»La señorita Bulstrode no ha vuelto a hablar más de retirarse, de momento, de modo que espero que haya desechado la idea. Con la señorita Vansittart no sería ni mucho menos lo mismo. Por lo que a mí respecta no creo que la haya desechado ella.
»Todo mi cariño para Dick y los niños. Dales mis recuerdos a Oliver y Kate cuando los veas.
Bárbara».
Carta de mademoiselle Angèle Blanche a René Dupont.
Poste Restante, Burdeos.
«Querida René:
»Todo marcha bien aquí aunque yo no puedo decir que me divierta gran cosa. Las niñas no son respetuosas ni se portan en clase como es debido. Creo, no obstante, que es preferible no quejarme a la señorita Bulstrode. Una tiene que estar siempre en guardia al tratar con ésa…
«Por el presente, no tengo que contarte nada de interés.
Mouche».
Carta de la señorita Vansittart a una amiga:
«Querida Gloria:
»El último trimestre ha empezado tranquilamente. Un conjunto muy satisfactorio de nuevas alumnas. Las extranjeras se van aclimatando bastante bien. Nuestra princesita (la oriental, no la escandinava), parece ser desaplicadilla, pero me imagino que eso era de esperar. Tiene unos modales encantadores.
»La nueva profesora de deportes, la señorita Springer, no ha sido ningún acierto. A las niñas no les cae en gracia y es muy despótica con ellas. Después de todo, éste no es un colegio cualquiera. El éxito de Meadowbank no estriba en que se haga en él más o menos gimnasia. Es también muy curiosa, y hace demasiadas preguntas de índole personal. Este modo de ser llega a ser insoportable y denota muy mala educación. Mademoiselle Blanche, la nueva profesora de francés, no puede ser más afectuosa, pero no le llega a lo que era mademoiselle Depuy.
»El día de la apertura nos libramos de un buen conflicto. Lady Verónica Carlton-Standways se nos presentó completamente embriagada. Si no hubiera sido porque la señorita Chadwick se dio cuenta al vuelo y la quitó de en medio, hubiéramos podido tener un incidente en grado sumo desagradable. Y además, las gemelas son unas chicas tan monas…
»La señorita Bulstrode todavía no ha dicho nada en concreto al futuro…, pero a juzgar por su actitud creo que ya debe haber tomado una decisión para sus adentros. Meadowbank es realmente un logro absolutamente conseguido y yo me sentiré muy orgullosa de continuar sus tradiciones.
»Saluda con cariño a Marjorie cuando la veas.
«Siempre tuya,
Eleanor».
Carta dirigida al coronel Pikeaway, por mediación de los conductos acostumbrados:
«¡Y luego dirán que manda hombres a enfrentarse con el peligro! Yo soy el único varón de contextura aceptable, en un edén de ciento noventa mal contadas Evas.
»Su Alteza llegó con todo boato en un «Cadillac» color fresa despachurrada y azul pastel, con el notable personaje vestido con sus atavíos orientales, la esposa (una lástima de modas de París), y la edición infantil de la misma, Su Alteza Real.
»Al día siguiente, a duras penas la reconocí con el uniforme escolar. No habrá dificultad alguna en establecer relaciones amistosas con ella. Ella misma las ha iniciado ya. Me estaba preguntando los nombres de varias flores de una manera cándida y melosa cuando una espía con pecas, pelirroja y con una voz como una abubilla se presentó inesperadamente y la llevó de mi lado. Ella no tenía ningunas ganas de irse. Siempre he tenido entendido que estas chicas orientales se criaban modestamente tras un velo. Ésta debe haber tenido un poco de experiencia mundana durante sus días de colegio en Suiza, me parece.
»La arpía, alias señorita Springer, instructora de deportes, volvió para echarme un rapapolvo. Al personal del jardín no le estaba permitido conversar con las alumnas, etcétera, etc. Yo a mi vez expresé una inocente sorpresa. «Lo siento, señorita. La señorita me estaba preguntando qué clase de planta eran estos delphiniums. Me imagino que no las tendrá en la parte del mundo de donde ella procede». Apacigüé a la arpía con gran facilidad, y al final por poco acaba lanzándome una sonrisita y todo. Con la secretaria de la señorita Bulstrode tuve menos éxito. Es una de esas chicas provincianas con humos de grandeza. La profesora de francés se presta más a cooperar. Recatada y astuta, en apariencia, pero en realidad no precisamente una mosquita muerta. También he hecho amistad con tres chicas muy agradables, que no han salido todavía de la edad del pavo, llamadas Pamela, Lois y Mary, cuyos apellidos desconozco, pero son de aristocrático linaje. Un impetuoso y provecto caballo de batalla, que responde al nombre de Chadwick, tiene puestos en mí sus ojos suspicaces, así es que he de tener cuidado para no emborronar este cuaderno.
»Mi jefe, el viejo Briggs, es un tipo más bien áspero, cuya principal tema de conversación es como solían ser las cosas en los buenos viejos tiempos cuando él era, posiblemente, el cuarto entre una plantilla de cinco jardineros. Se pasa el día gruñendo por la mayoría de las cosas y de todo el mundo, pero siente un edificante respeto por la señorita Bulstrode. Yo también se lo tengo. Cambié unas cuantas palabras con ella, muy agradable por cierto, pero yo experimenté la horrible sensación de que estaba viendo mi interior como si yo fuera transparente, y de que estaba enterada de todo lo que a mí se refería.
»No hay el menor signo, hasta el momento, de nada siniestro, pero no pierdo las esperanzas…».
Capítulo VI
Los primeros días
1
En la sala de reunión de las profesoras, éstas cambiaban puntos de vista sobre viajes por el extranjero; obras de teatro que habían visto y exposiciones de arte que habían visitado. Las instantáneas circulaban de mano en mano. Se cernía la amenaza de las diapositivas en color, porque todas las entusiastas querían enseñar las suyas propias, para librarse de la obligación de ver las de las demás.
De pronto la conversación se hizo menos personal. El nuevo pabellón de deportes fue tan criticado como elogiado al mismo tiempo. Se concedió que era un hermoso edificio, pero, naturalmente, a todas les hubiera gustado modificar su silueta en un sentido u otro. Después pasaron revista a las nuevas alumnas, y en conjunto fue favorable el veredicto.
Sostuvieron entonces una breve pero sustanciosa conversación con las dos nuevas componentes del cuadro de profesoras. ¿Había estado mademoiselle Blanche en Inglaterra anteriormente? ¿De qué parte de Francia procedía?
Mademoiselle Blanche respondió adecuadamente, pero con reserva.
La señorita Springer fue más explícita.
Habló con énfasis y decisión. Incluso podría decirse que estaba pronunciando una conferencia. Tema: Las excelencias de la señorita Springer. Lo que la habían apreciado como colega. Hasta qué punto las receptoras habían aceptado sus consejos con agradecimiento y habían reorganizado sus planes de estudio con las sugerencias de ella.
La señorita Springer carecía de sutileza. Se escapó a su percepción la impresión que había causado en su auditorio.
A la señorita Johnson se le ocurrió preguntarle con suave entonación: