Выбрать главу

Mitch debería haber imaginado que Britt volvería a hablar de las cunas. Suspirando, tuvo que aceptar que Britt Lee era una mujer decidida.

Britt no esperó a que Mitch estuviera de acuerdo. Dejó a Donna en la cama, se volvió y sacó un cajón; volcó el contenido en el suelo sin fijarse que se trataba de su ropa interior.

– Perfecto -comentó contenta mientras deslizaba la mano sobre los bordes para cerciorarse de que no tuvieran astillas-. Forraré los lados con toallas. Luego tendremos que buscar algo que sirva de colchón. Por lo que he leído, los problemas aparecen cuando bajan el rostro sobre algo demasiado blando que les impide respirar.

Sacó otro cajón y comenzó a buscar en el armario.

Mitch sonrió. Le gustaba su entusiasmo y su forma de enfocar un problema para solucionarlo. Sin duda, podría ser una amiga estupenda.

Cuando Britt terminó, los cajones habían dejado de parecerlo. Colocaron las camitas una al lado de la otra, en el suelo y acomodaron a las pequeñas.

– En el libro he leído que es mejor tumbarlas de espalda -comentó Mitch mientras acostaba a Danni.

– ¿De espaldas? ¿Estás seguro?

– Sí. Dicen que antes se les aconsejaba a las madres primerizas que los tumbaran boca abajo, pero por lo visto se ha demostrado que es preferible que se tumben de espaldas.

Qué dirán el año que viene? -miró a las niñas con preocupación-. Ya no sé qué debo hacer.

Mitch se encogió de hombros.

– Las acostaremos de lado. Si las apoyamos con mantas y mantenemos éstas alejadas de sus caritas, estarán cómodas.

– De acuerdo. Está bien.

Las criaturas no tardaron en estar acomodadas en sus camitas nuevas y las dos gorjeaban de manera perezosa. Mitch estaba de pie, al lado de Britt y las observaba. Se sentía satisfecho, pero cuando trató de rodear los hombros de Britt con un brazo en gesto amistoso, ésta se alejó con un movimiento brusco.

– Lo siento -murmuró él, pero Britt ya no lo miraba y había empezado a recoger los pañales usados.

«De modo que es cierto», se dijo Mitch. Britt se consideraba intocable. ¿Qué le había pasado para que huyera como una animalito asustado?

Se volvió para ayudarla a ordenar la habitación pero antes de poder comenzar, su atención se desvió por algo. Fijó la mirada en el suelo, donde estaba el montón de ropa interior que Britt había dejado en el suelo al vaciar el cajón. Aquellas prendas de nylon y encaje eran la ropa interior más sensual que había visto en su vida. Eran sencillas y bonitas, como pedazos de niebla y rocío al calor del sol en tonos de malva y lavanda. Nunca hubiera imaginado que aquella mujer usaría ropa interior tan romántica.

– Muy revelador -murmuró.

– ¿Revelador? -Brin se volvió para ver de qué estaba hablando y rió con desdén mientras recogía la ropa-. No son reveladoras, simplemente tienen encaje.

– Quería decir que revelan mucho acerca de ti.

– ¿La que realmente soy? De verdad, no te compliques la vida. Soy exactamente lo que parezco. '

– No lo sé -Mitch la miraba pensativo-. No lo creo. Pienso que debajo de tu aspecto tranquilo, con la ropa que te pongas para ir al trabajo, hay mucha pasión reprimida.

– ¿Cómo sabes qué me pongo para ir al trabajo?

– Te he visto.

– Psicoanálisis a distancia -replicó-. Deberías trabajar como reportero.

Britt bajó la intensidad de la luz y salieron de puntillas de la habitación. Pero los gritos comenzaron en cuanto cerraron la puerta. Los dos se quedaron quietos, sin atreverse a respirar. Britt lo miró preocupada.

– ¿Debemos dejar que lloren un rato o entramos para tranquilizarlas?

– ¿Me lo preguntas a mí?

Permanecieron junto a la puerta muy atentos. Los llantos aumentaban de intensidad y se miraron intrigados.

– No lo soporto, tengo que entrar -dijo Britt finalmente.

Mitch suspiró, pero la siguió. Las dos diablitas se contorsionaban. Era evidente que no les había gustado que las dejaran solas en la oscuridad y que no tenían ganas de dormir.

