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Después de colgar, continuó trabajando en su relato. Jason apareció por la cocina a mediodía y le preparó el desayuno. Estuvieron charlando un rato y después, a media tarde, llegaron las chicas. No les contó nada acerca de la oferta. Primero quería discutirlo un poco más con su padre.

A las seis empezó a arreglarse para ir a cenar y, una hora más tarde, cogía un taxi en dirección a la ciudad con la película ocupando de nuevo sus pensamientos. De repente, incluso le dio pena salir de casa aquella tarde. Se sentía como una barca a la que la corriente arrastrara río abajo, a la deriva, fuera de control. Cuando llegó al restaurante, Peter ya la estaba esperando. Disfrutaron de una cena estupenda y cuando llegó el postre, volvieron a hablar de ello. Peter insistió en que, después de darle vueltas a la situación, quería que aceptase el proyecto. Puesto que al día siguiente era sábado, propuso que la familia se reuniese para discutirlo.

– Eres tú quien tiene que tomar la decisión, Tanya. Ni tan siquiera yo puedo decirte qué debes hacer. Y no debes permitir que los chicos tomen la decisión por ti, porque no tienen ese derecho. Aunque puedes preguntarles qué piensan al respecto.

– ¿Y qué piensas tú? -preguntó Tanya mirándole con pesar, sintiendo como si fuera a perder a todas las personas y todas las cosas que amaba.

Sabía que era una sensación estúpida, pero no podía evitarlo. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Peter tomó la mano de Tanya entre las suyas.

– Ya sabes lo que pienso, cariño. Sé que es duro, pero creo que debes hacerlo. No por el dinero, aunque no negaré que es tentador y que sería razón suficiente para aceptar. Sin embargo, creo que debes decir que sí porque ha sido tu sueño desde siempre. Tienes que intentarlo. Aunque al principio les cueste, las chicas acabarán acostumbrándose. Y yo también. Son solo unos meses; no será para siempre. Uno no puede cerrar la puerta a sus sueños, Tanya, y menos cuando entran en casa y se lanzan a tus brazos. Algo me dice que es el destino y que podemos conseguirlo… Puedes hacerlo. Tienes que hacerlo. No puedes dar la espalda a tus sueños, Tan -añadió con suavidad-. Ni siquiera por nosotros.

– Eres un ángel -dijo suavemente Tanya-. Lo has sido desde el día en que te conocí.

Tanya le apretó la mano con fuerza y añadió:

– No quiero hacer nada que pueda estropear esto. Además, no creo que pudiera soportar estar cinco noches a la semana separada de ti.

A pesar de tantos años de matrimonio, Peter y Tanya tenían una activa vida sexual. Sus vidas estaban entrelazadas y dependían el uno del otro. Tanya no podía imaginar cómo funcionaría un matrimonio de fin de semana y le parecía que no merecía la pena sacrificar lo que compartían por una gran película de Hollywood, aunque fuese durante nueve meses. Así que Peter se mostraba más receptivo ante la oferta que ella misma.

– Tonta, no estropearás nada-dijo sonriéndole.

Después de la fantástica cena acompañada de un buen vino, pagaron la cuenta y salieron del restaurante. Durante el trayecto hasta casa Tanya estuvo pensativa, imaginándose en Los Ángeles y sabiendo lo mucho que echaría de menos a Peter si la convencía para que aceptase, algo que todavía no podía ni siquiera imaginar. ¿Cómo iba a dejar a un hombre como Peter cinco días a la semana? Ningún guión cinematográfico merecía semejante sacrificio.

Al día siguiente, soltaron la bomba a los chicos. Sus reacciones, aunque previsibles, no fueron exactamente las que Tanya y Peter habían esperado. Molly consideró que era una maravillosa oportunidad para su madre y que no podía perdérsela; prometió que si Tanya se marchaba, se ocuparía de cuidar de su padre. Jason, por su parte, lo encontró simplemente genial y pidió a su madre si podría alojarse con ella en alguna ocasión y conocer a actrices famosas. Tanya le recordó que iba a empezar la universidad y que, por consiguiente, debía pasar la semana estudiando y que ella pasaría los fines de semana en Marin. Jason no parecía encontrar nada raro en que sus hermanas se quedaran solas con su padre durante el último año escolar. Le parecía que su padre podía hacerse cargo de todo y Tanya sabía que en caso de haber tenido que ausentarse ella durante el último año de Jason, su hijo mayor habría salido airoso y con nota de la situación.

