que debería haber preguntado a su propia familia.
– Oí que Delaney Shaw está trabajando en Boise, -mencionó Louie casualmente mientras tomaba una cucharada de sopa.
Todo dentro de Nick se calmó y contempló a su hermano. Louie, Sophie y él estaban sentados en la mesa del comedor de su madre para el almuerzo-. ¿Dónde lo oíste?
– A Lisa. Me dijo que Delaney estaba trabajando en la peluquería de su primo Ali.
Lentamente Nick bajó la cuchara-. ¿Cuanto hace que lo sabes?
– Unos días.
– ¿Y no me lo dijiste?
Louie se encogió de hombros-. No pensé que lo querrías saber.
Nick aguantó. No podía decidir si abrazar a su hermano o golpearlo en la cabeza-. Sabías que lo querría saber.
– Puede que pensara que necesitabas recapacitar antes de verla otra vez.
– ¿Por qué querría Nick ver a esa chica?- preguntó Benita-. Lo mejor que hizo nunca fue dejar el pueblo. Por fin está pasando lo correcto.
– Lo correcto hubiera sido que Henry aceptara su responsabilidad hace mucho tiempo. Pero no tuvo ningún interés por mí hasta que se le acabó el tiempo.
– Si no fuera por esa chica y su madre, te habría aceptado hace muchos años.
– Y los monos podrían tener alas en el culo, -dijo Sophie mientras se echaba sal y pimienta, – pero lo dudo.
Louie levantó una ceja con asombro mientras Nick se reía.
– Sophie, – Benita se quedó sin aliento-. ¿Dónde oíste ese horrible lenguaje?
Hubiera podido ser en un buen número de lugares, comenzando por su padre y su tío y terminando con la televisión. Su respuesta asombró a Nick-. A Delaney.
– ¡Oye!- Benita se levantó y se movió hacia Nick-. Esa chica no es buena. Mantente lejos de ella.
– Eso va a ser un poco de difícil cuando conduzca a Boise para encontrarla. La amo, y le voy a pedir que se case conmigo.
Benita se detuvo y puso una mano en su garganta como si Nick la estuviera estrangulando.
– Siempre has dicho que querías que fuera feliz. Delaney me hace feliz, y ya no voy a vivir más sin ella. Voy a hacer lo que sea necesario para que vuelva a mi vida-. Hizo una pausa y miró la cara atontada de su madre-. Y si no puedes alegrarte por mí, será mejor que te mantengas alejada hasta que lo puedas fingir.
A Delaney le horrorizó reconocerlo, y ciertamente nunca lo admitiría en voz alta, pero echaba de menos las ondas. En realidad, echaba de menos a Wannetta. Pero era mucho más grave que echar de menos a la vieja cotilla. Echaba de menos vivir en Truly. Extrañaba vivir en un lugar donde todo el mundo la conocía, y dónde también conocía a todo el mundo.
Ella quitó las pinzas de los tirantes de su tirolés y los colocó en su puesto de trabajo. A ambos lados, peluqueras cortaban y peinaban en la moderna peluquería del centro de Boise. El salón de belleza de Ali estaba ubicado en un almacén rehabilitado, y todo era muy moderno y nuevo. El tipo de peluquería que a ella siempre le había gustado y en la cuál antes hubiera amado trabajar, pero ahora era diferente. No era suya.
Alcanzó una escoba y barrió el pelo de su última clienta. Durante diez años había vivido en lugares donde no tenía pasado, ni historia, ni enemigas perpetuas de la escuela. Había vivido en cuatro estados diferentes, siempre buscando algo, el lugar perfecto para establecerse. Su vida había completado el círculo, y lo más irónico de todo era que había encontrado el lugar perfecto exactamente donde lo había dejado. Se sentía como Dorothy en El Mago de Oz, sólo que nunca podría volver a casa. No ahora.
Boise era una bonita ciudad y tenía mucho que ofrecer. Pero no tenía un Santa Claus con tanga o un desfile cada día de fiesta. No tenía el ritmo ni el latido de un pequeño pueblo.
No tenía a Nick.
Terminó de barrer el pelo en un montón, entonces cogió un recogedor. No tener a Nick en la misma ciudad le debería haber hecho sentirse mejor. Pero no la hacía. Lo amaba, y supo que siempre lo haría. Deseó poder seguir adelante y olvidarse de Nick Allegrezza, pero ni siquiera se podía obligar a marcharse del estado. Le amaba, pero no podía vivir cerca de él. Ni por tres millones de dólares. La decisión de irse no había sido tan difícil. No había nada que pudiera hacer que se pasara los siguientes cinco meses viendo a Nick con otras mujeres. Ni por todo el dinero del mundo.
El timbre de la puerta sonó mientras Delaney vaciaba el pelo en una papelera. Oyó un femenino suspiro colectivo en los otros puestos de trabajo y el ruido sordo de botas.
– ¿Te puedo ayudar?
– Gracias – dijo dolorosamente una voz familiar-. Encontré lo que estaba buscando.
Ella se giró y miró a Nick a un brazo de distancia-. ¿Qué quieres?
– Quiero hablar contigo.
Él se había cortado el pelo. Un rizado mechón oscuro y caía sobre su frente. Le quitaba la respiración-. Estoy ocupada.
– Dame cinco minutos.
– ¿Tengo alguna opción?- preguntó, esperando que él dijera que no y así poder mandarlo al infierno.
Él cambió el peso de pie y metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros-. Sí.
Su respuesta la desarmó y se volvió a Ali, quien trabajaba en el siguiente puesto-. Vuelvo en cinco minutos, – dijo y se dirigió a la puerta. Con Nick justo detrás de ella, entró en el vestíbulo y se detuvo al lado de un teléfono público-. Tienes cinco minutos-. Se apoyó contra la pared y cruzó los brazos sobre sus pechos.
– ¿Por qué te fuiste del pueblo tan deprisa?
Ella se miró los pies, metidos en unas nuevas plataformas de cuero. Las había comprado para sentirse mejor, pero no había ayudado-. Necesitaba irme.
– ¿Por qué? Querías todo ese dinero.
– Evidentemente necesitaba más irme de lo que quería todo ese dinero.
– Hablé con Max sobre nosotros. Ángel Beach y Silver Creek te pertenecen ahora.
Ella se contuvo con fuerza, luchando por no estallar. No se podía creer que hablaran de una estúpida propiedad que no le importaba lo más mínimo-. ¿Por qué se lo dijiste?
– No me pareció correcto quedarme con todo.
– ¿Eso es lo que querías decirme?
– No. Vine para decirte que sé que te hice daño y que lo siento.
Ella cerró los ojos-. No importa – dijo porque quería que no le importara-. Dije que te amaba, luego llamaste a Gail para que fuera a tu casa para acostarte con ella.