– Ahora que tenéis cunitas no queréis dormir -dijo Mitch moviendo la cabeza.

– No podemos dejarlas aquí -Brin levantó a Danni.

Mitch frunció el ceño. No estaba seguro de que estuvieran haciendo lo correcto. Además, estaba agotado. De hecho, añoraba su propia cama.

– ¿Qué haremos? -preguntó.

– Caminar con ellas en brazos, supongo -respondió Britt-. ¿Qué otra cosa podemos hacer?

Mitch levantó a Donna y también comenzó a pasearse de un lado a otro. Las niñas se calmaron, pero tenían los ojos abiertos de par en par.

– Dime una cosa, ¿cuándo duermen los padres? -preguntó Mitch pasados unos quince minutos agonizantes.

– Tengo entendido que no duermen.

– Tienen que dormir en algún momento -repuso con fingido enfado-. ¿Cómo ha podido ocurrir esto? -preguntó Mitch al cabo de un rato.

– ¿El qué? -murmuró Britt mirándolo.

– Cómo ha podido una madre abandonar a dos criaturas en el pasillo de un edificio?

– Seguro que estaba desesperada.

– ¿No crees que debería haber venido para ver si estaban bien?

– Si ha vuelto, se ha equivocado de apartamento -contestó Britt.

– Puedes poner una nota que diga: «Para recabar información sobre las gemelas, pregunte al otro lado del pasillo».

– Muy bien -lo anotó, cogió un rollo de cinta adhesiva y salió para colocar el letrero-. Hecho. Ya me siento mejor.

¿Tendría algún sentido? Janine comenzaba a parecerle cada vez menos real y las niñas más reales. Observó a Mitch que seguía paseándose con la criatura en brazos, y lo compadeció.

– ¿Por qué no tratas de mecer a la tuya en esa silla rosa de la sala? -sugirió-. Se mece un poco.

Mitch lo intentó, pero Donna no quería que la mecieran. Quería jugar y se contorsionó en brazos de Mitch hasta que la dejó otra vez en la cama y la hizo retozar mientras le cantaba una sencilla tonada.

– Escucha -dijo Mitch después de llamar a Britt-. Mira, está intentando cantar -emitió unos sonidos que la niña trató de imitar riendo. Mitch miró a Britt encantado-. ¿No es maravillosa?

– Las dos lo son -Brin asintió enternecida-. Pobrecitas -añadió acariciando a Danni que ronroneaba en sus brazos. Era terrible que las hubieran abandonado…

Tarareó quedo y fue con la niña en brazos a la cocina para ordenar un poco y poner a hervir agua para el té. Mientras tanto, Danni se acurrucó en sus brazos con el ceño fruncido, lo observaba todo. Britt tuvo que aceptar que la situación le gustaba. Era bonito proteger de esa forma a una pequeña.

– Eres muy dulce -murmuró y le dio un beso en la cabecita.

Volvió a la sala y vio que Mitch estaba en la mecedora con Donna en su regazo. Los dos estaban dormidos. Britt se detuvo para observar atentamente su rostro. Se fijó en todos los detalles: los pómulos pronunciados, los músculos del cuello y se estremeció.

Mitch era muy atractivo. ¿Cómo era posible no reaccionar a su encanto? Lo observó un momento más. A pesar de que estaba dormido, abrazaba a la criatura con ternura. Bajó la mirada hacia Danni y vio que ésta también se había dormido.

Colocó a Danni en la cama y volvió a buscar a Donna, pero antes tuvo que despertar a Mitch.

– Mitch. Mitch.

– ¿Dime? -parpadeó.

– Donna está dormida. Dámela y vete a la cama.

– Está bien -se frotó los ojos.

¡Qué alivio! Las dos niñas finalmente dormían. Britt se inclinó para tomar a Donna y le sonrió a Mitch.

– Vete a la cama -le dijo mirándolo con más cariño del que hubiera demostrado si Mitch estuviera bien despierto-. Vete a tu apartamento. Yo me encargaré de todo.

Levantó a Donna y la llevó a la improvisada camita.

– Tranquilas -murmuró-. Haced el favor de dormir unas horas. Es lo único que os pido.

Britt se puso de pie y se dirigió a su habitación donde descubrió que Mitch había seguido su consejo. Cuando le había dicho que se fuera a la cama, no hablaba de la de ella. Pero él estaba ahí profundamente dormido, tumbado en su cama de matrimonio.