La observaba con suma atención, preguntándose por qué no la había visto antes. Era una mujer de rara belleza.
– Victoria Henderson -respondió con cierta turbación.
– Vaya, de modo que está usted casada con nuestro anfitrión, un hombre afortunado -comentó con una sonrisa que no ocultaba su decepción.
Victoria se rió sin recordar lo que su padre y su hermana habían explicado sobre él. No había prestado atención a sus cotilleos y lo único que veía ahora era su cabello negro, sus pícaros ojos oscuros y su porte atractivo. Parecía un actor, e intuía que debía de ser un personaje divertido.
– No estoy casada con el anfitrión. Soy su hija.
– Gracias a Dios. No habría soportado que estuviera usted casada con él, por muy encantador que sea Edward Henderson. De hecho, hemos realizado algunos negocios bastante provechosos -explicó mientras se dirigían al salón y, sin pedirle permiso, la cogió entre sus brazos y comenzaron a bailar.
Victoria tenía la impresión de ser atraída por una fuerza magnética imposible de resistir.
Toby le contó que había estudiado en Europa varios años, en Oxford concretamente, donde había jugado al polo, y luego marchó a Argentina para participar en competiciones de ese deporte. Le explicó muchas cosas sobre su vida. Era un hombre fascinante, que bailaba como los ángeles y la hacía reír con sus comentarios críticos sobre casi todos los presentes. Después de bailar, relató anécdotas graciosas sobre todos, pero en ningún momento mencionó a Evangeline y los niños. Tras la segunda copa de champán, ya eran grandes amigos, y Whitticomb se sorprendió al ver que daba una calada a su cigarrillo cuando nadie miraba.
– Es usted muy osada. ¿Qué más cosas hace? ¿Bebe en exceso, fuma puros y trasnocha? ¿Se entrega a algún otro vicio que debiera conocer? -Toby bromeaba sin cesar.
Victoria era muy consciente del atractivo del hombre. Jamás había conocido a alguien igual. Al cabo de unos minutos se excusó diciendo que tenía que ocuparse de la cena y volvería enseguida. Planeaba hacer algo que enfurecería a Olivia.
Cuando regresó junto a Toby, observó que estaba hablando con Olivia y que se mostraba perplejo. La tenía cogida por la cintura y al parecer le había propuesto ir al jardín para fumar un cigarrillo. Olivia parecía desconcertada pero pronto se dio cuenta de lo que había ocurrido. Cuando Victoria se acercó a ellos, Toby Whitticomb tuvo la impresión de ver doble.
– ¡Dios mío! -exclamó pasmado-. ¿Tanto champán he bebido? ¿Qué está pasando?
Ignoraba por completo la existencia de las gemelas Henderson.
– ¿ Acaso se ha propasado usted con mi hermana mayor? -preguntó Victoria divertida mientras Olivia miraba a los dos fijamente. Todavía no sabía quién era ese hombre ni de qué lo conocía su hermana.
– Me temo que sí -respondió mientras intentaba recuperarse del bochorno de haber cogido a Olivia. Aunque apenas conocía a Victoria, parecía más abierta a esa clase de libertades. La he invitado a fumar un cigarrillo en el jardín, espero que fume, así podríamos ir todos, pero antes necesito otra copa -añadió mientras tomaba una-. Es extraordinario, jamás había visto algo igual.
– Al final uno se acostumbra -comentó Olivia con tono cordial a pesar de desagradarle la excesiva familiaridad con que trataba a su hermana..
– Lamento haberme mostrado tan grosero se disculpó-. Usted debe de ser la otra señorita Henderson. Esta noche me he superado a mí mismo. Al principio confundí a su hermana con la mujer de Edward -confesó, y Olivia se echó a reír-. Soy Toby Whitticomb -se presentó y le tendió la mano.
La joven dejó de reír de inmediato y se mostró distante.
– Ya he oído hablar de usted -dijo con la esperanza de frenar su interés por su hermana.
– Me temo que eso no es un cumplido -repuso él sin inmutarse.
En ese momento anunciaron la cena.