En cuanto a Megan, estaba absolutamente pálida.

– ¿Cómo puedes siquiera pensar en hacer algo así? -le gritó a su madre con los ojos inyectados en sangre.

Todos, incluida Tanya, se quedaron atónitos ante su furiosa reacción.

– No lo había pensado, Megan. Mi intención era rechazarlo, pero tu padre creía que debía decíroslo y escuchar lo que tuvierais que decir.

En el caso de Megan, desde luego, se había expresado con fuerza y rotundidad.

– ¿Estáis los dos locos? ¡Es nuestro último año en casa! ¿Se supone que debemos hacer tu papel mientras tú te codeas con las estrellas de Hollywood?

Parecía que Tanya hubiera decidido irse a trabajar durante nueve meses a un burdel de Tijuana.

– No estaría codeándome con nadie -dijo Tanya despacio-. Estaría trabajando. Es una oportunidad que habría sido muy bonita si hubiera llegado el año próximo. Aun así, no me habría hecho feliz dejar a vuestro padre solo.

– ¿Es que no te importamos lo más mínimo? También te necesitamos aquí. Molly y yo tenemos que presentar las solicitudes de ingreso en la universidad. ¿Quién se supone que nos ayudará a hacerlo si tú no estás? ¿Acaso no te importa, mamá?

Megan estaba llorosa y los ojos de Tanya también se llenaron de lágrimas al escucharla. Era una conversación dolorosa y Peter intervino rápidamente.

– No sé si alguno de vosotros se da cuenta del honor que supone esta oferta. Douglas Wayne es uno de los productores más importantes de Hollywood.

Seguidamente, Peter enumeró las estrellas que formaban parte del reparto. Jason soltó un silbido e insistió en que quería que su madre se las presentase a todas.

– No les conozco, Jason -dijo su madre apesadumbrada-. No sé por qué estamos hablando de esto.

Tanya opinaba que no tenía sentido inquietar a los chicos con una reunión familiar que solo serviría para preocuparles. ¿Para qué? La decisión estaba tomada. Se quedaría en casa con ellos.

A pesar de todo, Peter consideraba que tenían que saber lo que estaba ocurriendo. Pero ¿por qué? Megan acababa de decir todo lo que Tanya temía escuchar y que ella misma pensaba. Si aceptaba la oferta, uno de sus tres hijos iba a odiarla. Y tal vez, con el tiempo, todos acabarían odiándola. A decir verdad, Jason parecía cualquier cosa menos preocupado y Molly era una chica emocional y cabalmente generosa. Por el contrario, Megan acababa de expresar sin rodeos que jamás perdonaría a su madre que se marchara. Y Tanya la creía. Pero Peter pensaba que se le acabaría pasando y que él estaría allí para ayudar y para cuidarlas mientras Tanya estuviese lejos.

– No puedo perturbar a la familia de este modo -dijo con gravedad y preocupación cuando los chicos abandonaron la habitación-. Nunca me lo perdonarían y quizá, al cabo de un tiempo, tú también me odiarías.

Jason le había deseado suerte y le había dicho que confiaba en que aceptara. Molly le había dado un fuerte abrazo y le había dicho que estaba orgullosa de ella, y Megan había salido furiosa dando un portazo. Camino de su habitación, dio tres portazos más.

– Nadie va a odiarte, cariño -dijo Peter pasándole el brazo alrededor de los hombros-. Pero es probable que si dices que no, te odies a ti misma. Me parece que no puedes confiar en que vuelva a sucederte algo así, especialmente si rechazas esta oportunidad.

– Lo sé, estoy segura de ello -dijo Tanya con calma-. No necesito hacer un guión cinematográfico. Hace tiempo era un sueño, pero ahora estoy contenta con mis telenovelas y mis cuentos.

Con ello ganaba suficiente dinero para ayudar a Peter, y disfrutaba de su trabajo. No quería ni necesitaba más. Y la reacción de Megan le había dado toda la información que necesitaba tener.