Выбрать главу

A Britt comenzó a latirle aceleradamente el corazón. Había dicho las palabras en voz alta y al hacerlo había comprendido que llevaba tiempo pensando en ello. Deseaba a esas niñas, pero eran de otra persona. ¿Cómo había permitido que la situación la atrapara de aquella manera?

Su corazón se llenaba de ilusiones nuevas, ilusiones que no se atrevía a pensar. Quizá pudiera seguir siendo parte de la vida de las niñas. Cuando Janinie volviera y viera lo bien que ella y Mitch habían cuidado a sus hijas, quizá…

¿Qué? ¿Les entregaría a sus hijas? Vamos, Britt, se amonestó. Debía enfrentarse con la realidad. Nadie entregaba a sus hijos con tanta facilidad.

Por supuesto que no, pero quizá ella pudiera ayudar a Janine con un poco de dinero y quizá Janine y ella serían amigas. Y si Janine necesitaba alojamiento, podría quedarse en su casa, aunque fuera temporalmente, hasta que pudiera ganarse la vida. Quizá, quizá, quizá.

Hizo un movimiento negativo con la cabeza. Era necesario que dejara de soñar despierta. Tenía que ser realista.

Con firmeza se dijo que todo marchaba bien. Ella mostraría madurez. Las niñas se irían cuando tuvieran que irse. Sería difícil, pero posible. Sin embargo y mientras tanto, las disfrutaría lo más posible.

– Sí, encantos -les ronroneó-. Sí, pequeñas.

El timbre de la puerta interrumpió el juego. Britt se puso de pie para ir a abrir. Su jefe estaba al otro lado de la puerta.

– Hola -Gary ojeó el apartamento con recelo-. ¿Dónde está él?

– No está aquí, puedes entrar -movió la cabeza con exasperación.

– Estupendo. Tenía la esperanza de encontrarte sola -frunció el ceño-. Britt, tenemos que hablar.

– Hazlo -se encogió de hombros.

– No, quiero decir, en serio -volvió a mirar a su alrededor como si no creyera del todo a Britt. Cuando se aseguró de que estaban solos, se sentó en el sofá y se inclinó hacia adelante-. Escucha, cariño. Ese tipo no te conviene. Te tiene atada. No sabes lo que estás haciendo ni hacia dónde vas. Te tiene hechizada.

– No es verdad -se sentó en el suelo, al lado de las niñas.

– Te equivocas. Interpreto las señales. Te tiene tan dominada que lo miras como un cachorrito.

– No es cierto.

– Entonces, ¿estoy ciego?

– Supongo que sí.

– No lo estoy.

– Ay, Gary, no te preocupes por mí -rió-. Soy adulta y puedo manejar cualquier situación.

– ¿De modo que no aceptas que estás loca por él?

– No he aceptado nada -colocó una mano en la rodilla de Gary-. Pero te agradezco tu preocupación.

– Hay algo más -movió la cabeza, irritado porque parecía que no lograba que Britt comprendiera-. ¿Por qué siguen aquí las niñas? ¿Dónde están sus padres? Las tendrás sólo este fin de semana, ¿no?

– Sí -Britt evitó mirarlo a los ojos porque pensaba que todavía no era el momento de decirle la verdad-. Es posible que mañana ya no estén aquí.

Gary volvió a mover la cabeza como si pensara que Britt estaba loca, pero se bajó a la alfombra donde levantó a Danni, antes de bajarla para mecerla en sus brazos.

– A esta edad se encariñan pronto con uno. Incluso es posible que ya piensen que eres su madre.

– ¿Tú crees? -preguntó Britt tratando en vano de mostrarse indiferente.

– Las niñas de esta edad sólo necesitan mucho cariño y muchos brazos.

– ¿Cómo sabes tanto de bebés? -preguntó Britt sonriendo y sorprendida.

– Me crié en una familia grande -contestó serio-. Mi madre adoraba a los niños. Y ya sabes que mi hermana es parecida. Además -sonrió cohibido-. No se lo cuento a casi nadie, pero yo pensaba dedicarme a la educación infantil. Trabajé en un centro de cuidados infantiles para pagarme los estudios. En mi época fui el señor Gary para muchos párvulos.

– Señor Gary, eh? -rió-. Estoy segura que lo hacías de maravilla.