Olivia estaba satisfecha con el sitio que había escogido para su hermana, entre dos apuestos jóvenes de buena familia, lejos de Tobias. Ella se sentaría junto a uno de los viejos amigos de su padre, que padecía un grave problema de oído, y un joven muy tímido y de escaso atractivo, pero pensó que así hacía una buena obra. Sería una cena muy larga para ella. A su padre lo había colocado al lado de dos de los invitados de honor. Deseaba que disfrutara de la velada y fuera una ocasión inolvidable para él.
Por el momento la fiesta transcurría a pedir de boca, la música era excelente, la comida exquisita, y el champán que había escogido su padre, soberbio. Olivia esperó a que los invitados se acomodaran. La cubertería de plata y la cristalería resplandecían como joyas a la luz de las velas. De pronto vio a Victoria sentada y comprendió que había cometido una nueva trastada. Contuvo el aliento al pensar que habría desorganizado toda la disposición de las mesas, pero lo único que había hecho era intercambiar su lugar con el de otro invitado para poder sentarse junto a Toby. Furiosa, Olivia le hizo señas, pero su hermana no se inmutó. Echó un vistazo al comedor y comprobó que el resto de los invitados estaba en su lugar, a excepción de una mujer nada atractiva que se hallaba entre los dos apuestos jóvenes que había reservado para su hermana.
Resignada, pero decidida a reprender a Victoria más tarde por dejarse engatusar por un hombre casado de mala reputación, se disponía asentarse en su sitio cuando se dio cuenta de que lo ocupaba otra persona. En ese momento descubrió la segunda artimaña de Victoria, que también había mejorado su ubicación y la había colocado junto a Charles Dawson. Olivia se sonrojó y tomó asiento junto a él.
– Es un honor -dijo el abogado mirándola fijamente. Era obvio que no sabía cuál de las dos hermanas era y le susurró-: ¿Es usted la delincuente o la salvadora? Siento comunicarle que no siempre logro diferenciarlas.
Olivia se echó a reír.
– ¿Cree usted que podrá diferenciarnos alguna vez, señor Dawson? -preguntó con picardía.
No resistió la tentación de ocultarle su identidad y dejar que la adivinara, aunque sabía que era una crueldad.
– Sus gestos son muy similares, pero las miradas son a veces diferentes, aunque todavía no estoy seguro de quién es quién. Una de ustedes tiene una mirada inquieta y tal vez hace cosas de las que más tarde se arrepiente…pero la otra hermana dominará a esta fierecilla porque es de carácter pacífico y tranquilo -agregó mirándola con interés.
Empezaba a intuir que se trataba de Olivia, no de Victoria, cuya presencia le hacía sentir incómodo.
Olivia estaba intrigada por sus palabras y tuvo que reconocer que sus observaciones eran muy precisas.
– Su descripción es correcta, caballero. Es usted muy observador -afirmó con una sonrisa.
Charles ya se sentía casi seguro de su identidad, pero no la reveló.
– Eso intento, es parte de mi trabajo -repuso.
– También de su personalidad.
– ¿ Me dirá ahora quién es usted? ¿ a mantendrá el misterio toda la noche? -Parecía dispuesto a jugar si se lo pedía.
Sin duda Victoria le habría dejado sufrir más, pero ella era incapaz.
– Creo que no sería justo. Soy Olivia.
Aunque seguía furiosa con su hermana y con Tobias Whitticomb, agradecía estar en esos momentos junto a Charles Dawson.
– De modo que usted es la salvadora, la del corazón tranquilo. ¿De verdad son tan diferentes? Al principio resulta difícil darse cuenta, pero he observado en Victoria cierto aire insatisfecho, como si buscara algo, mientras que usted parece más a gusto consigo misma.
– Tal vez sea porque cree que nuestra madre murió por su culpa. -No solía revelar secretos como ése a un desconocido, pero tenía la impresión de que podía confiar en Charles, quien había demostrado su discreción al no divulgar el incidente de la comisaría-. Nuestra madre falleció al dar a luz. Victoria es la más pequeña y al parecer su nacimiento fue la causa de su muerte. Sin embargo yo me pregunto qué diferencia pueden suponer once minutos y creo que las dos somos culpables.