– Haré que acusen a ese Jem Hocking de asesinato -dijo Wexford.
– Ya está en la cárcel -medio objetó Burden.
– Aquello no es lo que yo considero una cárcel. No una auténtica cárcel.
– No pareces tú -dijo Burden.
20
– Si la señorita Jones hubiera muerto, es decir, la señorita Davina Jones -dijo Wilson Barrowby, el abogado-, no cabe duda de que su padre, el señor George Godwin Jones habría heredado la finca, en realidad lo habría heredado todo.
»No existen otros herederos. La señorita Flory era la más joven de su familia. -Esbozó una sonrisa triste-. En verdad, sabemos que era «la menor de nueve», y era cinco años más joven que su hermano más joven y no menos de veinte años más joven que su hermana mayor.
»No había primos hermanos. El profesor Flory y su esposa eran ambos hijos únicos. No eran una familia prolífica. El profesor Flory podría haber esperado tener dieciocho o veinte nietos. De hecho, tuvo seis, y uno de ellos era Naomi Jones. Sólo uno de los hermanos de la señorita Flory tenía más de un hijo y de estos dos el mayor murió de niño. Entre los cuatro sobrinos supervivientes de la señorita Flory hace diez años, tres no eran mucho más jóvenes que ella y el cuarto sólo tenía dos años menos que ella. Esa sobrina, la señora Louise Merritt, murió en febrero en el sur de Francia.
– ¿Y sus hijos? -preguntó Wexford-. Los sobrinos nietos.
– Los sobrinos nietos no heredan si no hay testamento ni si éste existe como en este caso, a menos que sean mencionados específicamente en ese testamento. Sólo hay cuatro, los hijos de la señora Merritt, que viven en Francia, y el hijo y la hija de un sobrino y sobrina mayores. Pero como les he dicho, no heredan. Según los términos del testamento, como creo que ya sabe usted, lo dejó todo a la señorita Davina Jones con la estipulación de que el señor Copeland tuviera un usufructo vitalicio de Trancred House y pudiera vivir allí de por vida, y lo mismo en el caso de la señora Naomi Jones, a quien debía permitírsele vivir allí hasta su muerte. Creo que también sabe usted que además de la casa, los terrenos y los muebles y joyas extremadamente valiosos, existía una fortuna de casi un millón de libras, una gran suma en estos días. También están los royalties de los libros de la señorita Flory, que ascienden a unas quince mil libras al año.
A Wexford le pareció suficiente. Justificaba su descripción hecha a Joyce Virson de que Daisy era «rica». Hacía esta visita aplazada al abogado de Davina Flory porque hasta entonces no había creído por completo que los asesinos de Tancred fueran en cierto sentido «alguien de dentro». Gradualmente, había visto que el robo, al menos el robo real de las joyas, tenía poco que ver con estas muertes. El motivo estaba más cerca del hogar. Se hallaba en algún lugar de esta telaraña de relaciones, pero ¿dónde? ¿Había en algún lugar por alguna razón un pariente que se había escapado de la red de Barrowby?
– Si un pariente de sangre de Davina Flory no hubiera heredado -dijo-, me refiero a un sobrino nieto o sobrina nieta, no veo por qué George Jones lo habría hecho. Por lo que me han contado, la señorita Flory odiaba a Jones y él la odiaba a ella y no aparece nombrado en el testamento.
– Se podría decir que no tenía nada que ver con la señorita Flory -explicó Barrowby- y lo tenía todo que ver con la señorita Flory. Estoy seguro de que sabe cómo se presupone el orden de las muertes cuando varias personas emparentadas mueren. Suponemos que el más joven sobrevive más tiempo.
– Sí, lo sé.
– Por lo tanto, en este caso, aunque no ha sido así, el supuesto sería que Davina Flory murió primero, después su esposo y después la señora Jones. De hecho, sabemos que no fue así por el testimonio de la señorita Jones. Sabemos que el señor Copeland murió primero. Pero digamos que el que lo perpetró tuvo éxito y la señorita Jones hubiera muerto. Entonces habría que efectuar suposiciones de este tipo, ya que no habría ningún superviviente que nos pudiera ayudar. Supondríamos, en ausencia de pruebas médicas precisas en cuanto a la hora de la muerte, en este caso obviamente no disponibles, que Davina Flory murió primero, heredando su nieta inmediatamente según el testamento con las cláusulas de que el señor Copeland y la señora Jones tuvieran usufructo vitalicio en la casa.
»Después, por orden de edad, suponemos que murió el señor Copeland, y después la señora Jones, perdiendo al morir el usufructo vitalicio. La propiedad, en esos pocos momentos cruciales, quizá sólo segundos, es enteramente de la señorita Davina Jones sola. Por lo tanto, si muriera, o cuando muera, sus herederos naturales heredarían aunque no hubiera testamento, independientemente de si fueran parientes de sangre de la señorita Flory o cualquier otra persona. El único heredero natural de Davina Jones, tras la muerte de su madre, es su padre George Godwin Jones.
»Si ella hubiera muerto, como podría muy bien haber sucedido, la propiedad entera habría pasado al señor Jones. No puedo ver que hubiera existido ninguna disputa al respecto. ¿Quién lo impugnaría?
– Él no la ha visto desde que ella era un bebé -dijo Wexford-. No la ha visto ni ha hablado con ella en más de diecisiete años.
– No importa. Es su padre. Es decir, lo más probable es que sea su padre y sin duda lo es a los ojos de la ley. Estaba casado con su madre en el momento de su nacimiento y su paternidad nunca ha sido discutida. Él es su heredero natural como, en el caso de que él muriera, si no existiera ninguna disposición testamentaria ella sería su heredera.
El compromiso sería anunciado cualquier día, Wexford había empezado a creer. «Nicholas, único hijo de la señora Joyce Virson y el difunto comosellamara Virson, y Davina, única hija de George Godwin Jones y la difunta señora Naomi Jones…» El coche de Virson se hallaba frente a Tancred House, aún más temprano al día siguiente, poco después de las tres. Debía de tomarse tiempo libre, quizá, con gran oportunismo, parte de sus vacaciones anuales. Pero Wexford realmente no tenía ninguna duda de que no eran necesarios ni oportunismo ni suerte. Habían persuadido a Daisy; Daisy sería la señora Virson.
Se dio cuenta de que le desagradaba mucho la idea. Virson no sólo era un imbécil pomposo con absurdas nociones acerca de su propia importancia y posición social, sino que Daisy era demasiado joven. Daisy sólo acababa de cumplir dieciocho. Su hija Sylvia se había casado a esa edad, contra los deseos de él y de Dora en aquella época, pero había seguido adelante a pesar de ellos y se había celebrado la boda. Ella y Neil seguían juntos pero, a veces sospechaba Wexford, sólo por los niños. Era un matrimonio incómodo, lleno de tensiones e incompatibilidades. Por supuesto Daisy se había volcado en Nicholas Virson para consolarse. Y él la había consolado. El cambio en ella había sido notable, era casi tan feliz como cualquiera en su situación podría ser. La única explicación de esa felicidad había sido una declaración de amor por parte de Virson y la aceptación de ella.
Él era una de las pocas personas jóvenes que al parecer Daisy conocía, aparte de aquellas compañeras de colegio que la habían invitado a pasar unos días en su casa, pero sin duda se hacían notar por su ausencia en Tancred House. Bueno, estaba Jason Sebright, si se le podía incluir. Cuando vivía, la familia de Daisy aprobaba a Nicholas Virson. Al menos, le habían permitido acompañarles a Edimburgo el año anterior como pareja de Daisy. Tal vez fuera cierto que Davina Flory habría sonreído más de buena gana si el plan hubiera sido vivir juntos en lugar de casarse, pero eso ya significaba que lo aprobaba. Se trataba de un hombre apuesto, de edad adecuada, con un empleo satisfactorio, que resultaría un buen marido, aburrido y muy probablemente fiel. ¿Pero para Daisy, con dieciocho años?