– Lo hacía bastante bien -volvió a dejar a Danni en la manta y se volvió para mirar a Britt con expresión sombría-. Pero hablo en serio, Britt. No puedes tenerle fe ni confianza a un hombre como Mitch.

– Gary… -desvió la mirada.

– No, escúchame. Tengo que hacerte una advertencia. Conozco a los hombres como él, no mantiene la vista fija durante mucho tiempo.

Britt sonrió porque Gary tenía razón. Pero, ¿qué importaba? ¿No se daba cuenta de que Mitch nunca la tomaría en serio? Ella sabía perfectamente lo que ocurría y no se hacía ilusiones.

– Creo que exageras -trató de convencerlo.

– No quiero que te hagan daño. Y si te casas con él…

– No pienso casarme con nadie -le miró sorprendida.

– ¿Ni siquiera conmigo?

– ¿Tú? ¡Gary!

– Lo he dicho en serio, Britt -tenía el corazón en la mirada-. Siempre te he estimado mucho, lo sabes. Y no soporto permanecer marginado en tanto veo que arriesgas tu futuro. Si puedo hacer algo para que esto no suceda…

Qué tierno, un matrimonio por compasión. Britt se habría reído en su cara si Gary no estuviera tan serio. Se mordió el labio y trató de pensar en la manera de tranquilizarlo y rechazarlo al mismo tiempo. Pero antes de que pudiera encontrar la respuesta indicada, Gary la besó.

Nunca lo había intentado y Britt no esperaba que lo hiciera. Sus labios eran tan suaves como los de Mitch, mostraban tanta pasión como él. Pero algo faltaba. A Britt no le gustó mucho. De hecho, contuvo el aliento y deseó que se terminara pronto. Además, no le correspondió.

A1 menos, eso contestaba una pregunta, se dijo mientras esperaba que el beso terminara. No había cedido con Mitch al deseo reprimido. ¿Significaba eso que para ella nunca habría otro hombre más que Mitch? Quizá.

Cuando Gary se alejó, Britt comprendió que él también se había dado cuenta de que el asunto no había marchado bien. Le sonrió, le dio una palmadita en la mejilla y dijo:

– Gary, será mejor que te vayas.

– Está bien -a regañadientes se puso de pie-. Me iré. Pero ten cuidado. Y no olvides que siempre estaré disponible. Llámame cuando me necesites.

– Gary, gracias -abrió la puerta, se apoyó en ella y sonrió.

– No tienes por qué darlas. Llámame.

– Adiós.

– Adiós.

Britt cerró la puerta y volvió al lado de las pequeñas. Era casi la hora en que debía darles de comer. Si Mitch no volvía pronto, tendría que arreglárselas sola y sería difícil. Sonrió al pensar en la situación. Podría hacerlo. En ese momento, sentía que era capaz de hacer cualquier cosa.

Mitch entró al apartamento. Caminó despacio como si nunca hubiera estado ahí. Oía a Britt en la siguiente habitación, pero en vez de ir hacia ella, se desplomó sobre el sofá y esperó.

Ella salió a los pocos minutos.

– No sabía que habías vuelto -dijo sorprendida.

– Aquí estoy -sonrió con tristeza.

– tesas descubierto algo sobre Sonny y Janine? -se sentó a su lado-. Espero que nunca aparezcan. No puedo creer lo mucho que me divierto con esas niñas. Creo que no podré renunciar a ellas cuando llegue el momento de hacerlo.

Mitch la observó pensativo. Britt tenía los ojos brillantes y las mejillas rosadas. Parecía más contenta que nunca.

– ¿Por qué estás tan contenta? -le preguntó agarrándole la mano.

– Esas pilluelas -sonrió-. Son adorables. Ah, Gary ha estado aquí.

– ¿De verdad? ¿Ha intentado convencerte de que huyeras con él?

– No -se lo quedó mirando-. ¿Por qué habría de hacer algo como eso?

– Porque te desea. ¿No te has dado cuenta?

– No seas tonto.

– No seas tan distraída.

– Estás de muy mal humor -frunció el ceño y le miró a los ojos-. No es normal en ti.

– ¿No? -se volvió-. ¿Cómo puedes saberlo? -preguntó irritado-. ¿Qué sabes realmente de mí?

– ¿Qué pasa, Mitch? -se acercó más a él-. ¿Qué ha pasado?

– Sonny y Janine… -bajó la mirada-. Britt, los dos han muerto.